EL MENSAJE REENCONTRADO
O EL RELOJ DE LA NOCHE Y EL DÍA DE DIOS
LOUIS CATTIAUX

NOTAS BIOGRÁFICAS DEL AUTOR Y EDICIONES DE EL MENSAJE REENCONTRADO
1904 – El 17 de agosto Louis-Ghislain Cattiaux, nace en Valenciennes, Crece sin sus padres y es educado por su hermana mayor.
1914 – A causa de la guerra se separan los dos hermanos e ingresa en un internado.
1922 – Estudia Artes y Oficios, cambia el internado por el cuartel y permanece en el ejército durante cuatro años. Cumple su servicio militar en Alemania.
1928 – Conoce a Henriette Péré e inician su noviazgo, pero tiene que trasladarse a Dahomey, Africa central, como empleado de una empresa comercial. Decepcionado y enfermo vuelve a Francia al cabo de algunos meses, trayendo con él una serie de pinturas y acuarelas.
1929 – Se consagra cada vez más a la pintura y empieza a frecuentar los medios literarios y artísticos de vanguardia. Pinta para su hermana las Fábulas de La Fontaine. Completamente autodidacta, en esta época alcanza la plenitud de su técnica a espátula, muy minuciosa y personal.
1932 – Se casa con Henriette Péré. Instalan una galería de arte llamada «Gravitations» en la calle Casimir Périer, 3, que también será su hogar.
1934 – Aparición del manifiesto «Transhylisme» firmado por varios pintores, entre ellos Louis Cattiaux
1935 – Abandona la pintura a espátula y pinta La huida a Egipto. Se relaciona con Raul Dufy. Poco después, la galería «Gravitations» desaparece, pero Cattiaux continua habitando en la calle Casimir Périer, donde realiza algunas exposiciones privadas de sus obras.
1936 – Empieza un periodo de cambio; a la preocupación por su técnica pictórica se une una fuerte orientación hacia la alquimia y la búsqueda del Absoluto, que renueva los temas de su pintura.
1938 – Se ocupa en la redacción del Mensaje perdido, que más tarde se convertirá en El mensaje reencontrado.
1939 – Expone varias veces, tanto colectiva como individualmente, en la galería «Berthe Weill».
1941 – Pinta La bella durmiente del bosque. Una de sus obras más interesantes.
1942 – Participa en el «Salón de las Tullerías» y en la exposición «Etapas del nuevo arte contemporáneo» organizada por Gaston Diehl.
1943 – Participa en diversa exposiciones organizadas por Gaston Diehl.
1944 – Pinta un autorretrato para El mensaje reencontrado e inicia su amistad con Lanza del Vasto, de quien pinta el retrato.
1945 – Aparecen los Poèmes du fainéant, Este año está marcado por una evolución hacia una mayor libertad en su pintura. Cattiaux desea sobre todo dedicarse a su búsqueda esotérica y a la redacción de El mensaje reencontrado, en el que no ha cesado de trabajar desde hace varios años.
1946 – Expone en Valenciennes. Aparece en París la primera edición de los doce primeros libros de El mensaje reencontrado.
1947 – Expone en Valenciennes. Inicia su correspondencia con René Guénon y empieza su amistad con Jean Rousselot.
1950 – Envía al «Salón de Otoño» de París dos de sus obras, Maria Paritura y Las tres noches del ser, que si bien fueron aceptadas por el jurado e inscritas en el catálogo, no fueron expuestas. Cattiaux sufre una gran decepción. Inicia una fecunda amistad con Emmanuel y Charles d’Hooghvorst, así como con otros miembros de su familia. Ello da lugar a una intensa relación epistolar de donde surgirán los fragmentos publicados en el Florilegio Catesiano.
1952 – Durante su estancia en Cassis, Cattiaux realiza su última serie importante de pinturas y a partir de aquí se consagrará enteramente a la búsqueda del Absoluto.
1953 – 16 de Julio, Louis Cattiaux deja este mundo.
1954 – Aparecen los Poèmes editados en París. Extractos de la Física y metafísica de la pintura se publican en la revista suiza «Inconnues», vol. 9, junto con un artículo de Emmanuel d’Hooghvorst: El mensaje profético de Louis Cattiaux.
1956 – Se publican los cuarenta libros de El mensaje reencontrado por Editions Denoël, París.
PREFACIO DE LANZA DEL VASTO
(a la primera edición de los doce libros de El Mensaje Reencontrado)
La conjura de los imbéciles, de los charlatanes y de los sabios ha tenido un éxito perfecto.
Esta conjura tenía por objeto esconder la verdad.
Unos y otros han servido a esta gran causa, cada uno según sus medios: los imbéciles por medio de la ignorancia, los charlatanes por medio de la mentira, los sabios mediante el secreto.
Los imbéciles no quieren que se descubra la verdad. Sospechan, instintivamente, que les molestaría. Si les fuera mostrada, apartarían la mirada; si se les pusiera en la mano, la dejarían caer; si se les forzara a mirarla cara a cara, gritarían horrorizados y correrían a esconderse bajo tierra.
Los charlatanes no quieren que se descubra la verdad, porque arruinaría sus artificios, impediría su provecho y mostraría su vergüenza.
Los Sabios que poseen la verdad no quieren que se descubra. Siempre la han tenido oculta por cuatro razones.
La primera: saben que Saber es poder y quieren apartar de él a los indignos. Porque el Saber en el indigno se vuelve malicia y el Poder, peligro público y plaga. Por esto, las reservas de conocimiento acumuladas durante milenios en los templos de Egipto permanecían inaccesibles a quien no había pasado por todos los grados de purificaciones y pruebas. Más tarde, los filósofos desconocidos, los nobles viajeros, los alquimistas, se transmitieron de la misma manera los restos de la misteriosa herencia, es decir, de boca a oreja o, más bien, por la presencia y el ejemplo, en símbolos y enigmas; siempre bajo el sello del secreto. Si vivieron en la intimidad de las formidables fuerzas de la naturaleza, se guardaron mucho de hacer partícipes de ellas a los atolondrados.
¡Oh, Sabios que sabéis callar! ¿Dónde estáis? Merecéis que todos los seres vivos os proclamen su gratitud, ¡oh, Sabios!
¡Oh, Sabios que sabéis callar!, ahora hemos aprendido el valor de vuestra prudencia, la grandeza de vuestra humildad, la profundidad de vuestra caridad.
Ahora que a los profanos se les ha ocurrido adquirir y propagar tanta ciencia como pueden, ahora que se vanaglorian de sus descubrimientos con el mismo celo que vosotros habéis puesto en esconder los vuestros, hemos visto su resultado.
Sin embargo, ¡cuán pequeña es su ciencia, exterior, superficial, precaria y limitada!, y ya vemos su resultado.
Así, han envenenado las fuentes, minado la tierra, salpicado el cielo, trastornado y pervertido a los pueblos, corrompido la paz, deshonrado la guerra, y han suministrado al hombre de la calle tantos instrumentos de destrucción y de opresión que toda la familia de los seres vivos se ve amenazada, mientras continúa el progreso de este chancro.
La segunda razón de los Sabios para mantener oculta la Verdad, es que conocer es una operación de vida y una manera de nacer. Y nada puede nacer fuera de una envoltura. Una envoltura de carne o de corteza, de tierra o de misterio. Si abrís una semilla, ya no germinará; si abrís un lagarto para ver lo que hay dentro, sólo encontraréis el resto del cadáver y no lo de dentro del lagarto, su interior se ha ido, ya que el lagarto está muerto. De igual modo, la ciencia abierta, propagada y vulgarizada es ciencia muerta y fruto de muerte. Es un desierto de arena y no un puñado de simiente. Al permanecer exterior no puede ser profundizada, sino sólo extendida, y la vida se le escapa. No puede conducir a la conciencia, que es nacimiento a uno mismo, ni a la vida interior. En cambio, el conocimiento de los Sabios es una gaya ciencia que tiene sabor de alegría y soplo de espíritu. Y como todo ser vivo, aunque sea una mosca, defiende su forma y rehusa exhibirse.
La tercera razón de los Sabios para mantener oculta la verdad es su respeto por la dignidad del conocimiento. Ellos saben que ésta es la vía real que lleva al Dios de verdad. Ella ha de conducir a la contemplación, a la admiración de la naturaleza y a la adoración del creador.
Debe aportar la luz a las almas, la exactitud a los pensamientos y la justicia a los actos. Debe dar salud y salvación. Los Sabios la han defendido tanto como han podido contra los hombres vulgares, por temor a que fuera apartada de su fin, desnaturalizada y envilecida, cosa que no han dejado de hacer los hombres vulgares desde que le pusieron la mano encima. Le han dado la vuelta utilizándola. Se han servido de ella en lugar de servirla. Estaba aquí para librarles de sus deseos y ellos la han uncido al yugo de sus tareas, la han forzado a aumentar sus posesiones. Estaba aquí para darles la conciencia y de ella han sacado la máquina. Han cogido el cáliz para hacerse una hucha y el crucifijo para hacerse una maza. Han enganchado la ciencia a sus motores, la han aprisionado en sus bombas. Pero, demasiado astutos, han caído en su propia trampa, dejándose atrapar por el engranaje de la máquina. Ahora, ella les roe poco a poco en tiempo de paz y los devora a grandes bocados en tiempo de guerra. Los Sabios han hecho todo lo posible por evitarlo.
La cuarta razón de los Sabios para mantener oculta la Verdad es que aman la Verdad, y no hay amor sin pudor, es decir, sin velo de belleza. He aquí por qué no quieren descubrirla sino revelarla, es decir, recubrirla de un velo luminoso. Por esto sólo han enseñado con parábolas, para que quienes tienen oídos para no oír permanezcan apartados; pero también para que quienes lo merecen aprendan los tonos y las claves de la música total. Pues sus alegorías, sus fábulas y sus blasones no explican el encadenamiento mecánico de las apariencias, sino las afinidades secretas y las analogías de las potencias y las virtudes, las correspondencias del número con el sonido, de las figuras con las leyes, del agua con la planta, con la mujer y con el alma, del fuego con el león, el hombre armado y el espíritu, de los astros con los ojos, las flores y los cristales de los metales y de las gemas, de la germinación del oro en las minas con la de la verdad en el corazón del hombre. En sus oscuros textos, donde las recetas del Gran Arte están salpicadas de advertencias piadosas, las solemnes sentencias de alabanzas y plegarias, lucen los hilos que tejen el manto del Rey de Reyes.
Al ocultar los Sabios su saber por escrúpulo, los charlatanes se aprovecharon para esconder su ignorancia bajo los mismos signos misteriosos. Los imbéciles los han confundido largo tiempo creyendo tanto en unos como en otros.
Ahora, a medio camino entre los charlatanes y los imbéciles, ha surgido una nueva especie que asegura el triunfo definitivo de la conjura.
Esta nueva especie es la de los universitarios y sabios oficiales, que el día de su advenimiento declararon nulo y sin valor el misterio filosofal, quimera la búsqueda de los antiguos maestros, juego de niños su ciencia, engañabobos su arte. Los imbéciles instruidos por los nuevos sabios, han confundido una vez más a los sabios con los charlatanes, pero esta vez para no creer ni en unos ni en otros.
Sólo creen en la ciencia de los recién llegados, quienes simplemente enseñan que la verdad está en su ciencia y que todo lo que no pueden descubrir ni demostrar no existe.
Ahora bien, no han enseñado, ni descubierto, ni demostrado nada acerca de la vida y de la muerte, del pecado y del juicio. Nada acerca del amor, del dolor y del rescate, acerca de la conducta del hombre y del destino del alma, acerca del sentido, la esencia y la salvación. A medida que descubren nuevas nebulosas o nuevos electrones, nuevas vitaminas o nuevos explosivos, se alejan y nos desvían de lo esencial. Y ahora la verdad está tan bien escondida que ya no se la busca.
Incluso estaría totalmente perdida si no sobrevivieran algunos sencillos de espíritu para quienes la verdad existe. No pueden resignarse a pensar que nadie la tenga o la haya tenido. Recorren el mundo interrogando a la gente, los astros y las hierbas, interrogando el gran libro de la naturaleza y hojeando los textos olvidados, interrogando su corazón y a Dios en la plegaria. Saben que no tienen la verdad, pero saben que ella es. Están tan hambrientos y sedientos de ella que saben seguirla por el rastro y reconocerla por el olor. Ante un hombre difamado, un acontecimiento absurdo, un grimorio ilegible, se paran en seco y exclaman:
¡Aquí está!
Ellos saborearán este libro. Para ellos ha sido escrito, aunque su hermandad sea poco numerosa.
Y tú, Cattiaux, amigo mío, ¿has encontrado la Piedra?
Sentado en la tienda donde pintas y meditas entre filtros y frascos, ¿has encontrado el carbunclo y la violeta? Sentado entre tu mujer y tu gato, Cattiaux, amigo mío, ¿has encontrado el oro vivo y el elixir?
¿Has visitado el interior de la tierra y, rectificando, encontrado la joya oculta y la verdadera medicina?
No sé ni puedo decir si la substancia de los antiguos textos se oculta en estas páginas. Pero ¿cómo es que en ellas se encuentra su perfume? ¿En qué huevo y en qué alambique, Cattiaux, amigo mío, has destilado la esencia sutil que se llama el Perfume?
¿De dónde viene esta poesía que tiene por nombre Perfume de Verdad?
PRESENTACIÓN AL LECTOR DE E. y C. d’HOOGHVORST
Presentación a la primera edición de El Mensaje Reencontrado
Muchos quieren oír pero no saben escuchar.
Fr. de Foix
La sabiduría es tan escasa en el Tíbet como en París, decía Louis Cattiaux. Sin embargo, puede florecer en todas partes sin que nadie se dé cuenta. Un hombre, semejante a tantos otros pero no igual, que vivía en la gran ciudad, escribió estas páginas que al lector corresponde juzgar. No son para todos, aunque estén destinadas a circular entre los hombres de hoy, que por negligir la antigua revelación se han dejado atrapar en una profunda ignorancia.
Aquellos para quienes ha sido escrito este libro lo sabrán al leerlo, pues, como dice el autor, les es dado creer lo increíble. Ellos sabrán leerlo y entenderlo, porque pertenecen a la misma familia espiritual. Antes de marcharse de este mundo, el 16 de julio de 1953, el autor se lo dejó como una contraseña para reunirse y un motivo de esperanza,(1) lo dedicó en especial a los pueblos negros, todavía divididos y como en la infancia, pero llamados a ser poderosos en el mundo por el juego de una Providencia indiferente a las intenciones y a los trabajos de los hombres.
Es difícil abordar El Mensaje Reencontrado. Contiene, según el autor, una iniciación y una mística estrechamente unidas y presentadas bajo una forma concentrada que exige más que una lectura ordinaria, pues las palabras están sobrepasadas por la revelación y la obra se presenta como el aire líquido que ha adquirido propiedades extraordinarias, pero que son invisibles a simple vista…(2) Los versículos están dispuestos en dos columnas, ya que existen dos hombres en nosotros, el hombre carnal y el espiritual, el hombre exterior y el interior, como existen también las tinieblas y la luz, la justicia y el amor, lo puro y lo impuro; todas las cosas están dispuestas de dos en dos (3). Cada versículo implica varios sentidos en profundidad: la columna de la izquierda suele dar los sentidos terrestres: moral, filosófico y ascético; la columna de la derecha, los sentidos celestes: cosmogónico, místico e iniciático. Algunas veces, los versículos se completan con un tercero dispuesto en medio de la página, que hace concordar los otros dos en el sentido alquímico que une el cielo con la tierra y que hace referencia al misterio de Dios, de la creación y del hombre; sólo a Dios corresponde desvelar al hombre piadoso este sentido, el más profundo. También se observará que cada uno de los XXXX libros lleva un doble título; por ejemplo, en el libro primero, a la izquierda: «Verité nue»; a la derecha: «El brote verde». Los cuarenta títulos de las columnas de la izquierda son anagrama unos de otros (4). Es insólito componer cuarenta anagramas con nueve letras, siempre las mismas. El lector entendido se dará cuenta de que ni una sola palabra de este libro ha sido puesta sin intención.
El Mensaje Reencontrado nos habla de una única cosa en términos siempre distintos, por ello la multitud de versículos no es una dispersión. Los ignorantes en busca de una «nueva revelación» que añada o sustraiga algo a la antigua, quedarán defraudados. Aquí sólo se encontrará un testimonio (5) a favor de la antigua, que nos habla de la caída del hombre en este bajo mundo, de las consecuencias físicas y morales de dicha caída y del medio para su regeneración corporal y espiritual, por la vía misteriosa que conduce a la resurrección (6).
Quizás escandalicemos a más de un lector afirmando que el Espíritu de Elías, siempre vivo, se manifiesta de edad en edad (7): que estos se abstengan, porque aquí está la piedra de escándalo. No obstante, bienaventurado quien sepa separar en las páginas que siguen este espíritu de su ruda corteza, reconozca su autenticidad y se nutra de ella para una vida eterna.
La dedicatoria general de El Mensaje Reencontrado nos indica que está destinado «a la gloria de Dios y al servicio de los hombres que lean con los ojos del espíritu y del corazón los signos inscritos en la carne del mundo». En efecto, allí donde el lenguaje se dirige a los ojos del espíritu y del corazón, los ojos de la razón carnal o del intelecto no nos enseñarán nada. Estos últimos sólo nos muestran la corteza o la apariencia cambiante del mundo; los otros nos guían hacia la Esencia y la Substancia, su soporte indestructible, y nos hacen reconocer la luz interna que Dios encendió al comienzo en la naturaleza y en nuestro corazón (8).
Se trata, pues, de una obra de meditación que requiere ser leída, releída y estudiada con simplicidad de espíritu y pureza de corazón. ¿Acaso la multiplicidad y el espíritu agitado no nos privan de la posesión del Reino de los Cielos?, ¿y no es la impureza de nuestros corazones lo que nos aleja de la visión de Dios (9).
El testimonio de las Escrituras nos enseña que el conocimiento de la luz divina no debe proceder del exterior sino del interior; despertada y excitada por su Origen libre, esta luz sepultada germina entonces y, volviéndose la «justa medida» y la fuente de nuestros juicios, «aparece después al exterior y resplandece plenamente en la unión» (10).
Un sordo opinará de la música según la descripción que de ella se le haga, porque carece del sentido que le permitiría experimentarla por sí mismo. Igual ocurre con los demás sentidos. La luz resplandece en las tinieblas, pero si el hombre está privado del uso del órgano apropiado para aprehender esa luz interior, es para él tinieblas mientras no haya recuperado la mirada del espíritu y del corazón.
Si tenéis fe y paciencia, escribía el autor a propósito de El Mensaje Reencontrado, se esclarecerá por sí mismo poco a poco y todo lo que os parece oscuro se os mostrará entonces evidente.
Así es como proponemos al lector que se forje su propia opinión sobre esta obra y juzgue por sí mismo si es idéntica o no a la enseñanza tradicional.
______________
1. M. R. XXX, 37 y 38; XXXIII, 35.
2. Escrito por Louis Cattiaux en una carta a G. Chaissac. Agradecemos aquí al Sr. Chaissac el haber comunicado ciertos pasajes de su correspondencia con el autor de El Mensaje Reencontrado.
3. M. R: II, 98.
4. Dichos títulos se mantienen tal como aparecen en el original francés.
5. M. R. XXIX, 36.
6. M: R. XXIX, 33 y 45.
8. M. R. VIII, 50’.
7. M. R. XXXVI, 95.
9. M. R. XIII, 32’
10. M. R. IX, 54’; IV, 36’ y XII, 12 y 13’.
A MODO DE INTRODUCCIÓN DE E.H. a la segunda edición de El Mensaje Reencontrado
¿Qué es este mensaje en este mundo alojado?
Escritura cándida, el Arte leído en este siglo,
Al amor deletreando su Hermes.
Tal palabra oculta te fue el germen.
Hiciste palabra de exilio, este puro Helías.
¡Oh hielo de avaro, de Arte puro vacío!
A mi funesta astucia debióse, dice este Maligno,
Este árbol en su invierno.
Allí, el hombre erró en hielo.
El Arte raro al necio predicó,
El exilio soñó su dolo.
¿Qué palpa este despertar?
En tu sabio maná
La primavera te es mostrada
Que Hermano Mate despierta
A la edad creadora.
¿Qué escribe aquí este libro leído de estudio vivo?
Un puro Ave.
Dote a este Arte:v Tarro de sal de oro que todo lo cura.
¡Oh, qué Mensaje Reencontrado
Para leer aquí, en nuestra escuela!
En tal libro, el oro negado,
En un estudio del sentido puro deletreándose largamente.
¡Oh, puro Sol; oh, santo destino de un Osiris!
A PROPÓSITO DE El Mensaje Reencontrado
A modo de introducción de la tercera edición castellana
E H
Cuando entra el vino, sale el secreto
Sentencia rabínica
Este libro es el mensaje de un vino bebido sabiamente riendo. Es una mántica pastor de los amigos de un viviente. Isis, luz escondida a la ciencia sin cocción, se alumbró este fruto.
La Edad nueva me ha bendecido, exclamó este elegido encerrado en silencio, y mi libro ligado por Hermes se leerá el Arte asido. Tal es el secreto de este libro que habla púdicamente del Arte que calla a la avaricia.
¡Oh ídolo detestado que da estupor, que marca esta edad de hierro sin estrellas ni profetas bendecidos! ¡Oh pecado mortal que hiela la edad de oro en pasión siniestra! ¡Que un buen Ave te traiga sol incubado! ¡Salud! ¡Siglo nuevo anunciado por este libro raro en sabiduría química!
¡Qué Poeta, éste que osa bendecirse con un buen vino, que le embriaga así de un sentido que suena claro!
A PROPÓSITO DE LA TERCERA EDICIÓN
Reseña aparecida en LE FIL D’ARIANE Nº 4
E H
El Mensaje Reencontrado es un libro que escoge a sus lectores. Ha suscitado grandes entusiasmos, pero ha suscitado también la repulsión, el aburrimiento, la sospecha.
¿Cómo definirlo? Nadie lo leerá de la misma manera. El nombre del libro indica la naturaleza de su contenido: el mensaje; ¿el mensaje de quién?, ¿de que fecha es? ¿Por qué «reencontrado»? ¿Había sido perdido?, ¿por quién?, ¿cómo? ¿Por qué el autor de estas sentencias ha escogido este título?
Sin duda, esto requiere de una inspiración. ¿Podremos descubrirla en estas páginas, a veces difíciles, enigmáticas, fastidiosas para algunos, pero a menudo también de un calor conmovedor, de una poesía, de una fe, de una simplicidad infantil? ¿Quiénes serán los lectores que sabrán discernir en él una sabiduría de la unidad tan antigua como la humanidad tradicional; una sabiduría de santidad, una sabiduría de salvación? El MENSAJE REENCONTRADO, es como si se dijera, el misterio revivificado; ya no enseñado de manera pesada por los historiadores, sino experimentado, asimilado y vivido en la simplicidad del corazón y del espíritu.
Hay que saber hojear al azar esta páginas con sentencias «condensadas como el aire líquido», y sin embargo de una soltura sorprendente, en donde ninguna palabra es superflua, sino que todo se ordena en un sentido único que no se revela en la primera lectura.
¿Qué puedo decir del MENSAJE REENCONTRADO, yo que lo leo desde hace treinta años y que siempre lo encuentro nuevo? Es un vade-mecum, el de los exiliados, la brújula de los que están extraviados, el compañero del peregrino.
Su autor vivió desconocido, incluso de quienes creían conocerlo. Meditó este libro en el silencio y el abandono de este mundo, formó y pulió las frases día tras día, con un saber hacer tan suelto como erudito.
Así pues, ¡leed en él la fe del Creador en su criatura, vosotros que vivís en este final de un mundo, la fatiga y la usura de todas las sutilidades! Este libro os gustará si preferís la cosa a las palabras, la sabiduría que une a la ciencia innumerable, la conciencia al delirio. Estos versículos no son impenetrables: hablan solamente a lo más esencial que hay en nosotros, y ¡a menudo, desgraciadamente! Lo más abandonado o lo más despreciado. He aquí por qué pocos lo aprecian.
Son ellos, a quienes los editores de la tercera edición han querido servir, a quienes están cansados de un mundo sin salida, de un mundo cada vez más extranjero a todo aquello que verdaderamente es humano, de un mundo en el que la sabiduría antigua parece irrisoria e inútil. Éstos verán que es suficiente con un solo hombre…
EDICIONES DE EL MENSAJE REENCONTRADO
Edición a cargo del autor de los doce primeros libros: Le Message Retrouvé, 3 rue Casimir Périer, París, France, 1946.
Ediciones completas:
1º edición francesa : Le Message Retrouvé, ed. Denoël, París, 1956.
2ª edición francesa : Le Message Retrouvé, ed. por Les Amis de L. Cattiaux, Bruselas, 1978.
3ª edición francesa : Le Message Retrouvé, ed. por Les Amis de L. Cattiaux, Bruselas, 1991.
4ª edición francesa: Le Message Retrouvé in Art et Hermétisme, Œuvres complètes, ed. Beya, Belgique, 2005.
5ª edición francesa: Le Message Retrouvé petit format 13×10, ed. Beya, Belgique, 2007.
1ª edición bilingüe francés-castellano: El Mensaje Reencontrado, Arola ed., Tarragona, 2000.
1ª edición castellana : El Mensaje de nuevo encontrado, ed. Rondas, Barcelona, 1978.
2ª edición castellana : El Mensaje Reencontrado, ed. Sirio, Málaga, 1987. (Reimpreso en 2006).
3ª edición castellana : El Mensaje Reencontrado, ed. Sirio, Málaga, 1996.
4ª edición castellana: El Mensaje Reencontrado, Beya, (Grez-Doiceau) Bélgica, 2006.
5ª edición castellana: El Mensaje Reencontrado, ed. Herder, Barcelona, 2011.
1ª edición catalana : El Missatge Retrobat, ed. Obelisc, Barcelona, 1988.
2ª edición catalana : El Missatge Retrobat, Arola Editors, Tarragona, 2006.
3ª edición catalana : El Missatge Retrobat, ed. Claret, Barcelona, 2007.
1ª edición italiana: Il Messaggio Ritrovato, ed. Mediterranee, Roma, 2002.
1ª edición portugesa: A Mensagem Reencontrada, ed. Madras, Sao Paolo, Brasil, 2005.
1ª edición inglesa: The Message Rediscovered, ed. Beya, Bruxelles, Belgium, 2006.