EL LIBRO HERMÉTICO DE LOS TIEMPOS NUEVOS
C. del Tilo
Los niños del mundo, una tarde de invierno, perdieron el camino que va a la escuela, y desde entonces, el lobo los devora. ¡Que los que quieran vivir salgan del cercado donde se guarda el rebaño, y cogiéndose todos de la mano, se unan en fe de Iglesia santa!
«La Barba Azul, según el sentido cabalístico»(1)
El largo invierno llega a su fin; ¿será el anuncio de la verde Primavera, el santo advenimiento tanto esperado? Que los niños del mundo, «unidos en fe de Iglesia santa», vuelvan a encontrar el camino que va a la escuela.
He aquí el Arte de la hermenéutica reencontrado. Es Hermes, por supuesto, quien preside en esta escuela, puesto que es el Maestro por excelencia de la Palabra, de la Bella Habla. En efecto, de la misma raíz griega procede herma, apoyo, fundamento.
En este camino pues, si la Maestra de escuela está presente, uno vuelve a aprender a leer, quiero decir a buscarse, o sea a leerse en los libros santos; allí se esconde «la luz secreta de las palabras de vida» (2) bajo su vestidura de sombra.
«A Hermes no le faltan astucias para ayudar a sus amigos, todos hombres de bien, según aparece en las Escrituras Santas. Devuelve a los astutos, el cambio de su moneda, puesto que leen con dolo, sin medida de Arte.» (3)
«Sólo les faltó haber aprendido a leer el oro.» (4)
«¿Por qué no han perseguido el olor de la rosa quymica en este sendero de los verdaderos discípulos, en el que el asno de Isis tiene puesta su intención secreta? ¿También hablaremos de este vacío Oculto de Ícaro, no engendrado, donde el ángel sólo vuela en sueños? El olvido total, no obstante, es un peor peligro en este mundo. Si el extraviado, creyendo unir al azur, se pierde en el encanto de este dolo sin duración, son otras las palabras que a su Homero inspiró la Noche, nodriza universal. «La Noche me dio la llave de Pan», dice nuestro poeta, y «el oro me fue revelado en su humilde morada terrestre». De este dulce rocío nocturno, santamente recogido, crece la gnosis de los Filósofos y de los Poetas instructores de los pueblos.» (5)
Por esta razón, el autor nos exhorta:
«A menudo hemos decepcionado a más de un principiante encaprichado de química vulgar, demasiado impaciente por manipular esto o aquello sin verdadero conocimiento de la naturaleza mineral, aconsejándole empezar por la plegaria, la ofrenda de sí mismo, la meditación y el estudio de los libros a fin de percibir la intención de los Filósofos, oculta bajo el dédalo de las palabras. Alguna vez, también, hemos podido decepcionar a los presuntuosos, diciéndoles que, al ser la Gran Obra un don divino, nunca podrá llevarla a cabo sólo el mero talento de los hombres. Para entenderla y realizarla hace falta pues, la ayuda de este genio bienhechor que descubre, para algunos, el texto de los libros sellados. Si de un don divino se trata, el más simple y pobre de los hombres puede esperar obtenerlo; pero, a menudo, esto parece irrisorio a muchos buscadores cuyo cerebro está repleto de complicaciones ajenas a la única levadura de la cábala quymica.» (6)
«Lo esencial, sin embargo, es el Hilo de Penélope, lo demás es el comentario.» (7)
«Penélope es la esposa fiel que espera en casa solariega, la-que-ve-la-trama; dicho nombre es muy apropiado a esta tejedora que desteje. Se ve asediada por la asiduidad de los pretendientes, esos químicos sin genealogía instalados en su casa, cuyas riquezas disipan en continuos banquetes; esos químicos vulgares saquean la casa de Naturaleza con su ciega codicia. Penélope a esos patanes no se entrega, y de su arte exquisito sólo hereda un marido.
Al no poder librarse de estos importunos, burla su espera: «Tomaré un marido», les dice, «cuando haya terminado de tejer el sudario del viejo Laertes, mi suegro». Laertes, cuyo nombre significa el que reúne los pueblos, es, ciertamente, este Arte antiguo, perdido y olvidado.
De noche, a la luz de las hachas, Penélope deshacía el trabajo del día.
…La tejedora nos da aquí la clave de su arte: «De noche», dice, «deshago el trabajo de día.» ¿Qué representa el día? El tiempo que devora toda savia y agota la vida. En nocturna quymica de Penélope, se descose el sudario fatal del Arte sepultado, reanimando entonces su sol, y he aquí la espera de un dulce marido que ha regresado en paz.
La noche, dicen los cabalistas, es el secreto del Señor.» (8)
«El tema de toda Revelación es la gnosis del oro físico, este sol terrestre objeto de todos nuestros deseos.» (9)
«La Biblia de los griegos no tiene sentido sin tener en cuenta el hilo dejado por nuestra Penélope. En efecto, sólo ella ve la trama con que están tejidas las fábulas; tal es el genio perdido de los narradores y poetas: una hermosa hada olvidada.» (10)
Tal es el Arte de la hermenéutica, presente en este libro.
«¿Acaso no se dice de los discípulos de nuestra filosofía que son hijos de Hermes? Se trata, sin duda alguna, de una filiación legítima y patriarcal y no de una mera forma de hablar…
Su fe es la del carbonero, que calienta su horno con carbón de leña. Dice: «Mi fe me es desafío. Los necios ignoran mi dura labor. ¡Cuán lejana en tiempo está mi esperanza de salir de ello! El camino que conduce a la meta se alarga siempre más. Mis cuidados y mi tan lento estudio en esta pista muda me habrían ya desesperado si no fuera hijo de ciencia. ¡Qué oro lejano de paciente estudio!»
Palas Atenea está siempre presente, unas veces al lado de Ulises expuesto a mil peligros, otras, al lado de Telémaco para aconsejarle e instruirle. También está siempre presente en la obra.
Ya desde este comienzo, del que los filósofos han hablado tan poco por ser el fundamento del Arte, Palas nace, totalmente armada, de la cabeza de Zeus. Su nombre, Palas, la define como una diosa virgen. A esta protectora de las artes se la representa con casco, lanza y escudo, la égida de Atenea.
Nadie podría ser introducido en la escuela quymica sin su protección, sin estar bajo su égida. Su ayuda es todopoderosa. Ella es quien conduce la obra desde el comienzo hasta el fin. Aconseja, instruye y reconforta al discípulo…
«Un tal compañero me garantiza el éxito» -piensa el elegido de los Filósofos. «Con seguridad, seguiré mi pista de oro.»
Encontrar a ese oro-padre en cuerpo vivo y palpable, como entonces hizo Telémaco, no está al alcance de todo el mundo.» (11)
Ella, pues, es quien llevará a buen término la obra del discípulo, para la manifestación de la Luz. Tal es el signo de los Tiempos Nuevos.
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(1) EH, in La Puerta, La Tradición Popular, ed. Obelisco, Barcelona, 1994, p. 39.
(2) L. Cattiaux, El Mensaje Reencontrado, ed. Sirio, Málaga, 1987, XXXV, 77 y 77’.
(3) EH, «Maese Gato o El Gato con Botas Según el sentido cabalístico y químico de los Cuentos de Ma Mère l’Oye», in La Puerta, La Tradición Popular, ed. Obelisco, Barcelona, 1994, p. 90.
(4) EH, «Virgilio Alquymista», in La Puerta, La Tradición Latina, ed. Obelisco, Barcelona, 1995, p. 29.
(5) EH, «El Hilo de Penélope», in La Puerta, La Tradición griega, ed. Obelisco, Barcelona, 1992, p. 33.
(6) Idem, pp. 31 y 32.
(7) Idem, pp. 29.
(8) Idem, pp. 18.
(9) Idem, pp. 29.
(10) Ibídem.
(11) Idem, pp. 18 y 19.