LA
BÚSQUEDA DEL SECRETO
Carta
nº. 68 del Florilegio Catesiano
Louis Cattiaux
Es una gran ventaja no estar
obligado a correr miserablemente tras nuestra propia vida cuando
se busca la pura vida celeste, y puedes sentirte agradecido por
tener una buena posición en este sentido.
Si todo lo demás te parece vano y
te aburre es porque estás listo para ir a donde hay que ir, es
decir, al Reino de Dios, pues todo lo demás te será dado por
añadidura. Mientras se espera encontrar el Reino, uno puede
realmente reventar de miseria aquí abajo en medio de la
indiferencia de los inteligentes que sólo alientan las
búsquedas vanas, vale decir, razonables como la bomba atómica,
por ejemplo, o la literatura pornográfica, o la que está
castrada. O sea, ¡toda clase de cortezas muertas! ¿Cómo puede
el mundo esperar beneficiarse del conocimiento de los hijos de
Dios, mientras se oriente hacia los hijos del diablo y sus obras
sorprendentes pero muertas y que sólo engendran la muerte
?
A ratos me pregunto cómo no me
volví loco de angustia y pena en esta búsqueda enloquecedora;
he necesitado un aguante físico y una templanza moral realmente
únicas para resistir y no ser volatilizado de un lado u otro. Y
no menciono... las inauditas dificultades respecto a la vida
material en este mundo oscurecido y feroz que, ellas solas,
hubiesen bastado para derribar a hombres fuertes. ¡Además, vino
a ser como trece huevos en una docena, como un cariñoso regalo
del Altísimo para alguien a quien quiere!
¿Cómo podrías apreciar algo que
te es dado sin pena ni búsqueda?... Dios pone a prueba mucho
tiempo a sus elegidos... hasta el límite de sus fuerzas y de su
paciencia, hasta los límites de la desesperación. ¿Sabes que
sólo algunos preferidos entre los mayores santos de todos los
tiempos han obtenido el conocimiento último y posesivo? ¿Sabes
que los que sólo se han beneficiado de dicho conocimiento sin
poseerlo, también han esperado mucho tiempo y sufrido mil
repulsas? Basta con que reces. Dios no es sordo ni tonto pero es
exigente, prudente y lento. Lo que está en juego es tan
fantástico e insensato que si tuviésemos plena conciencia de
él posiblemente no nos atreveríamos a pedirlo, como ocurre con
los que no pueden creérselo por su enormidad e inverosimilitud.
Debes necesariamente empaparte de las palabras de los maestros,
antes de que este jeroglífico empiece a desenredarse en tu
cerebro.
La Iglesia actúa sabiamente al
prohibir a sus feligreses la búsqueda del secreto del Universo.
Es demasiado peligroso, demasiado agotador, demasiado terrible y
si Dios en persona no te empuja hacia ello de una manera
irresistible y no te inspira directamente, es inútil arriesgarse
en el laberinto donde la locura nos acecha y devora 99 veces de
cada 100.
El secreto está en ti y los
auténticos libros santos no son sino espejos muy imperfectos en
los que puedes reconocerlo orando como un loco. Y, por favor,
créeme, ni la erudición, ni la ciencia, ni siquiera la
inteligencia consiguen algo si el Señor no te murmura la cosa al
oído.
Es demasiado fácil y es lo que
repele a los buscadores acostumbrados a las grandes dificultades,
a las grandes sutilezas, a los enormes trabajos, pues no pueden
creer, por su locura orgullosa, que Dios lo da gratuitamente a
sus hijos reposados y atentos.
¿Comprendes lo que significa sin
malicia? ¡Sin corteza!
En nuestra búsqueda del Señor no
debemos dejarnos escandalizar por nada ni por nadie, pues
podríamos pasar al lado de la revelación tantas veces como nos
velaríamos los ojos y nos taparíamos los oídos.
Felices los que creen sin haber
visto, pues verán y saborearán más que nadie.
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