TEXTOS ALQUÍMICOS DE UTILIDAD CIERTA
Lo que se hace por naturaleza
no se hace por criatura.
Jean de Meung,
Les Remontrances de Nature à l'alchimiste errant.
Introducción
Los cuatro textos que ofrecemos a continuación,
la Plegaria de Nicolas Flamel,
la Plegaria de un Adepto Anónimo,
un fragmento de una carta filosófica,
un fragmento de la Obra secreta de Jean d'Espagnet,
los dedicamos a nuestros amigos conocidos y desconocidos, buscadores y experimentadores
de la química de los Filósofos, pero la química no bendita
no engendra ningún metal: no dice más que el oro prometido a los
soñadores. La clave del Arte químico no se lee en el sentido vulgar
que liga su pote a las palabras mal oídas.
El Gran Arte es una santa aventura conocida en Egipto, tumba de Osiris. Lo
que allí se encuentra totalmente crudo debe cocerse en larga paciencia.
¿De dónde se coge este mercurio que enciende la mecha del saber?
De una negra nube que erra perdida.
Es lo que leemos en los primeros versículos del Génesis llamado
también «Libro del Principio», principio del Gran Arte, sin
duda alguna, pero publicado en este exilio: «Creación del Mundo».
Allí donde encontramos que «En el principio, Elohim creó...»,
los sabios han leído: «En Sabiduría, El creó»
(1). Y esta sabiduría, ¿de dónde viene? Viene de nada,
dicen (2). Así se ha enseñado que Todo fue creado «de Nada...»,
ya que la tierra estaba vacía y confusa y las «tinieblas estaban
sobre la faz del abismo», y cuando «Elohim dijo: Que sea la Luz,
la luz fue». Allí se encuentra el origen de la Química de
los Filósofos. ¿Acaso no salió de Egipto el Sabio Moisés?
I. Plegaria de Nicolas Flamel (3)
Dios Todopoderoso, Eterno, Padre de la luz de quien vienen todos los bienes
y todos los dones perfectos, imploro vuestra misericordia infinita. Dejadme
conocer vuestra eterna Sabiduría. Ella es quien envuelve vuestro trono,
quien ha creado y hecho, quien conduce y conserva todo. Dignaos enviármela
del cielo vuestro santuario, y del trono de vuestra gloria para que esté
y trabaje en mí, pues ella es dueña de todas las artes celestes
y ocultas, quien posee la ciencia y la inteligencia de todas las cosas.
Haced que me acompañe en todas mis obras, que por su espíritu
yo tenga la verdadera inteligencia, que proceda infaliblemente en el arte noble
al cual me he consagrado, en la búsqueda de la milagrosa piedra de los
sabios que vos habéis ocultado al mundo, pero que acostumbráis
a descubrir, por lo menos a vuestros elegidos. Que esta Gran Obra que he de
hacer aquí abajo, la empiece, la prosiga y la termine felizmente, que
contento, goce de ella para siempre. Os lo pido por Jesucristo, la piedra celeste
angular, milagrosa y fundada de toda eternidad, que manda y reina con vos...
...Porque después de esto, permanece siempre arrebatado en la gran gracia
y misericordia que ha obtenido de Dios, y por la profundidad de sus obras divinas
y admirables. Estas son las causas que me han obligado a colocar estas figuras
de esta manera y en este lugar que es un cementerio (4), a fin de que si alguien
obtiene este bien inestimable de conquistar este rico vellón, piense
como yo, no mantener el talento de Dios escondido en la tierra, comprando tierras
y posesiones que son las vanidades de este mundo, sino más bien que piense
socorrer caritativamente a sus hermanos, recordando que ha aprendido este secreto
en medio de la osamenta de los muertos, con los que pronto se encontrará
y que después de esta vida pasajera, se deberá rendir cuentas
ante un justo y temible juez que censurará incluso la palabra ociosa
y vana.
II. Plegaria de un Adepto Anónimo (5)
Alabado sea eternamente el Señor mi Dios que eleva lo humilde del bajo
polvo y que regocija el corazón de aquellos que esperan en él,
que abre con gracia a los creyentes los manantiales de su benignidad y pone
bajo sus pies los círculos mundanos, de todas las felicidades terrenas.
En él esté siempre nuestra esperanza, en su temor nuestra felicidad,
en su misericordia la gloria de la reparación de nuestra naturaleza,
y en la plegaria, nuestra seguridad inquebrantable. En tí, oh Dios todopoderoso,
así como tu benignidad se ha dignado abrir ante mí (tu indigno
siervo) en la tierra, todos los tesoros de las riquezas del mundo, que plazca
a tu gran clemencia, cuando ya no estaré entre los vivos, abrirme también
los tesoros de los Cielos y dejarme contemplar tu divina faz, cuya Majestad
es una delicia inenarrable y cuyo arrebato nunca ha llegado al corazón
de ningún hombre vivo. Te lo pido por el Señor Jesucristo tu hijo
bienamado, que en la Unidad del Espíritu Santo vive contigo en el siglo
de los siglos. Así sea.
III. Fragmento de una carta Filosófica considerablemente apreciada entre
los hijos del Arte (6)
... Tras unas conversaciones que tuvimos, mi amigo y yo, sobre los sentimientos
de ciertos Filósofos, en primer lugar, me hizo notar el error y la ignorancia
de aquellos que recogen el rocío que cae por la noche sobre el pueblo,
para hacer con él la verdadera materia de su Piedra.
Luego, me hizo ver por la práctica la Filosófica industria de
los Sabios para coger físicamente el verdadero rocío del Cielo
que, ciertamente, es la verdadera y única materia de la obra de los Filósofos.
Y por esta mágica y oculta extracción que hizo en mi presencia,
conocí claramente que aquello que me había dicho en las conversaciones
era verdad; que el Filósofo que deseaba hacer la obra debe necesariamente
extraer él mismo de la influencia de los astros, sin ninguna labor manual,
el verdadero rocío celeste de los Sabios; y además, debe sacarla
solamente del más profundo centro del vientre de Aries, y ello, por el
instrumento mágico de los Sabios.
A continuación, me hizo conocer cual es el vientre mágico de
Aries de los Filósofos cabalistas, que es ciertamente el verdadero imán
y el acero del Cosmopolita.
Sin embargo, de todas estas cosas que acabo de deciros, cuya práctica
manual este docto Filósofo me ha enseñado, yo ya tenía
verdaderamente un conocimiento total y muy perfecto.
No obstante, os confieso sinceramente que yo no conocía en absoluto
el Aries y todavía menos el vientre de Aries que los quymicos vulgares
pretenden conocer, el cual no les da sino una agua flegmática, en lugar
del Aries de los verdaderos Filósofos cabalistas, que les atrae una agua
ígnea o fuego acuoso.
Luego, me enseñó por práctica manual como este verdadero
rocío que impregna, fomenta, nutre y vivifica toda la naturaleza elemental,
se concentra y se congela por lo caliente en el vientre de Aries y se convierte,
en un momento, o por lo menos, en muy poco tiempo, en la verdadera tierra de
los Sabios y la única materia de la obra de los Filósofos, que
ciertamente es uno de los mayores y más ocultos secretos de su divina
cábala que nunca han querido descubrir claramente en sus Libros, contentándose,
según ellos, de decirlo solamente al oído de sus hijos o discípulos
secretos de la Naturaleza.
IV. La Tierra filosófica (7)
Han buscado la Tierra filosófica en la calcinación o en la sublimación,
entre los vasos transparentes, en el vitriolo y la sal, como si éstos
fueran sus vasos naturales. Algunos se precipitaron para sublimarla a partir
de la cal y del vidrio. Pero nosotros sabemos del Profeta que, «en el
principio, Dios creó el cielo y la tierra», pero que «al
estar la tierra sin vida y vacía, las tinieblas estaban sobre la faz
del abismo y que el Espíritu de Dios era llevado sobre las aguas: y Dios
dijo: Que sea la luz y la luz fue hecha y Dios vio que la luz era buena y separó
la luz de las tinieblas», etc. El sabio se contentará con la Bendición
anunciada a José por el mismo profeta: «Su tierra provendrá
de la bendición del Señor, de los frutos del cielo y del rocío
y del abismo subyacente, de las simientes de los frutos del Sol y de la Luna,
de la cima de los antiguos montes, de las simientes de las colinas eternas...»
(8). Hijo mío, adora a Dios en el secreto de tu corazón a fin
de que te sea dispensada una porción de esta tierra bendita.
Si no habéis descubierto el arte en vosotros mismos, nadie os lo hará
conocer desde fuera.
L. Cattiaux.
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(1) Según el Targum Jerushalmi. Los Targums son traducciones de la Biblia
en arameo, ya que, a la vuelta de la captividad de Babilonia, el pueblo judío
ya no hablaba hebreo. Los Targums, que datan del segundo Templo, están
considerados como el primer comentario. Se apartan con frecuencia del texto
hebreo en cuanto a la elección de las palabras y por tanto dan otro sentido.
Además, los versículos están a menudo glosados. «En
Sabiduría, El creó». Es decir «en vistas a la Sabiduría»
según el sentido más preciso del texto arameo.
(2) Ver Job XXVIII, 20 (y también XXVIII, 12): «Y la Sabiduría,
¿de dónde vendrá?» Sabemos que en hebreo las vocales
no forman parte del alfabeto. Los sabios han leído «meeyn»,
de nada, en lugar de «meayn» de donde, de lo que resulta: «La
Sabiduría vendrá de nada». Esta lectura respeta la letra,
que permanece la misma, pero la vivifica de otra manera.
(3) Nació hacia el año 1330 en París. Según su
propio testimonio, habría realizado la G.O. en el año 1382.
(4) Se trata de las figuras jeroglíficas que N. Flamel colocó
en el cementerio de los Inocentes, en París.
(5) Este texto de un autor anónimo, está citado por P. Arnauld,
sieur de la Chevallerie, Poitevin, Trois Traictez de la Philosophie naturelle,
París, 1649, p. 47.
(6) Atribuida a un discípulo del Cosmopolita (procedente de un manuscrito
en nuestro poder).
(7) J. d'Espagnet, L'oeuvre secret de la philosophie hermétique, cap.
49, según se indica en Arcanum hermeticae philosophiae opus, publicado
en París, 1642.
(8) Deuteronomio XXXIII, 13 y sig.
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