AFORISMOS
BASILIENSES
Presentación: EH
Estos Aforismos Basilienses
son de Nicolaus Niger Hapelius cuyo nombre sería el anagrama de
Raphaël Eglinus Iconius, que publicó en 1612, en Marpurg, en
las ediciones Rudolph Hutwelck, una Cheiragogia Heliana de
Auro Philosophico necdum cognito... cujus auctor Nicolaus Niger
Hapelius Anagrammatizomenos... También debemos a Raphaël
Eglinus la publicación del Tratado del Cielo Terrestre de
Wenceslas Lavinius, así como la Disquisitio Heliana de
Metallorum Transformatione. Estas obras han sido recopiladas
en el Theatrum Chemicum. Allí encontramos también los
Aforismos. El autor parece haber sido un discípulo de Paracelso.
La traducción que presentamos
remonta, al parecer, al siglo XVIII; existen ligeras diferencias
con el testo latino del Theatrum Chemicum. Hemos señalado
mediante notas las principales variantes.
Grillot de Givry publicó en 1901
una traducción de los aforismos con una tirada de 72 ejemplares.
Según Caillet (4), se trata de un
«luminoso compendio indispensable para todo ocultista llegado a
cierto grado de iniciación. Reserva momentos agradables para
aquel que conoce la llave esotérica. Esta obra ha sido atribuida
a un monje del siglo XVI»
Aforismos
Basilienses o Cánones Herméticos
del Espíritu o
del Alma
Como también
del Cuerpo medianero del Gran y
Pequeño Mundo.
Traducción: L. Tera
Canon I. Hermes Trismegisto
ha merecido ser llamado el Padre de los Filósofos por haber
buscado los tres reinos, mineral, vegetal y animal y la triple
subsistencia de ellos en una esencia creada en la cual ha
reconocido toda la fuerza y la virtud de la naturaleza vegetal,
animal y mineral.
Canon II. En la naturaleza
del mercurio volante como nieve, blanco y coagulado, se encuentra
una virtud que vegeta que no es común: el cual mercurio es un
cierto Espíritu tanto del grande como del pequeño mundo.
Y es de este mercurio que proviene y depende el movimiento y
flujo de la naturaleza humana según el alma razonable.
Canon III. En cuanto a la
virtud que anima, ésta no es otra cosa que un medio entre el
Espíritu y el cuerpo, puesto que siendo esta virtud como la liga
del mundo es el vínculo entre éstos dos: el cual realmente
consiste en el azufre que está en forma de un aceite rojo
transparente como el sol en el gran mundo y como el corazón del
hombre en el pequeño mundo.
Canon IV. En fin, el
carácter mineral está dotado como de un cuerpo que es
semejante a la sal: este cuerpo es de una virtud y de un olor
admirables; y cuando la sal será separada de las inmundicias
de la tierra, no será diferente del mercurio más que por el
espesor y consistencia del cuerpo.
Canon V. Estas tres
subsistencias consideradas en una esencia creada, constituyen y
establecen el limbo del gran y pequeño mundo, del cual limbo
el primer hombre ha sido formado cuando fue hecho del polvo de la
tierra: al cual llegó el alma microcósmica inmortal,
inspirada directamente de Dios, y que, a la manera de una Reina,
es la causa motriz y directriz de todas las funciones que están
en el hombre.
Canon VI. Por lo demás,
así como la virtud de nuestro cuerpo y también nuestra vida
está entera por los cuatro elementos y por la unión o coagulación
del polvo de la tierra, -si el Espíritu mercurial como
húmedo radical y el Alma sulfúrea como calor natural, conspiran
y se unen amigablemente en uno con la consistencia o espesor de
la sal que es la que preserva de toda podredumbre-, del mismo
modo es necesario que el Alma inmortal sea separada del cuerpo
que ha sido formado de la unión del polvo de la Tierra. Que
si sucede algún defecto en uno de estos tres principios o en
varios de ellos, entonces se sigue la muerte de todos, pero si el
defecto no se encuentra más que en una parte de algún
principio, será solamente causada la enfermedad: lo cual puede
verse sobre todo en la anatomía de los siete principales
miembros.
Canon VII. No hay nada que
pueda remediar mejor el triple defecto de estos principios que
la masa de este limbo del que el hombre ha sido hecho, la cual
masa ha sido reunida por los tres principios en una
substancia que puede aumentar, conservar y mantener todas las
fuerzas y virtudes de la naturaleza, con tal que sea debidamente
convertida y conducida en un cuerpo Astral fijo.
Canon VIII. De donde se
reconoce que el Bálsamo del sujeto hermético tiene una
estrecha armonía y conveniencia con el cuerpo humano. Es lo
que ha hecho afirmar con razón a este Príncipe de los Físicos
Alemanes, Philippus von Hohenheim Paracelso, en el libro de la
piedra física intitulado El Manual: que el Microcosmos
que está situado en el limbo y formado del polvo de la tierra
puede ser conducido y conservado en salud por su medicina
como por su semejante, no por opinión, sino verdadera y
propiamente. Se puede decir la misma cosa con verdad de esta
nuestra medicina.
Canon IX. Ahora bien,
debemos considerar más estas cosas, y ello tanto más cuanto que
la medicina vulgar es débil y carece de vigor para conservar y
mantener radicalmente los tres principios del Microcosmos y la
armonía entre ellos, pues no es más que por accidente que
parece dedicarse a estos tres principios, ya que ella está casi
toda ocupada en los cuatro humores.
Canon X. Pero la
medicina mineral quymica extraída de los minerales y metales
raramente es preparada y administrada como es debido. Es por eso
que Paracelso en dicho libro prefiere su medicina a cualquier
otra. El no niega sin embargo que no haya grandes secretos en las
otras cosas minerales, pero dice que la operación es larga y
laboriosa y que el uso no puede ser fácilmente ni debidamente
puesto en práctica, principalmente por los ignorantes los cuales
sirviéndose de estas medicinas minerales causan más mal que
bien.
Canon XI. Busquemos pues el
limbo de nuestro Microcosmos en el cual Microcosmos está
situado este limbo, busquemos, digo, este globo viscoso de
la tierra compuesto de mercurio, de sal y de azufre: el cual
según Geber, puede ser igualmente llamado humedad viscosa de la
humedad, porque proviene de una cierta substancia húmeda.
Canon XII. Pues así como
el mundo, aunque sea creado de nada, debe sin embargo su origen
al Agua sobre la cual era llevado el Espíritu del Señor y de la
cual provienen todas las cosas tanto las celestes como las
terrestres: del mismo modo, este limbo procede de un agua
que no es vulgar, y que no es ni el rocío celeste, ni un aire
condensado en las cavernas de la tierra, o en un recipiente: ni
un agua proveniente del Abismo de la mar y extraída de fuentes
de pozos o de ríos; sino que es un agua que toma nacimiento de
una cierta agua que ha padecido y sufrido y que está ante
los ojos de todo el mundo, conocida sin embargo por poca
gente. La cual agua posee en sí todas las cosas que le son
necesarias para la realización de toda la obra, quitándole todo
su exterior.
Canon XIII. Ahora bien esta
Naturaleza es Naturaleza media entre el grande y el pequeño
mundo: ella se encuentra por todas partes, está en casa del
pobre al igual que en casa del rico como todos los Filósofos nos
aseguran: se la echa en las calles allí donde se la pisotea,
aunque sea el manantial y la fuente de tantas operaciones
maravillosas allá donde nos conviene restablecer estos tres
principios del cuerpo.
Canon XIV. Esta materia
estando disuelta en su agua propia (pues toda generación viene
del agua) debe ser puesta a circular por los cuatro Elementos
hasta que acceda a una naturaleza astral fija, en el huevo
Filosófico, el cual es llamado así por el calor de la gallina
que incuba incesantemente sus huevos, de lo contrario toda
esperanza de generación perecería.
Canon XV. Así el pequeño
pájaro animal de Hermes estando encerrado en su calabozo que es
el horno, debe ser excitado por el calor de nuestro fuego
vaporoso, continuado por grados hasta que él salga del huevo por
sí mismo y sea capaz por su alumbramiento de curar a cada uno.
Canon XVI. Ahora bien así
como en la preparación de los tres principios de esta agua que
ha sufrido, no añadimos nada a su materia substancial, ni
quitamos nada a las tres propiedades que subsisten en dicha agua:
sino que desechamos en su preparación solamente las
superfluidades, es decir, las heterogeneidades o la tierra muerta
y el agua insípida: del mismo modo comenzamos nuestra obra
hermética por la conjunción de los tres principios preparados
bajo una cierta proporción, la cual consiste en el peso del
cuerpo que debe igualar el espíritu y el alma casi en su mitad.
Canon XVII. Después,
gobernamos el todo por una continua fomentación a fin de que la
naturaleza, agente interior, no retarde en absoluto su acción,
ni sufra exceso alguno. Haz pues al comienzo un suave fuego que
sea primero, casi de cuatro gotas o hilos (de líquido) hasta que
la materia ennegrezca. Luego le añadís de tal modo que sea casi
de catorce hilos, en tanto que la materia se lave, y que el Iris
que aparezca se acabe en color gris. Entonces activadlo casi a
veinticuatro hilos, hasta una perfecta blancura, sobrepasando la
de la nieve fluyente y fija: la cual es la luna del Microcosmos.
Canon XVIII. Si deseáis
llegar a la rojez perfecta, continuaréis el fuego durante
setenta días hasta que la piedra sea cambiada en un rubí
transparente pesado y pesante el cual es verdaderamente el Sol
del Microcosmos que podréis aumentar como lo habéis
comenzado: un grano de éste es igual en potencia a seis mil
granos, y por tanto, se debe administrar en muy pequeña dosis.
Raíz de el Elixir
Hay en éste un vigor etéreo(1) y
una imagen celeste. De donde nos fluye y chorrea esta medicina de
Dios.
R. E.
F I N
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- Theatrum Chemicum,
«Entheus est illi vigor et coelestis imago unde fluit
nobis haec medicina dei»
R. E. I.
El traductor francés ha leído
pues ethereus en lugar de entheus que significa
inspirado por una divinidad.
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