Jean-Aymar devos-Hornett
Traducción: A. Ballester
«Tu GNOSIS es demasiado maravillosa
para mí, demasiado intensa,
soy incapaz de alcanzarla» (1).
«Sin la GNOSIS, todo hombre
es estúpido» (2).
– «¡Pero, usted es gnóstico!»
Esta exclamación indignada impactó en mi espíritu como una bala entre los ojos.
¡Era abominable!, insensiblemente, las ideas perniciosas debieron llevar a cabo en mí su germinación infernal para aparecer de golpe como una erupción de rubeola después de una larga e invisible incubación. ¡Heme aquí un gnóstico! Ayer un fiel casi ortodoxo, hoy un gnóstico total. ¡Cuán débil debía ser la frontera! ¡Tenía que reaccionar!
– «Dígame, ¿qué es exactamente un gnóstico?»
La respuesta me pareció confusa, sólo recuerdo la perorata:
«… Y esta detestable herejía parece tan inmortal como el mismo Satanás, pues, con misteriosos viajes subterráneos, de edad en edad, resurge inexorablemente en las mentes pervertidas, como los brotes sucesivos de un monstruoso rizoma. ¡Ved a los Cátaros, los Templarios, los Rosacruces y otros Superiores desconocidos!»
¡Horror y estupefacción! La Bestia inmunda se había apoderado, pues, de mí: y como de otro Sr. Jourdain se tratara, yo hacía gnosis sin saberlo.
Tomé rápidamente una resolución. Agradecí al alma vigilante que me había abierto los ojos a mi mal y decidí adoptar una actitud freudiana: conocer mejor el mal para combatirlo. Poco a poco, me dije, la luz se decantará, la clara verdad evangélica sobrepasará a la hidra gnóstica. Cuando habré estudiado tanto la gnosis como la Escritura, la separación se hará de un modo natural.
¡Ay!, lector iluminado, vuela en mi socorro y teme imitar mi loca imprudencia. En efecto, lejos de convertirme, mis búsquedas insensatas me han encadenado en el error sin retorno. Y, hoy en día, para acabar la obra satánica, la más loca idea se impone irresistiblemente a mi pobre espíritu extraviado. Con horror te la voy a decir: ¡EL MISMO EVANGELIO ES GNÓSTICO!
* * *
En realidad es muy difícil situar esta herejía. Primero, se ha bautizado como «gnósticas» una serie de sectas o movimientos religiosos muy distintos entre sí y que habrían estado muy sorprendidos de esta agrupación y de esta denominación. Luego, como juiciosamente lo ha remarcado J. Kelly: «Es la coexistencia de una gnosis medio cristiana, herética o en absoluto cristiana que, en cierta medida, hace muy difícil definir con precisión el gnosticismo» (3).
En las páginas siguientes, únicamente nos referiremos a la gnosis cristiana; ¿quién la domina y la ejerce aún hoy en día? No obstante, el Nuevo Testamento habla de ella en numerosos pasajes: esto es lo que hemos querido mostrar.
El método que hemos utilizado deriva de los buenos maestros Virgilio y Rabelais. Es muy conocida la historia de la Sibila de Cumas (4). Esta virgen escribe sobre hojas de árbol los versos de sus oráculos, luego en su antro los amontona en orden; la puerta se abre y el viento dispersa hojas y versos que la profetisa no se afana (en absoluto) en ordenar de nuevo. Y los consultantes se van sin respuesta, maldiciendo la morada de la Sibila.
Lo mismo ocurre cuando Panurgo consulta sobre su matrimonio a la Sibila de Panzoust (5): «Allí había un sicómoro antiguo; lo sacudió tres veces, y sobre las ocho hojas que cayeron en el huso escribió rápidamente unos breves versos, las arrojó al viento y les dijo: «Idlas a buscar, si queréis; encontradlas, si podéis; la suerte fatal de vuestro matrimonio en ellas está escrita»…(censura de un pasaje terrorífico). Corrieron en pos de las hojas y al cabo de gran trabajo lograron recogerlas, porque el viento las había esparcido entre los arbustos del valle. Ordenándolas una detrás de otra, encontraron esta sentencia en verso…».
Hemos intentado, pues, confrontar versículos dispersos del Nuevo Testamento que según parece, tratan de la gnosis, un poco como en el juego de paciencia donde se coloca cada carta en su color y en su orden. Para atenernos lo más posible al texto original, a menudo lo hemos traducido de forma muy literal.
Solamente deseamos recordar que esta gnosis cristiana existe y, ya que existe, es vital y como la médula espinal del Cristianismo. No habremos perdido el tiempo si esto incita tan solo a un creyente a buscar la gnosis evangélica, la Sabiduría que el Espíritu Santo enseña en su Escuela de los Misterios.
La palabra «gnosis» está empleada veintiocho veces en el Nuevo Testamento. Fundamentalmente significa la acción de conocer, el conocimiento; su acepción se ha extendido naturalmente al objeto del conocimiento: la ciencia misma.
SABIDURÍA OCULTA, dicha gnosis es misteriosa y secreta; está reservada a los que han sido juzgados dignos de ella: «¡Oh, profundidad de la riqueza, de la sabiduría y de la gnosis de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios y cuán impenetrables sus vías!» (Rom. XI, 33) En efecto, ¿quién ha conocido el pensamiento del Señor?.
«De sabiduría es de lo que hablamos entre los perfectos; no de una sabiduría de este eón, ni de los príncipes de este mundo que están abolidos; al contrario, hablamos de una sabiduría de Dios, misteriosa, que ha permanecido oculta, que Dios ha predestinado antes de los eones, para nuestra gloria». (I Cor. II, 6-7).
La humildad es la puerta de este jardín secreto: «Te doy gracias, Padre, Señor del Cielo y de la Tierra, pues esto tú lo has ocultado a los sabios y a los inteligentes y lo has revelado a los pequeñuelos». (Mt. XI, 25).
Pablo afirma que este conocimiento es el bien supremo: «Ciertamente, todas las cosas las estimo como una pérdida en relación al beneficio de la gnosis de Cristo Jesús, mi Señor» (Fil. III, 8)..
EL PERFUME DE LA GNOSIS, Pablo especifica que está lejos de ignorar su substancia: «Si en discursos sólo soy un profano, no lo soy en gnosis: en todo y en todas las formas os lo hemos mostrado» (II Cor. XI, 6). Así es como Pablo junto con los Apóstoles y de una manera especial los amigos de Dios, difunden el buen olor gnóstico que separará a los vivos de los muertos: «A Dios sea la Gracia, pues él, nos hace triunfar siempre en Cristo y por nosotros manifiesta en todas partes el perfume de su gnosis. Ya que por Dios somos el buen olor de Cristo entre los que se salvan y entre los que se pierden; para unos, un olor que de la muerte va a la muerte, para los otros, un olor que de la vida va a la vida. ¿Quién es capaz de esto? En efecto, no somos como la mayoría que falsean la palabra de Dios, no, es con una pureza total, es por Dios que ante Dios hablamos en Cristo» (II Cor. II, 14-17).
Todos los profetas difunden este perfume sutil en el mundo para recolectar a los fieles de fino olfato. Es lo que hizo también Juan el Bautista, pues preparó la venida del Hijo divino, como lo canta Zacarías su padre: «Y tú, pequeño, tú serás llamado profeta del Altísimo, pues caminarás ante el Señor para preparar sus vías, para dar la gnosis de salvación a su pueblo» (Luc. I, 76).
FALSA GNOSIS, Los falsos profetas difunden gnosis falaces que no debemos confundir con la auténtica: «Habrá un tiempo en que los hombres ya no soportarán la sana doctrina, sino que con comezón de oído, siguiendo su propia codicia, se darán muchos maestros y apartarán el oído de la verdad para volverse hacia las fábulas» (II Tim. IV, 3-4). Pablo advirtió a Timoteo que guardara fielmente el legado tradicional que le confió: «¡Oh, Timoteo!, guarda el legado. Evita las pláticas huecas y profanas y las objeciones de la gnosis que no merece este nombre» (I Tim. VI, 20). En cuanto a Pablo, como los verdaderos misioneros de Dios, de algún modo posee la infalibilidad que separa lo puro de lo impuro: «…derribamos los sofismas y toda soberbia levantada contra la gnosis de Dios» (II Cor. X, 4-5).
PALABRA ESCONDIDA, Dicha gnosis debe permanecer al abrigo del mundo y de la masa, por lo cual Jesús ante ellos nunca llamó las cosas por su nombre: Es en parábolas como Jesús dijo todo esto a las gentes y nada les decía sin parábola, a fin de que se cumpliera lo que había sido dicho por el profeta: «Abriré la boca para decir parábolas, clamaré las cosas ocultas desde la fundación del mundo» (Mt. XIII, 34-35). Sólo los discípulos elegidos reciben el sentido profundo, la gnosis crística: «No les hablaba sin parábolas, mas a sus discípulos, en particular, él les resolvía todo» (Mc. IV, 34). En efecto, Jesús les decía: «A vosotros os ha sido dado el misterio del Reino de Dios; pero para los que son del exterior, todo les llega en parábolas a fin de que: mirando, miren sin ver y escuchando, oigan sin comprender, por miedo a que se conviertan y sean absueltos» (Mc. IV, 11-12). Los mismos discípulos se sorprenden de este carácter tan reservado: «Judas, no el Iscariote, le preguntó: ¿Señor, cómo es que vas a manifestarte a nosotros y no al mundo? – Jesús le respondió: Si alguno me ama guardará mi palabra y mi Padre le amará e iremos hacia él, y en él estableceremos nuestra morada (Jn. XIV, 22-23). La comprensión de dichos misterios no está al alcance del viejo Adán. Únicamente el Don de Dios abre los tesoros de la Escritura: «No todos alcanzan esta palabra, sólo aquellos a quienes es dado recibirla» (Mt. XIX, 11).
NECESIDAD DE LA HERMENEUTICA, Es, pues, evidente que la Escritura Santa es por entero un libro sellado: «Si nuestro Evangelio es oculto, solamente lo es para los que se pierden, para los infieles a los cuales el dios de este eón ha cegado el entendimiento, a fin de que no brille para ellos la iluminación del Evangelio de la gloria de Cristo, que es el icono de Dios» (II Cor. IV, 3-4). Este libro permanece cerrado no sólo para los inteligentes del mundo, sino, ¡desgraciadamente!, también para todo hombre carnal (6) cuyos sentidos no han sido purificados:«sabemos que permaneciendo en este cuerpo estamos exiliados lejos de Dios: pues caminamos mediante la fe y no mediante la vista» (II Cor. V, 6). El que querrá interpretar la palabra divina por su inteligencia particular, sin la ayuda del Espíritu Santo, se extraviará inevitablemente: «Ante todo debéis saber: ninguna profecía de la Escritura es objeto de interpretación particular, ya que jamás una profecía ha sido impulsada por la voluntad del hombre, sino que hombres impulsados por el Espíritu Santo hablaron por Dios» (II Pedro I, 20-21).
Así nacen los comentarios erróneos y las herejías. Pedro advirtió de ello a sus lectores cuando implícitamente reconoce que las cartas de Pablo ya forman parte de la Escritura y a este título necesitan de una hermenéutica: «Hay en ellas cosas difíciles de comprender que los ignorantes y los inestables pervierten -como las demás Escrituras- para su propia perdición» (II Pedro, III, 16).
CRISTO EXÉGETA, Toda Escritura santa ha sido sabiamente revelada a fin de que sólo los puros puedan beber de ella. Este velo sólo puede ser retirado por Cristo, por su Espíritu libre, para el maravillado contemplador que después de absorber este alimento, al fin sólido, resplandezca a su vez como un faro para los suyos: «Su entendimiento se ha endurecido. En efecto, hasta este día, este mismo velo permanece en la lectura del Antiguo Testamento: no es retirado, pues es en Cristo que desaparece. Si hasta el día de hoy, cada vez que leen a Moisés, un velo cubre su corazón. Cuando uno se convierte al Señor, este velo es retirado. El Señor es el Espíritu, donde está el Espíritu del Señor allí está la libertad. Y nosotros todos, que con la faz descubierta miramos (7) la gloria del Señor, en este mismo icono, somos transformados de gloria en gloria, como por el Espíritu del Señor» (II Cor. III, 14-18).
Cristo-Hermes, objeto de la Escritura, es también su intérprete autorizado, pues ¿no es Él quien encendió la linterna de los peregrinos de Emmaús?. «Comenzando por Moisés y recorriendo todos los profetas, hizo para ellos la hermenéutica (8) de lo que le concernía en todas las Escrituras» (Lc. XXIV, 27). De tal modo iluminó su linterna que estos discípulos benditos se dijeron el uno al otro: «¿No sentíamos arder nuestro corazón cuando nos hablaba en camino, y cuando nos abría las Escrituras?» (Lc. XXIV, 32). Y esta misma bendición fluyó sobre los Apóstoles: «Entonces les abrió el sentido (nous) a la comprensión de las escrituras» (Lc. XXIV, 45).
VIDA Y MUERTE LITÚRGICAS, Al igual que la letra vacía de su espíritu es sólo un cadáver, el rito también lo es sin la Presencia real. Pensamos que los textos siguientes no deben ser fijados en la historia y conservan una candente actualidad: «Así pues, si (Cristo) estuviera sobre la tierra ni siquiera sería sacerdote, puesto que hay hombres encargados de ofrecer los dones según la Ley. Estos rinden un culto a ejemplo y sombra de las cosas celestes, según la revelación que Moisés recibió cuando había de construir la tienda: Mira, está dicho, (9) lo harás todo conforme al ejemplo que te fue mostrado en la montaña» (Heb. VIII, 4-5).
El Espíritu es lo que vivifica la Escritura y anima el rito; la producción gloriosa de estas bodas del Cielo y de la Tierra es el Salvador del mundo: «Poseyendo tan sólo la sombra de los bienes venideros, y no el icono mismo de las cosas, la Ley, con los mismos sacrificios ofrecidos continuamente de año en año, nunca podría volver perfectos a los asistentes. De otro modo ya habrían cesado de ofrecerse, pues los fieles de dicho culto purificados de una vez por todas, ya no tendrían conciencia de sus pecados (…). Y todo sacerdote se presenta cada día para oficiar y ofrecer frecuentemente los mismos sacrificios, los cuales jamás pueden quitar los pecados. Al contrario, Él ha ofrecido para los pecados un sacrificio único (…). Pues por una hostia única él ha vuelto a los santificados perfectos para siempre» (Heb. X, 1-14).
También son actuales estas invectivas de Jesús: «Desgraciados de vosotros, legisladores, pues habéis quitado la llave de la gnosis. Vosotros mismos no habéis entrado y a los que entraban se lo habéis impedido» (Lc. XI, 52). «Guías ciegos que coláis el mosquito y tragáis la camella» (Mt. XXIII, 24). Pero esquivemos este terreno candente.
MALENTENDIDO LINGÜÍSTICO, Todo ocurre como si hubiese, tanto en el rito como en la Escritura, entre la palabra divina y el auditor, una dificultad de tipo muy conocido en Bélgica: un problema lingüístico o, propiamente y en otros términos: un malentendido por mal entendedor.
El Espíritu Santo habla una lengua verde y sutil que sólo es perceptible por la oreja del hombre interior; el hombre carnal confundiendo constantemente la gimnasia con la magnesia, sólo oye palabras palurdas, espesas y profanas a su medida: «El hombre psíquico (o animal) no recibe lo que es del Espíritu de Dios: para él es locura y no puede conocerlo ya que esto se ha de examinar espiritualmente; en cambio, el hombre espiritual examina el todo, pero él mismo no es examinado por nadie» (I Cor. II, 14-15).
La gramática del bello lenguaje se enseña en la gallarda abadía de Telema. Sobre el portal de esta santísima escuela, dispensadora de la Gaya Ciencia y del Fino Amor, está escrito en grandes letras antiguas:
«Compaignons gentilz,
Serains et subtilz,
Hors de vilité,
De civilité
Cy sont les oustilz,
Compaignons gentilz
Cy entrez, vous, qui le sainct Evangile
En sens agile annoncez, quoy qu’on gronde:
Céans aurez un refuge et bastille
Contre l’hostile erreur qui tant postille (10)
Par son faulx stile empoizonner le monde:
Entrez, qu’on fonde icy la foy profonde,
Puis qu’on confonde et par voix et par rolle (11)
Les ennemys de la saincte parolle.
La parolle saincte
Jà ne soit extaincte
En ce lieu trés sainct;
Chascun en soit ceinct
Chascune ayt enceincte (11)
La parolle saincte» (12)
«Compañeros gentiles,
serenos y sutiles,
lejos de vileza;
de civilización,
aquí están los útiles,
compañeros gentiles.
Entrad vosotros que el Santo Evangelio,
Con sentido ágil anunciáis, aún que haya quien gruña:
Aquí tendréis refugio y bastilla.
Contra el error hostil que tanto se agita,
Por su falso estilo a emponzoñar el mundo:
Entrad, sea aquí fundada la fe profunda,
Y sean confundidos por la voz y por escrito
los enemigos de la santa palabra.
La palabra santa,
No sea ya exigua,
En este santísimo lugar,
Cada uno esté ceñido,
Cada uno esté en cinta
De la palabra santa».
LA LIBRE ESCUELA DE LA GNOSIS, Entre esta Escuela y la de nuestros hijos en el mundo, tal como dice espiritualmente uno de nuestros sabios lectores, «hay un mundo de diferencia». Toda la vida de los telemitas «no estaba regida según leyes, estatutos o reglas, sino según su deseo y franco arbitrio (…) En su regla no había más que esta cláusula: haz lo que quieras porque las gentes libres, bien nacidas, tienen por naturaleza un instinto y aguijón que siempre les impulsa a hechos virtuosos y les aleja del vicio, al cual le llamaban honor» (14).
La Escuela de la gnosis es la de los profetas y de los Sabios bien nacidos, ya que han nacido de arriba, de agua y de espíritu; esta es la Iglesia interior que debe fecundar a la exterior. Si la Iglesia exterior se separa de su Escuela, muere o divaga. Los miembros de esta Comunión de los santos, ya se les llame hermanos del libre Espíritu, de Heliópolis o de la Rosée Cuite, y puedan estar dispersos por el mundo, están animados por un único Espíritu y sólo conocen a un Maestro. El Consejero von Eckhartshausen habla admirablemente de ello en la segunda carta de su Nube sobre el Santuario. (15).
Esta Escuela del Espíritu, Rabelais ha acertado en llamarla Escuela de la libertad: «Donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad» (II Cor. III, 17). Su tesoro es un buen legado que el Espíritu Santo protege de toda corrupción, de generación en generación: «Guarda el buen legado gracias al Espíritu Santo que habita en nosotros» (II Tim. I, 14), dijo Pablo a su discípulo antes de inducirlo a transmitir, él también a su vez, la santa gnosis a sucesores cualificados: «Lo que por numerosos testigos has oído de mí, confíalo a hombres seguros que sean capaces de instruir también a otros» (ib. II, 2).
En el origen, la gnosis viene del Padre, tal como Jesús lo enseña en su plegaria: «He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste. Eran tuyos, tú me los has dado y han guardado tu palabra: Ahora han conocido que todo lo que me has dado es de ti, pues los dichos que me diste yo se los he dado y ellos los han recibido» (Jn. XVII, 6-8).
PABLO, ESLABÓN DE LA CADENA INICIÁTICA, Pablo, como los Apóstoles, recibió esta gnosis del Hijo: «En efecto, para mí he recibido del Señor lo que también os he transmitido» (I Cor. XI, 23). Y felicita a los corintios por resguardar tan fielmente el sacro legado, que de algún modo conduce a la imitación de Jesucristo: «Sed mis imitadores como yo lo soy de Cristo. Os alabo de que en todo os acordéis de mí y mantengáis las tradiciones como yo os las he transmitido» (I Cor. XI, 1-2).
Naturalmente, recomienda a su rebaño evitar los que desprecian o pervierten la gnosis: «Hermanos, os notifico en nombre del Señor J.C. que debéis apartaros de todo hermano que camina en el desorden, y no según la tradición que habéis recibido de nosotros» (II Tes. III, 6). Como buen doctor de la Ley, Pablo transmitió el legado por escrito y en forma oral, lo oral vivificando lo escrito: «Así, pues, ¡hermanos, levantaos! Y conservad el dominio de las tradiciones que habéis aprendido ya sea por nuestra palabra o por nuestra carta» (II Tes. II, 15).
Es interesante recoger lo que Pablo quiso dejarnos de su experiencia gnóstica. Ya hemos visto que no siendo experto en retórica, sí lo era en la gnosis (II Cor. XI, 6). En efecto, él posee el sentido (nous) de Cristo (I Cor. II, 16). Y, por lo tanto, recibió una revelación: «por una revelación conocí el misterio» (Ef. III, 3). Sin duda, se trata del misterio de Cristo (ib. III, 4) o de la encarnación divina «misterio oculto desde los eones en Dios, que creó todas las cosas» (ib. 9).
Fue llamado pues, elegido predestinado: «…plugo a Aquél que me había seleccionado desde las entrañas de mi madre, y llamado por su gracia, revelar en mí a su Hijo, a fin de que yo le anuncie a las naciones» (Gal. I, 15-16). ¡He aquí una imitación de Jesucristo bien realizada! Hasta el punto que: «Vivo, no yo, sino que es Cristo el que vive en mí» (ib. II, 20). Ciertamente, nos confía su experiencia que no es en absoluto banal: «Si hay que gloriarse – lo cual no es oportuno – vendré a las visiones y a las revelaciones del Señor. Sé de un hombre en Cristo, que hace catorce años – si en cuerpo, no lo sé, si fuera del cuerpo, no lo sé: Dios lo sabe – fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y sé que este hombre – sea en cuerpo, sea sin cuerpo, no lo sé: Dios lo sabe – fue arrebatado al Paraíso y oyó palabras secretas que no le es permitido al hombre decir» (II Cor. XII, 1-4). Dicha gnosis parece tener un muy sutil comienzo. Provistos de esta experiencia y de su tesoro, los elegidos pueden decir: «Así, que el hombre nos considere como servidores del Cristo y como intendentes de los misterios de Dios» (I Cor. IV, 1).
Lo que Pablo desea ardientemente es extender esta gnosis, pero es sabido que esto sólo puede hacerse santamente: «Rogad (…) por mí también a fin de que la palabra me sea dada en la apertura de la boca, en franco lenguaje, para dar a conocer el misterio del Evangelio» (Ef. VI, 19).
* * *
Llegado aquí, pensamos haber puesto suficientemente en evidencia la existencia de un secreto, de un misterio, de una gnosis en la Escritura. Quizás no haya nadie que lo niegue totalmente, pero son pocos los que no la desprecian y se dedican por entero a su búsqueda, insatisfechos de las ideas recibidas y de las modas espirituales, dispuestos a no ser más «zarandeados y desviados por doquiera de todo viento de doctrina, a merced de los hombres, a causa de su astucia para extraviar en el error» (Ef. IV, 14).
* * *
En la segunda parte de este estudio, siguiendo el mismo método, intentaremos que el Nuevo Testamento precise por si mismo cuales son el objeto y el fin de la gnosis.
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(1): Salmos 138 (139), 6.
(2): Jeremías X, 14.
(3): L. Kelly, Initiation à la Doctrine des Pères de l’Eglise, ed. Du Cerf, París, 1968, p. 34.
(4): Eneida III, 441-452
(5): Rabelais, Pantagruel, Tercer libro, XVII.
(5): Paracelso, «Le Corps de la Résurrection» en la Philosophie subtile – Fil d’Ariane n º 15, p. 18-25 (N. T. : La traducción de este excelente tratado apareció en La Puerta nº 10, Primavera 83).
(7): En griego catoptrizomenoi (de catoptris, espejo) que puede tener un sentido activo: contemplamos (en un espejo) o pasivo: reflejamos (como un espejo). San Jerónimo lo traduce por speculantes que tiene ambos sentidos.
(8): En griego: dihrmhneusen.
(9): Éxodo, XXV, 40.
(10): Se esfuerza, o quizá que corre por aquí y por allá como un postillón.
(11): Por escrito.
(12): Qué palabra tan bien elegida! ¡La buena custodia! Y ¡el bello alumbramiento!
(13): Rabelais, Gargantua, LIV.
(14): Rabelais, ibídem. LVII.
(15) Ed. Visión Libros o Bibl. des Amitiés Spirituelles