EL TEMA DE TODA REVELACIÓN

Fragmento aparecido en LA PUERTA. LA TRADICIÓN GRIEGA

E H

El tema de toda Revelación es la gnosis del oro físico, el sol terrestre objeto de todos nuestros deseos. Tal es, también, ya lo hemos escrito, el significado profundo de la Odisea, monumento desconocido de la filosofía hermética. ¿Quién puede creer en la virtud de este precioso metal? Tiene maneras de comportarse muy distintas unas de otras. Hay que aprender a reconocerlas para no extraviarse en su búsqueda.

Ciertamente la metálica es la más perfecta cuando suena claro, pero se ha de estudiar en todos sus aspectos, desde el oro condenado al de oro glorioso que resucita a los muertos. No basta, pues, con manipular el de los orfebres. Esforzarse por alcanzar el secreto de la Gran Obra es meditar largo tiempo, con la ayuda de Dios, sobre la naturaleza del oro, a fin de saber de dónde viene y adónde debe ir, según el Arte; ya que el oro tiene un origen y un fin, es decir, una perfección. Finalmente, hay que entender cuál es el parentesco con el género humano y cómo puede convertirse en una medicina. A menudo hemos decepcionado a más de un principiante encaprichado en la química vulgar y con demasiadas prisas por manosear esto o aquello, sin verdadero conocimiento de la naturaleza mineral, aconsejándole empezar por la plegaria, la ofrenda de sí mismo, la meditación y el estudio de los libros, a fin de percibir la intención de los filósofos oculta bajo el dédalo de las palabras. Alguna vez, también hemos podido decepcionar a los presuntuosos, diciéndoles que, al ser la Gran Obra un don divino, nunca podrá llevarla a cabo sólo el mero talento de los hombres. Para entenderla y realizarla hace falta la ayuda de este genio bienhechor que descubra para algunos, el texto de los libros sellados. Si de un don divino se trata, el más simple de los hombres puede esperar obtenerlo; pero, a menudo, esto parece irrisorio a muchos buscadores cuyo cerebro está repleto de complicaciones extrañas a la única levadura de la cábala química.Así, pues, nuestro oro puede ser volátil o fijo, espiritual o corporal, noble o vulgar, mineral o metálico, glorioso o despreciado, manifestado o no, perdido o reencontrado, muerto o vivo, veneno o medicina.