LA BÚSQUEDA DEL SANTO GRIAL I

C. del Tilo

Introducción

Ninguna leyenda conoció jamás éxito comparable al Romance de la Mesa Redonda, a juzgar por el número de cuentos y poemas que tratan de la Búsqueda del Santo Grial y del Mito de Arturo que se manifestaron a partir de finales del siglo XII.

Hacia 1.180 apareció el primero de los tres principales y más hermosos romances de esta leyenda: Perceval el Galés o Cuento del Grial de Chrétien de Troyes; unos años más tarde: La Historia del Grial de Roberto de Borón y, finalmente, hacia 1205 el Parzifal de Wolfram Von Eschenbach, en lengua alemana.

En el primero, Chrétien de Troyes no dice nada sobre los orígenes del Grial; por el contrario, Roberto de Borón, relata que el Grial no es sino el vaso o copa que utilizó Jesucristo en la Última Cena y en el cual recogió José de Arimatea la sangre del Salvador sobre la cruz. En este caso el origen es puramente cristiano.

Wolfram, por su parte, dice lo siguiente (1): «Kyot, el conocidísimo maestro, encontró en Toledo y entre unos manuscritos abandonados, la materia de esta aventura anotada en escritura árabe…donde se cuenta que un pagano (árabe) llamado Flegetanis adquirió un gran renombre por su saber. Este gran físico (sabio en ciencias cosmológicas) era del linaje de Salomón: sus padres pertenecían a una familia de Israel, en tiempos remotos… Él es quien escribió la aventura del Grial. Flegetanis había nacido de padre árabe… Examinando constelaciones descubrió profundos misterios de los que sólo hablaba temblando. Decía que existía un objeto llamado Grial. Leyó claramente su nombre en las estrellas. Un coro de ángeles lo había depositado sobre la tierra y, luego, voló más allá de los astros… Desde entonces, su cuidado correspondía a unos hombres convertidos en cristianos por el bautismo y tan puros como ángeles. Los llamados a custodiar el Grial siempre eran hombres de gran mérito. Así se expresó Flegetanis. Entonces, Kyot, el sabio maestro, buscó en los libros latinos dónde podía haber vivido un pueblo lo bastante puro y tendido hacia una vida de renuncia como para convertirse en el Guardián del Grial. Leyó las crónicas de los reinos de Bretaña, Francia, Irlanda y muchos otros más hasta encontrar lo que buscaba en Anjou…».

Aquí tenemos claramente afirmado por Wolfram, por una parte el origen islámico del Grial y por otra, y al mismo tiempo, su filiación israelita, ya que Flegetanis pertenecía al linaje de Salomón, filiación de sabiduría profética. Además, la tradición esotérica de la Edad Media, o sea, las Hermandades de Constructores y la Orden del Temple, está vinculada con Salomón, el Constructor del Templo.

También conviene añadir que ni Wolfram ni Chretién de Troyes ni Roberto de Borón pretenden que su relato sea original, afirman no haber inventado nada sino haber transcrito fielmente lo que se encontraba en «un Libro»; así, entendemos que no se refieren a una autoridad particular sino más bien a una enseñanza única y transmitida por todas las Tradiciones reveladas, especialmente el judaísmo, el Cristianismo y el Islam, las tres herederas de la gran tradición abrahámica. «El Grial es el signo de este Misterio transmitido en secreto desde la profundidad de las edades» (2), conocido y poseído también por los antiguos celtas que poblaban Bretaña, Francia e Irlanda.

Sabemos que los personajes de Merlín el Encantador y del Rey Arturo andan por todas las leyendas célticas y los poemas de los bardos bretones.

La mayoría de estos cuentos tratan de una búsqueda, al menos de forma implícita, y hablan de un vaso maravilloso y dotado de propiedades extraordinarias (3).

Así, a partir de un vaso santo, conocido por la tradición druídica bajo la forma de un «caldero» maravilloso, cuando el cristianismo se implantó en el país, el misterio pasó a tomar la denominación de Santo Grial (4), receptáculo de la verdadera sangre de Cristo.

En la versión alemana de Wolfram Von Eschenbach, el autor no menciona un vaso sino una piedra de esmeralda que alimenta a quienes la poseen. Wolfram describe los efectos de dicha piedra cuando habla de los Templarios que, según él, la guardan:

«…unos valientes caballeros moran en el castillo de Montsalvage donde se guarda el Grial. Estos son los templarios quienes, a menudo, cabalgan lejos en busca de aventuras… En este castillo reside una tropa de altivos guerreros. Quiero deciros con qué se sustentan: todo lo que les sirve de alimento les viene de una piedra preciosa que, en su esencia, es toda pureza. Si no la conocéis, os diré su nombre: se le llama lapsit exillis (5). Por la virtud de esta piedra, el Fénix se consume y convierte en cenizas; pero de estas cenizas renace la vida; gracias a esta piedra el Fénix realiza su muda para reaparecer luego en todo su esplendor y más hermoso que nunca. Cualquier hombre, por enfermo que esté, puesto en presencia de dicha piedra, con seguridad seguirá escapando de la muerte durante toda la semana que sigue al día en que la ha visto. Quien la ve deja de envejecer. Desde el día en que esta piedra se les aparece, todos los hombres y todas las mujeres recuperan el aspecto que tenían en la época de la plenitud de sus fuerzas. Si permaneciesen en presencia de la piedra a lo largo de doscientos años no cambiarían, sólo sus cabellos se volverían blancos. Dicha piedra da al hombre tal vigor que sus huesos y su carne, recuperan enseguida su juventud. También lleva el nombre de Grial» (6).

Esto nos lleva a pensar enseguida en aquella que los Alquimistasllaman su Piedra Filosofal, también dotada de inestimables virtudes y remedio de todos los males. Y, posiblemente, el Lapsit Exillis de Wolfram no es sino el Lapis el-iksir de los Alquimistas, o sea, su Elixir de vida.

Al final de su poema, Wolfram declara lo siguiente: «Maestre Chrétien de Troyes ha contado esta historia pero alterándola y Kyot, quien nos transmitió el verdadero cuento, se irrita por ello con razón». Por lo tanto, según él, Kyot es el auténtico revelador de la historia del Grial que procede de una tradición árabe recogida en España. Kyot era catalán y el cuento llegó a Alemania desde Cataluña. Esta es, según Wolfram, la verdad que Chrétien de Troyes no dijo.

Ahora bien, contrastando visiblemente con las demás obras contemporáneas y dejando de lado tal o cual toma de postura de orden puramente teológico y evidentemente de cumplido, no hay ningún rasgo de hostilidad para con el Islam sino, al contrario, muchos y muy aparentes indicios de admiración y respeto hacia su espíritu y civilización. Pero, por sorprendente que pueda parecer tal actitud, si pensamos que la obra fue escrita en la época de la Cuarta Cruzada, el interés podría parecer originado sólo por la curiosidad si el autor no hubiese dado algunas precisiones de un alcance totalmente distinto sobre su verdadero pensamiento; en el Libro I leemos que Gamuret, padre de Parzifal y hermano menor del rey de Anjou, rechaza el infantazgo (7) que este le ofrece y Wolfram nos indica sus motivos(8):

«Sin embargo, este héroe, tan bien instruido en toda clase de conveniencias, no pensaba que hubiese en el mundo ningún soberano coronado, rey, emperador o emperatriz de quien debiera ser el servidor. Quería servir sólo a «Aquel que ejerce el poder supremo sobre todos los reinos de la tierra». Tal era la intención que llevaba dentro de su corazón. Ahora bien, se enteró que en Bagdad reinaba un califa tan poderoso que su autoridad se extendía a los dos tercios de la tierra o todavía más allá. los paganos le veneraban tanto que, en su idioma, le llamaban el Baruk. Se había adueñado de tantos pueblos que entre sus vasallos se encontraban numerosos reyes… Este poder y esta dignidad de Califa sigue existiendo hoy día. Tal como en Roma se está atento a la observancia de los principios cristianos enseñados por la religión de nuestro bautismo, en dicho país se observa una ley pagana. En Bagdad, los habitantes reciben de su papa los beneficios que, con derecho, esperan de él;… el Baruk es quien les concede la remisión de sus pecados… En aquel tiempo llegó el joven príncipe de Anjou. El Califa le demostró un gran afecto y Gamuret, el noble caballero, le ofreció sus servicios y se convirtió en su soldado»(9).

Así, Gamuret (10)… para cumplir con su voto de caballería celeste se pone al servicio de la mayor autoridad espiritual conocida y esta autoridad es islámica. Wolfram la identifica con el Califa de Bagdad, pero su título de Baruk, el bendito en hebreo; en árabe el-Mubarak o Mabruk, y la naturaleza de sus poderes dejan ver en él una autoridad de un orden más profundo…La palabra Califa puede entenderse a la vez en el sentido de «Sucesor del Profeta» y de «Teniente de Allah»… Otro nombre de Bagdad es Dar-es-Salam, la «Casa de la Paz» (11) que también es una forma de designar el centro espiritual supremo.

Veamos lo que de esto dice Mohyiddin Ibn Arabi: «El país de Allah que más quiero después de Taybah, (Medina), la Mecca y Jerusalén es la ciudad de Bughdan (Bagdad: don de Dios). ¿Cómo podría dejar de desear la «Paz» cuando allí está el Imam que dirige mi religión, mi inteligencia y mi fe?» (Tarjuman el Achwaq. Cap. XXXVIII).

Esta última frase podría ser atribuida sin cambios al padre de Parzifal. Entonces podríamos comprender cómo Gamuret, aún siendo cristiano y manteniéndose en su fe, pudo ponerse al servicio de la autoridad islámica suprema para realizar su vocación espiritual; es porque ésta, a pesar de ser normalmente ejercida en el marco y a través del Islam, se situaba por su grado y cierto aspecto de su función más allá de la distinción de las formas tradicionales.

En nombre de dicha autoridad lucha victoriosamente en Marruecos, Persia, Siria, Arabia. Libera al reino moro de Zazamán, pone término a todo un sistema de conflictos donde están implicados particularmente unos príncipes cristianos y se une en matrimonio con la reina Belacane, «negra como la noche» de quien engendra Feirefiz, el caballero negro y blanco. Después, en secreto, deja a Belacane y el Oriente y vuelve a Gales donde también trae la paz al casarse con la reina Herzeloida, «clara como la luz del sol», hermana del rey «Mehaigne» del Grial; de ella nacerá Parzifal. Pero pronto debe atender una llamada del Califa, prueba de que en todos sus trabajos sigue siendo su soldado, y muere combatiendo por él en Oriente.

La tarea del «héroe puro» habrá sido pacificar Oriente y Occidente, pero, sobre todo, preparar una obra más elevada simbolizada por la semilla plantada en cada una de las dos regiones, tradicionales rivales, en la persona de dos hermanastros, de un principio de restauración y reconciliación aparentemente doble, pero que se dará a conocer como siendo «uno» en el último acto de la Aventura, justo antes del desenlace…

En el Libro XV, penúltimo del poema, Parzifal vuelve a escena sólo para encontrarse, sin conocerle, con su hermano Feirefiz. Entonces hay un combate «espantoso y prodigioso» en el que no consiguen vencerse y donde, por otra parte, Feirefiz parece ser superior en sabiduría y generosidad. Dicho combate sólo acaba cuando se reconocen como hijos de un mismo padre y, es más, como miembros de una tríada espiritual consciente de ella misma: «Mi padre y tú y yo mismo, dice Feirefiz, éramos sólo uno en tres personas»…

Además, Wolfram se empeña en no dejar ningún equívoco respecto a su verdadero pensamiento en cuanto al lazo que une ambos héroes y, por lo tanto, en cuanto al significado de su combate y sus consecuencias: «Estos dos, dice, hacen sólo uno. Mi hermano y yo somos un único ser». Más adelante, en el relato, no sólo los une sino que no hace distinción alguna entre ellos en una invocación a Dios: «Pues, os lo digo, estos dos son sólo uno», así «este deseo (Dios socorre al hijo de Gamuret) lo formulo para ambos, tanto para el pagano como para el cristiano».

Sabemos la continuación: enseguida después del combate, Cundria se dirige al bando de Arturo para anunciar que la Piedra ha designado a Parzifal como rey del Grial. Parzifal, que tiene derecho a llevarse sólo a un compañero a Montsalvage, escoge a su hermano de entre todos los caballeros presentes incluyendo a los iniciados de la Mesa Redonda.

Únicamente en el interior mismo de Montsalvage, en el mismo Centro, Feirefiz se someterá al bautismo para casarse con Repanza de Alegría, esto le permitirá ver con sus propios ojos la Piedra Santa. Al cabo de doce días vuelve a su reino de las Indias, cerca del Paraíso Terrestre, donde Repanza de Alegría dará a luz un hijo que será llamado el sacerdote Juan. Más tarde, según el Titurel, de Albrecht, seguidor de Wolfram, Parzifal, junto con los templarios de Montsalvage, dejará Europa, entregada cada día más al pecado, para reunirse con Feirefiz en la India y obtendrá de Dios que Montsalvage y el Grial sean trasladados allí.

El lector interesado por este tema podrá recurrir provechosamente a la obra completa de P. Ponsoye cuya lectura recomendamos encarecidamente.

La leyenda del Grial no es un invento poético, es la expresión de la gran corriente viva de la Tradición universal y primordial que se refiere al Misterio de la Revelación, Misterio del conocimiento de Dios y de la Regeneración del hombre.

En este caso y por un momento, las enseñanzas del Celtismo, del Cristianismo, del Judaísmo y del Islam se han reunido. Aquí aparece claramente la unidad fundamental entre las diversas formas con las que la Tradición se reviste a lo largo de los tiempos y según los lugares.

En la leyenda hay dos corrientes distintas: una específicamente cristiana y occidental y otra marcada por la influencia oriental del Islam. Podemos pensar que la Orden del Temple debió desempeñar un importante papel en la fusión de estas dos corrientes, Wolfram así nos lo ha dado a entender.

Tanto el misterio del Grial como el de la Revelación son universales. Citamos nuevamente a P. Ponsoye en su conclusión: «Dicho misterio es el de Melki-Tsedeq, eterno prototipo del Sacerdocio y fundamento del orden tradicional, universal e imperecedero. El Grial está escondido en él con «la Palabra igualmente válida». Nunca dejará de ser buscado entre la Gente del Libro y entre la Gente de la Unidad» (12).

«Con esta Palabra lo reencuentran, pues Aquel a quien todos los «hijos de Abraham» esperan, el Sacerdos in aeternum prometido por juramento a Israel, el Mesías del Segundo Advenimiento, Seyidna Aïssa (Jesús), Sello de la Santidad Universal, les ha enviado de antemano la misma convocatoria» (13).

El Corán nos invita a reencontrar esta unidad fundamental de las tres grandes tradiciones como Parzifal y Feirefiz surgidos de un mismo padre: «Dí: ¡Oh, Gente del Libro! Elevaos hasta «una Palabra que sea tan válida para nosotros como para vosotros»: que adoremos sólo a Dios, que no le asociemos nada, que no tomemos a algunos de entre nosotros como «Señores» fuera de Dios»(Corán, Sura III,64).

Ciertamente, no nos engañemos, los verdaderos «hijos de Abraham», ya sean judíos, cristianos o musulmanes, siempre se vuelven a encontrar unidos en la contemplación de la Epifanía del Santo Grial, más allá de las incomprensiones, de las rivalidades y de las luchas confesionales, literales o temporales.

Este debió ser, quizás, el papel que procuró desempeñar la Orden del Temple (14) a lo largo de casi dos siglos, pero que, finalmente, el Occidente cristiano no aceptó.

* * *

En los próximos números de la revista, propondremos a nuestros lectores un breve resumen de los Romances de la Mesa Redonda según las versiones de Chrétien de Troyes y Roberto de Borón y procuraremos explicar algunos símbolos y figuras.

También ofreceremos la traducción de un extracto del texto establecido por Jacques Boulanger (15) sobre la Historia de Merlín el Encantador. Se trata del origen del Santo Grial contado por Roberto de Borón en su Historia del Grial.

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(1) Wolfram Von Eschenbach, Parzifal Vol.II, Aubier Montaigne, París 1977. Traducción e introducción de Ernest Tonnelat, pag. 23-24-25

(2) Pierre Ponsoye, L`Islam et le Graal, Arché, Milán, 1976, pag.18.

(3) J. Vendryes, Le Graal dans le cycle breton en «Lumière du Graal». Cahiers du Sud, 1951.

(4) La palabra Grial viene del Sur de Francia y Cataluña: antiguo francés: graalz; provenzal: grazal; antiguo catalán: gresal; castellano antiguo: greal, garral; latín vulgar: gradalis, gradalus, especie de vaso. Cf.P. Ponsoye, op.cit. pag.211.

(5) Este nombre podría ser la contracción de Lapis lapsus ex coelis: la Piedra caída del cielo.

(6) Parzifal Vol.II, pag. 36-37.

(7) En francés apanage, «porción de domino que los soberanos asignaban a veces a sus hermanos o hijo primogénito».

(8) op.cit.,Vol.II, pag. 50-51.

(9) op.cit. Vol.I, pag. 13-14. En el sentido primitivo de «a sueldo de…»

(10) Cf. P.Ponsoye, pag. 51-55.

(11) Jerusalén significa en hebreo «Fundación de Paz» y, por lo tanto, puede ser simbólicamente identificada con Bagdad.

(12) «La Gente del Libro»: los judíos y los cristianos. «La Gente de la Unidad»: los musulmanes.

(13) Cf. P.Ponsoye, pag. 197.

(14) La Orden del Temple fue fundada en 1118 por Hugo de Payns y otros ocho caballeros franceses. Diez años más tarde, San Bernardo, Abad de Clairevaux, redactó su Regla. Así, la Orden del Temple fue fundada bajo los auspicios de la Orden de Citeaux (Cistercienses) a los que pertenecía San Bernardo. Ambas órdenes mantuvieron relaciones fraternales muy estrechas. Cfr. A.Pauphilet, Etudes sur la Queste du Saint Graal, Librairie anc. H. Champion, París 1921; pag. 69).

En 1312, el Papa Clemente V abolió «provisionalmente» la Orden de los Templarios (pues no se atrevió a condenarla); estos fueron quemados o dispersados después de un juicio inicuo organizado por el rey de Francia, Felipe el Hermoso. Por lo tanto, el primer romance del Grial apareció 62 años después de la fundación de la Orden del Temple.

(15) Les Romans de la Table Ronde – Texte nouvellement rédigé par M. Jacques Boulanger, comprénant: Merlin l´Enchanteur; Lancelot du Lac; le Saint Graal; la Mort d´Artus, Plon, París, 1948.