Introducción y traducción: C. del Tilo
Introducción
El Sefer ha-Bahir, que se traduce por el ‘Libro de la Claridad’ o también ‘de la Transparencia’, ‘de la Limpidez’, se presenta bajo la forma de un midrach, es decir, de un comentario sobre versículos de la Biblia. Está compuesto por 200 párrafos, por lo general muy breves, a veces formados por sólo un par de líneas y limitándose los más largos a dos o tres páginas. Los versículos que se comentan parecen haber sido escogidos sin ningún orden ni lógica. El paso de un párrafo al siguiente se realiza a menudo por medio de asociaciones de ideas o símbolos, los cuales no siempre parecen muy evidentes al lector que no está familiarizado con las sutilezas d la exégesis hebrea. Ciertos comentarios se refieren a las formas de las letras e incluso a los puntos vocales. Las parábolas, en total unas cincuenta, ocupan también un lugar importante en la obra. A continuación vamos a presentar a nuestros lectores una de ellas.
Según la primera frase del texto, este libro también se conoce como el Midrach de Rabí Nehunia ben haQanah. El cabalista catalán Najmánides lo cita con este título en su comentario del Pentateuco, dando a entender que la redacción de este midrach se situaría en la época del tanah (se denomina así a los redactores de la Michna) Rabí Nehunia, es decir, hacia el siglo II d. C., o que por lo menos, las enseñanzas que contiene se refieren a las de los maestros del Talmud.
El eminente profesor G. Sholem concluye su estudio sobre el Bahir de la manera siguiente: «La hipótesis que consistiría en afirmar que los pensamientos cabalísticos más antiguos habían nacido en la región provenzal y que el libro Bahir había sido compuesto allí es indefinible. Sin duda, documentos procedentes de diversas fuentes judías mucho más antiguas, han llegado a esta región por medio de diferentes vías hacia mediados del siglo XII; han sido redactados aproximadamente entre 1160 y 1180, en el seno de un círculo que recogió estas ideas, estas tradiciones, estos documentos y que contribuyó de una manera activa a su redacción».(1)
En la presentación de su traducción del Libro de la Claridad, J. Gottfarstein afirma lo siguiente: «El primero de todos los libros de la literatura cabalística es el Sefer ha-Bahir. Es significativo, en el sentido de que por primera vez se encuentran una serie de símbolos que constituyen la clave misma de lo que se llama comúnmente la Cábala».(2)
Tras estas dos afirmaciones, no habría que deducir que la Cábala nació en esta época con el Sefer ha-Bahir y que el autor de esta obra fuese el primer cabalista, sino que, simplemente, es el primer libro de la literatura judaica que utiliza una terminología y una serie de símbolos que los cabalistas posteriores y sobre todo los de la rama española utilizaron y desarrollaron abundantemente a partir de esta época. Citemos, por ejemplo, con relación a este tema, la nueva terminología refiriéndose a los atributos divinos, denominados aquí en hebreo midot: ‘las medidas’, y que más tarde, en el Zohar, son expresados por las diez emanaciones divinas, o sefirot.
Situar el nacimiento de la Cábala hebraica en el siglo XII sería dar prueba de un desconocimiento completo de su misma naturaleza, pues no se trata de una doctrina específica que se habría desarrollado a partir de una cierta época. La Cábala es la «recepción» –del verbo hebreo kibbel: ‘recibir’ del don de Dios que se ha transmitido, de ahí la tradición, desde los comienzos de la humanidad caída.
Encontramos en la Michna (es decir, la parte más antigua del Talmud) el fragmento siguiente que define esta transmisión: «Moisés recibió (kibbel) la Torah del Sinaí. Luego la transmitió a Josué, y Josué a los Antiguos, y los Antiguos a los Profetas, y los Profetas la han transmitido a los hombres de la Gran Asamblea». (3).
En el ámbito de esta introducción al Bahir, no podemos extendernos sobre el tema de la Cábala. Para una información más amplia sobre el tema, proponemos a nuestros lectores leer el artículo de EH. titulado «Rehaz el barro y cuécelo».
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1. Les Origenes de la Cabale, ed. Aubier-Montagne, París 1966, p. 210.
2. Editions Verdier, Lagrasse, 1982, p. 7.
3. Pirqué Avot I, 1.
UNA PARÁBOLA DEL BAHIR
184 ¿Cuál es el sentido de lo que decimos (*): «que nos ha santificado por sus preceptos y que nos ha ordenado», y no decimos: «que nos has santificado ‘por tus preceptos’ y nos has ordenado?
Se comprende de esto que todos los preceptos están contenidos en «La Vida de los Mundos» y nos los ha dado en su misericordia para santificarnos por ellos. Quizá seamos dignos de ello. ¿Para qué? Para que cuando seamos dignos (de ello) en este mundo (tengamos) el mundo por venir, que es grande. En su mano está el tesoro de todas las almas y cuando Israel es bueno, las almas merecen salir y venir a este mundo; si no es bueno, no salen. Por esto, está dicho que el hijo de David (1) no vendrá hasta que no estén consumidas todas las almas que hay en el cuerpo. (2)
¿Qué quiere decir «todas las almas que hay en el cuerpo»? Realmente, se habla de todas las almas que hay en el cuerpo de Adán. Las nuevas almas no merecerán salir hasta que el hijo de David venga y merezca nacer, ya que su alma nueva saldrá conjuntamente con la de los demás.
Una parábola: ¿a qué se parece la cosa? A un rey que tenía un ejército y le envió alimentos y pan en gran cantidad. Los soldados eran negligentes y no se comieron el pan, tampoco lo conservaron y éste se enmoheció y se estropeó. El rey hizo una inspección para ver si tenían bastante comida y si habían comido lo que les había enviado. Encontró pan enmohecido y vio que tenían vergüenza de pedir otros alimentos, diciendo: «No hemos conservado este pan y te pedimos otro». Entonces, el rey se enfadó y cogió el pan enmohecido y ordenó secarlo y volverlo tan comestible como fuera posible. Juró a aquellos hombres que no les daría otro pan hasta que consumieran todo el que estaba enmohecido y les volvió a enviar el pan. ¿Qué hicieron? Decidieron repartírselo. Lo distribuyeron y cada uno cogió su parte. El prudente expuso su parte en contacto con el aire, lo conservó así y se lo comió cuando estuvo bueno. Otro lo cogió, se lo comió con avidez, comió lo que comió y dejó lo que quedaba y no lo guardó porque no se preocupó de él. El pan se estropeó todavía más y se pudrió, no pudo conservarlo para comérselo y sufrió de hambre hasta morir.
Fue citado (ante el Tribunal) por haber pecado contra su cuerpo. ¿Por qué te has matado a ti mismo? No sólo dejasteis, al comienzo, que el pan se enmoheciera, sino que después, cuando lo volvieron comestible, también dejasteis que se estropeara. Y has estropeado tu parte, has sido negligente al no guardarlo y no sólo esto, sino que te has matado a ti mismo.
Y él replicó: «Señor, ¿qué hubiera podido hacer?» Se le contestó: «Tendrías que haber ido con cuidado y si dices que no has podido, tendrías que haber observado a tus compañeros y vecinos que compartieron contigo el pan y ver como actuaban y lo conservaban; deberías haberte esforzado en conservarlo como ellos».
Y aún le preguntaron: «¿Por qué te has matado a ti mismo? No sólo has dejado que se estropee el pan sino que además has aniquilado y matado la materia de tu cuerpo y has acortado tus días o así lo has decidido. Hubiera podido salir de ti un hijo excelente, que te habría salvado de tu miseria y que también habría salvado a otros de la suya. Ahora, por todos lados, se multiplican tus sufrimientos».
Consternado, respondió: «¿Y qué puedo hacer ahora que no tengo pan? ¿Y de qué podré vivir?».
Le contestaron: «Si te hubieras esforzado y hubieras trabajado en la Torah no harías una pregunta tan estúpida e insolente. Según tu forma de contestar se ve que no te has esforzado y que no has trabajado en la Torah, y ¿acaso no está escrito en la Torah (Deuteronomio VIII, 3): «El hombre no vivirá sólo de pan (**), sino que el hombre vivirá de todo lo que salga de la boca del Señor». Tenías que haber buscado, examinado y preguntado qué cosa hará vivir al hombre y qué significaba: «todo lo que salga de la boca del Señor».
Realmente, se dice que el hombre vivirá de la Torah, porque ella es «lo que sale de la boca del Señor». Por ello, se dice que «un ignorante no puede ser piadoso» (3). Si él no practica la caridad hacia Dios, ¿cómo podría ser llamado piadoso?.
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* Esto es la recitación de una bendición que se pronuncia después de una comida sin pan. Talmud, Berajot, 37a.
1. O sea, el Mesías.
2. Véase Talmud Yebamot, 62a.
** «Cuando el símbolo es una realidad, es imposible descubrirlo sin la ayuda de Dios». El Mensaje Reencontrado, II, 44.
3. Véase Pirqué Avot, 2-5.