LA BIBLIA DE LOS GRIEGOS
Stéphane Fèye
Traducción Mª D.
Millet
La lengua griega
«sin la cual es una
vergüenza que
alguien se diga sabio »
Rabeláis
Quién se interesará todavía,
dentro de diez años , por la lengua Griega? Nuestro siglo
«renovado» y «metomentodo » parece renunciar a querer
todavía formar helenistas. No dudemos de ello: el viejo libro ya
olvidado, que es la Biblia de los griegos, se volverá
irremediablemente inaccesible.
Entiendo por Biblia de los
Griegos, no la de Los Setenta, traducción griega de
la Biblia de los hebreos, sino más bien la verdadera Biblia
de los verdaderos griegos: la Ilíada y la Odisea
de Homero, aquel que tradicionalmente es llamado el poeta. Este
«Moisés de los Helenos», nacido nueve siglos antes que
Jesucristo, dejó a su raza un monumento inigualable, pilar no
sólo del hermetismo grecorromano, sino también del
Renacimiento. Los aproximadamente veintiséis mil versos de este
gran aedo forman parte pues, de nuestra herencia sagrada. Nos
corresponde no olvidarnos y no cortar nuestras propias raíces.
La obra de Homero es, como la Biblia,
un libro misterioso de difícil acceso: primeramente su
redacción en dialecto jónico es susceptible de desanimar a los
más estudiosos; (los eruditos de la antigüedad permanecían ya
perplejos ante buen número de expresiones de Homero). Después,
si comentarios autorizados no vienen a esclarecerlo, a nuestros
espíritus modernos no les queda más que una epopeya, lírica
evidentemente, pero que sólo puede interesar a los letrados o a
los arqueólogos.
Pero, ¿no sucede lo mismo con la
Biblia de los hebreos?. Ésta, ¿no sería quizás un relato, a
menudo aburrido, de los orígenes, costumbres y guerras de un
pueblo, si no supiéramos por el Zohar, (1) el Talmud
o los Padres de la Iglesia, que esconde en realidad un sentido
sublime y que ninguna palabra ha sido puesta en ella por azar?.
Un pasaje del Talmud (2) llega incluso a afirmar que la
lectura de los comentarios es más provechosa que la de la Biblia.
La Biblia de los Griegos
también ha suscitado comentaristas; éstos, como los rabinos
judíos, reunieron a su alrededor a algunos amigos para
enseñarles la exégesis. Para
convencerse de ello, es suficiente
leer lo que escribía el filósofo Porfirio (3) a su discípulo
Anatolio:
«A menudo, querido Anatolio,
cuando nos reuníamos unos en casa de otros y buscábamos en
Homero, yo me había esforzado en demostrar, etc. Por esta razón
intentaré, por ti y por los demás apasionados de Homero,
recordar de nuevo lo que fue dicho en el pasado, etc...»
Este texto sirve de introducción
a una obra colosal: Las Cuestiones Homéricas (Homérica Zététrama).
Fue solamente en el siglo XIX que el gran helenista Hermans
Schrader recopiló los fragmentos de este libro que (como el Talmud
de los judíos) padeció todas las persecuciones (4). ¡Ay¡ en
su mayor parte, los numerosísimos fragmentos reunidos por
Schrader sólo tratan del aspecto literario o etimológico de los
poemas homéricos. La censura, evidentemente no ha obrado al
azar, y parece haber tenido aquí más éxito que con el Talmud.
No obstante, esta edición «expurgada» demuestra con precisión
cómo los versos del Príncipe de los Poetas se ilustran unos a
otros; además, a pesar de la mutilación del texto, aparece
aquí y allá una exégesis pitagórica muy interesante (5).
Porfirio se apoya a menudo en la etimología; no hay que olvidar
que esta palabra significa: «la verdadera ciencia», «la
verdadera palabra» o «el verdadero sentido» (etymos-logos).
Pero entremos en el meollo del
tema. He dicho que la epopeya homérica era el soporte del
hermetismo greco-romano. ¿Qué significa esto? Interroguemos a
Don Pernety, el sabio benedictino (6):
«Homero había viajado por
Egipto, y aprendió allí los misterios del Arte Sacerdotal. Para
tratar este Arte alegóricamente, imaginó la ficción de la
guerra y del sitio de Troya, cosa que hizo en su Ilíada.
Para representar los errores en que caen los filósofos
herméticos antes de llegar al conocimiento del verdadero secreto
de este arte, hizo también la Odisea o los errores de
Ulises».
Más lejos añade :
«Sólo sería necesario dar una
edición comentada de Homero, hecha por un filósofo hermético,
para demostrar al público la verdad de lo que afirmo».
Y además:
«Los mitólogos se atormentarán
eternamente sin llegar a explicar a Homero de forma
satisfactoria, si suponen que este poeta tiene otras ideas que
aquellas».
He aquí pues, con qué excitar la
curiosidad de muchos que, guardando desde los bancos de la
escuela el recuerdo vago y aburrido de un Homero fastidioso,
habían decidido, como el autor de estas líneas, no volver a
abrir más el dossier homérico antes de mucho tiempo. He aquí
también con qué motivar a los estudiantes de enseñanza
secundaria que, insensibles a la nivelación de la instrucción,
escogen valerosamente el griego como «curso optativo».
Volvamos a nuestro tema. He dicho
con Don Pernety: hermetismo, Arte sacerdotal; se puede decir
igualmente: alquimia, Gran arte, etc... Pues el misterio es uno.
Veamos esto más de cerca.
La Ilíada es la
descripción continua de una horrorosa carnicería en la que
participan los dioses, ya que, demasiado a menudo, se olvida que
esta guerra es divina. Los héroes griegos (los aqueos, los
argios, e incluso los daneos) asedian la ciudad de Troya para
recuperar a la bella Helena raptada por Paris. En la base de este
conflicto: la envidia de la diosa Hera (la Juno de los latinos),
que juró la ruina de Troya. ¿Qué realidad puede representar la
curiosa Hera ?.Según Porfirio, es un aire muy sutil; por lo
demás, su nombre procede de la palabra «aire» (aer); he
aquí por qué Homero dice refiriéndose a ella (Ilíada
XV,80 a 83):
«Como se alza el pensamiento de
un hombre que, después de haber recorrido numerosas tierras,
piensa en su espíritu sutil: "pudiera ya estar allí, o
bien allá" y medita mil cosas, así, con un ardor tan
rápido, tomaba el vuelo la augusta Hera ».
Vemos que la comparación del
Poeta es más que una figura estilística. Hera es un aire que
vuela, es un pensamiento que no sabe donde fijarse, es un soplo
sutil. ¡Es un puro espíritu insatisfecho¡.
Ahora bien, la que sostiene a los
troyanos es Afrodita (la Venus latina). Afrodita es el cuerpo
bello; Homero la llama: «Afrodita de oro» y «el astro más
bello que hay en el cielo» (7). Los amantes de la pintura se
acordarán del célebre cuadro de Boticelli: El nacimiento de
Venus (8).
«Ella sale -dice Porfirio-, del
mar, del elemento húmedo y cálido que se mueve en todos
sentidos provocando espuma (afros): es una alusión a la
simiente».
¿Quién no le daría pues la
razón a Paris, el hijo del rey de Troya, designando como
árbitro de un concurso de belleza, por haber preferido la
belleza corporal de Venus-Afrodita a la inconstancia de Hera?.
Añadamos que la virgen Atenea fue, también ella, suplantada
cuando hubo este concurso. Por esto Atenea ofrecerá su ayuda a
Hera y echará una mano a los aqueos para destruir la ciudad
fortificada, que alberga no sólo a Helena (concedida por Venus a
Paris) sino también a Eneas, el hijo mismo de Venus, aquel que
se convertirá en el personaje central de la gran epopeya de
Virgilio (9).
En cuanto a Ares (Marte) que es el
amante de Afrodita (10) se pondrá de su lado para combatir a los
héroes aqueos. Ares proviene de la raiz ar:
(«destruir», «hacer morir»). Homero lo llama: «azote de los
mortales», «ávido de guerra», «destructor» etc. Ares es lo
que los hindúes llaman el prâna, lo que los Alquimistas
llaman «el mercurio vulgar». Si es verdad que es él quien hace
vivir a lo que está vivo, no por ello deja de ser el destructor
de los seres mortales, ya que mata y descompone lo que está
muerto.
Sabemos que el objetivo de la
ciencia hermética es condensar este prâna, este Ares.
Ahora bien, es imposible corporificarlo sin antes haberlo vuelto
fluido. Sólo entonces puede llamarse «el mercurio».Vamos a ver
que es esta misma enseñanza la que Homero revela a lo largo del
quinto canto de la Ilíada.
En él se narran las hazañas del
héroe aqueo Diomedes. Su nombre mismo indica su función: ora
aquel que mide (med) o cuida a Zeus, ora aquel que hace
fluir (mad) a Zeus. De Atenea que lo sostiene, se dice
(v.737): «ella reviste su amargura para un combate que produce
lágrimas (dakruoenta)».
He aquí este combate (versos 855
a 861):
«A su vez, Diomedes, el del
potente grito de guerra, inclina su cuerpo hacia delante, con su
pica de bronce en la mano. Y Palas Atenea la apoya contra el bajo
vientre de Ares, en el sitio en el que él sujeta su
cubrevientre. Es aquí donde Diomedes le alcanza y le hiere:
destruye la bella piel, después retira el arma. Ares de bronce
lanza entonces un grito, parecido al que lanzan en el combate
nueve o diez mil hombres que participan en la lucha guerrera».
Después Ares sube con las nubes
hacia Zeus y (verso 870): «le enseña la sangre inmortal que
mana de su herida».
Ares sangra; helo aquí pues, que
se ha vuelto fluido por la pica de bronce de Diomedes. Sólo nos
falta ahora asistir a su coagulación. Esta tiene lugar poco
después , cuando Zeus manda a su médico Peón que le cure (v.
900 a 904).
« Y Peón derrama sobre él
medicamentos celestes y le cura, porque él no ha nacido mortal.
Igual que el jugo de la higuera hace cuajar, cuando se lo agita,
la leche blanca y fluida, que, pronto cuaja para aquel que la
remueve, del mismo modo, pronto se cura el ardiente Ares».
Esta comparación de la leche
cuajada, adoptada a continuación por un buen número de
alquimistas, precisa algunas explicaciones que nos proporciona
Eustatio, arzobispo de Salónica (siglo XII), (11) que comentó
toda la obra de Homero verso a verso. En primer lugar, el jugo de
la higuera es una savia de la que los griegos se servían como
cuajo; si Homero emplea el extraño giro: «La leche que pronto
cuaja para aquel que la remueve», no es porque se sirve de una
fórmula arcaica y poética (que podría significar por ejemplo:
«se cuaja bajo los ojos de aquel que la remueve»), sino más
bien porque quiere mostrar con esto que el médico Peón es la
personificación de lo que coagula. Por lo demás Peón podría
significar: aquel que bate, que agita (Paiô).
Tan pronto como Ares es curado de
este modo, Hebé (que significa la fuerza de la juventud) lo lava
y lo viste con graciosas vestiduras; va entonces a sentarse junto
a Zeus, regocijándose de gloria (12).
Toda la obra de los Sabios parece
estar resumida en este espléndido canto V de la
Ilíada. ¡Feliz Diomedes,
ha encontrado el secreto del fuego líquido!. Con valor, ha
puesto fin a las matanzas de Marte, plaga de los hombres. ¡Él,
un mortal, ha osado hacer frente a un dios.!
Sin embargo, ¿qué habría podido
hacer sin la ayuda de Atenea, la de los ojos límpidos? ¿No le
suplicó que viniera en su ayuda? (verso 115): «¡Escúchame
hija de Zeus, que aguantas la égida, infatigable!»...hoy es mi
turno, ámame Atenea.
¿No se ha dicho (v.121): «Pallas
Atenea oyó su plegaria»?.
¿Cuál fue su respuesta? (v.
124): «Lucha sin miedo Diomedes» y (versos 127 y 128): «Yo
aparto de tus ojos la nube que hasta ahora los recubría; así
sabrás la manera de distinguir un dios de un hombre».
Y, en fin, cuando Ares le lanza el
primero su pica, ardiendo por tomar la vida del héroe, ¿no es
Atenea quien (versos 853-854): «con su mano coge la pica y la
desvía, de tal modo que se eleva, inútil desviada del carro»?.
A través de esto vemos cuán vano
y peligroso sería jugar al «aprendiz de brujo» sin antes haber
obtenido la ayuda de arriba. Que esto no impida, sin embargo, a
nadie de extraer dulcemente su gozo y su placer junto al viejo
Homero.
La lengua griega
«entregada como de mano
en mano cuál una
religiosa cábala»
Rabeláis
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1. Cfr. Le Fil d'Ariane
nº 1: «Les récits de la Torah» pag. 38 y 39.
2. Talmud Baba Metzia: fol.
33 a.
3: Cfr. Le Fil d'Ariane
nº 2, pag. 21.
4: Porphyrii quaestionum
homericanu, Hermannus Schrader -Lipsiae-Teubner 1880- 1882 y
1890.
5: Cfr. por ejemplo el
bello comentario de la Ilíada A, 340, donde Porfirio
explica que Homero antes que los Pitagóricos había establecido
que existía una naturaleza humana que mediaba entre el hombre y
Dios: la del rey o del hombre Sabio (Schrader op. cit.
pag.12) Ver también la interpretación física que da del
encadenamiento de Zeus por parte de los otros dioses (Ilíada A,
339 - Schrader op. cit. pag.13):
6: Dom Pernety: Dicctionnaire
Myto-Hermétique, artículo Homero. Denoël 1972.
7: Homero, Ilíada V, 427 y
XXII,318.
8: Museo de los oficios,
Florencia.
9: ¡Se ve hasta que punto es
inútil estudiar la Eneida sin conocer a Homero!
10: Los amores ilícitos de Ares y
de Afrodita, así como su captura en flagrante delito por
Hefaistos-Vulcano, son objeto de una descripción bastante
sabrosa de la Odisea (VIII, 206 a 369), a la que la mayor
parte de los alquimistas parecen haber prestado gran atención. Cfr.
lo que dice de esto Dom Pernety en el Diccionnaire
Myto-hermétique, así como en Les Fables Egyptiennes et
Greques dévoilées.
11: Eustathii Archiepiscopi
Thessalonicensis. Commentarii ad Homeri Iliadem pertinentes
pag. 227 Leiden- Nederlan 1971
12: En muchas lenguas, la gloria
está asociada con la luz; en efecto, la palabra naiôn (regocijándose)
también tiene el sentido de «brillar» (cfr.el latín clarus
«claro o glorioso» y el español ilustre).Además,
Ares está ataviado con graciosas vestiduras (charienta);
ahora bien, la raiz char significa: «brillar».
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