SOBRE
EL PROLOGO DEL QUIJOTE
Pere Sánchez
En el prólogo del Quijote,
Cervantes nos muestra la joya de su arte, la de un orfebre sutil
y perfecto que abre, y al mismo tiempo corona, un texto para «los
venideros tiempos» (1). Con palabras concisas, nos cuenta cuál
ha sido al génesis de la obra, su intención al realizarla y a
quién va dirigida; pero son confesiones hechas en la discreción,
veladas, para que la pieza maestra sólo sea del todo comprendida
por aquel a quien va dirigida. No obstante, los lectores atentos
podrán descubrir la naturaleza y la virtud del texto que tienen
ante sus ojos y podrán mesurar el alcance del mismo, con la
ayuda de las Musas que lo inspiraron.
El laborioso placer de su lectura
nos acercará al fruto que sacia mejor, o tal vez nos invada el
recuerdo de un gozo ya sabido, porque la memoria de Cervantes es
nuestra memoria, nuestro patrimonio, y forma parte del único
tesoro que es lícito acumular en este mundo, porque es el que no
nos será quitado. Cuando, dentro de treinta o cuarenta años,
muchos admiren su obra inmortal con otros ojos, habremos
recuperado una parte esencial de nosotros mismos. Como se ha
dicho, es nuestra herencia.
En la medida de nuestras
posibilidades, intentaremos acercarnos a este hermoso prólogo
medido con precisión.
A un lector
Al leer el prólogo, se desprende,
en primer lugar, que no va dirigido a cualquiera, sino a un «desocupado»
y «suave» (2) lector.
«Desocupado» para que, sin
trabas (3), pueda llenarse de la Verdad de la Mancha.
«Suave», del latín suavis,
pulido, sin asperezas, porque esta Verdad sólo puede ser
percibida por quien tiene los sentidos bien suavizados y
purificados(4). Escribe para un discípulo, y no para un hombre
ordinario. Se trata de un lector del que puede decirse:
«... estás en tu casa,
donde eres señor della, como rey de sus alcabalas ...»(5),
lo cual nos indica que el libro va
destinado a un cabalista(6). Veamos pues, cuáles son las
palabras que dirige a tan peculiar destinatario.
Cervantes viene a decir que le
hubiera gustado escribir un libro puro y abierto, pero como ha
sido compuesto en el exilio y es para ser leído en él, está
pues oscurecido por las cortezas de la literatura de este siglo,
«... como quien se engendró en
una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento...»(7).
En cuanto a la historia, le dice a
su lector:
«Sólo quisiera dártela monda y
desnuda»(8).
«Monda», porque viene del latín
mundo, limpiar, purificar(9) y «desnuda» porque procede,
según Covarrubias, de nudo, sin velo, sin vestido. Ya iremos
viendo que en este prólogo no hay una sola palabra puesta al
azar.
Como Cervantes es hombre honesto y
veraz, a las pocas líneas se ve obligado a confesar que él no
es más que el padrastro de la novela, puesto que el verdadero
padre es un sabio, el «sabio historiador Cide Hamete Benengeli»(10).
No obstante, como el humano Cervantes escribe en el exilio de
este mundo, que sólo otorga a los hombres un «estéril y mal
cultivado ingenio [...] seco avellanado»(11), nuestro autor ha
introducido muchos errores en la obra(12), por lo cual el
desocupado y suave lector deberá descubrir la substancia que se
oculta bajo el tejido de la historia, obra de ese Señor de la
Verdad, hijo de los ángeles, con quien don Miguel ha
establecido tan singular relación. Gracias a ella, el ingenio
estéril del «hombre viejo, seco»(13) será convertido en
ingenio bien labrado y fecundo.
La obra ha sido un parto laborioso,
pues como él dice,
«muchas veces tomé la pluma
[...] y muchas la dejé, por no saber lo que escribiría...» (14).
Todos los cabalistas han tomado
la pluma, porque han pesado esa materia en extremo volátil,
sin la cual no hay éxito posible. Ciertamente, fijar el cielo no
debe ser tarea fácil si no nos es concedido el Don.
La Visita y el Don
El genio español estaba
angustiado y pesadumbroso porque no sabía cómo afrontar la
labor que se había impuesto. Afortunadamente, todo vino a
solucionarlo una deseada, aunque inesperada, visita que «entró
a deshora», esto es, en lo más profundo de la noche, la hora
del silencio, porque «deshora», en latín intempestas
tiene ese significado(15). Atención a esta visita, porque va a
darle la vuelta a aquella incómoda situación. El estado en que
se encontraba Cervantes en el momento de recibirla es descrito así:
«y estando una [vez] suspenso(16),
con el papel delante, la pluma en la oreja»(17).
Es decir que está en «suspenso»,
del latín suspendo, ofrendar(18), estar en éxtasis.
Tiene «la pluma en la oreja», como quien por medio de su órgano
receptor que son las orejas(19), recibe el Don del cielo en una
visita que fija el volátil.
A continuación nos habla de este
encuentro:
«entró a deshora un amigo mío,
gracioso y bien entendido ...»(20).
Aquí Cervantes nos confiesa que
recibió la visita del verdadero amigo, del ángel iniciado «gracioso»,
porque es la Gracia del cielo. Decimos nosotros que se presenta
en forma de bella visión, porque dicha palabra significa también
hermoso(21). Es un amigo en el sentido latino de amicus,
amado, porque procede de amo, amor.
Así pues, permaneciendo en un
estado adecuado, Cervantes recibió la visita de un hombre
inmortal que no debió ser otro que el propio Cide Hamete
Benengeli, bajo la forma que requería la ocasión. Un día,
que probablemente era de noche, fue agraciado con esa misteriosa
visita de la que hablan los Adeptos: la del espíritu de Elías,
que viene de edad en edad y que como el Espíritu Santo es un
Maestro que habla, instruye, inspira las Sagradas Escrituras,
concede el don de profecía y es, según Isidoro de Sevilla, «el
espíritu del consejo y de la fortaleza»(22).
Afortunado y enriquecido por el
Don celeste, la Puerta le fue abierta y su perturbación le fue
resuelta con suma facilidad. Cada vez que esta puerta se abre, un
tesoro es ofrecido a la vista de todos y un nuevo Siglo de Oro
nace entre los hierros del siglo.
La visita viene a realizar su
labor y le dice:
«estadme atento y veréis cómo
en un abrir y cerrar de ojos(23)confundo todas vuestras
dificultades y remedio todas las faltas que decís que os
suspenden ...»(24).
Esto nos indica que la falta
antigua, el pecado original va a ser remediada, porque «confundir»
procede del latín cum-fundo, consolidar, construir,
fundar, y así será borrada su dificultad difficultas,
carencia, impedimento.
Cervantes le pregunta:
«¿De qué modo pensáis llenar
el vacío de mi temor y reducir a claridad el caos de mi confusión?»(25).
Entiéndase que la instrucción
está en la pregunta, pues ésta nos indica que la graciosa
visita viene a despertar, iluminar o «llenar» un oro que duerme
«vacío»(26), porque aún no ha sido fecundado como la tierra
antes de la Creación. Se va a producir el fiat lux en ese
vacío caótico. Entendemos que «llenar el vacío de mi temor»,
alude a la creación verdadera, pues, como afirma el Zohar,
Dios creó el cielo y la tierra con ese principio que es el temor(27).
Uno de los nombres de Dios en griego es phobos, temor.
En la segunda parte de la pregunta,
dice que viene a:
«reducir a claridad»,
esto es, reducir: re-ducere,
conducir o restaurar una cosa a su estado primero; claridad, de claritas,
evidencia, y también verdad. ¿Pero qué es lo que va a
restaurar a su primer estado luminoso y verdadero?
«El caos de mi confusión».
Cervantes -que sabe lo que dice-
está refiriéndose al tohu va bohu(28) del Génesis
bíblico, I, 2 el pasaje del comienzo de la Creación, porque tohu
significa caos, confusión y bohu, vacío. Según Nahmánides,
dichos conceptos hacen referencia a una substancia perceptible
por los sentidos, relacionada con los cuatro elementos(29)
Es de notar como en esta densa
pregunta, la visita es asimilada a la verdadera creación, que
consiste en poner orden en el caos. Somos una tierra oscura,
confusa y vacía, que debe ser visitada y fecundada. Pero en ese
caos, es donde reside el tesoro de oro(30).
Aquí el autor del Quijote
nos indica la naturaleza de la visita y las consecuencias de la
misma. No es poca cosa, en verdad, recibir un destino en el mundo
por venir.
La instrucción
Con la visita viene la instrucción,
y como se trata de escribir un prólogo, el amigo bien entendido,
«dándose una palmada en la
frente y disparando una carga de risa»(31),
le instruye acerca de como debe
escribir, no sólo el prólogo del Quijote, sino toda la
obra, pues, creemos que intencionadamente, en ningún momento
queda claro si lo escribió antes o después de redactar la
novela.
«Disparando una carga de risa»,
es una forma de decir que recibió de la visita el peso(32) de
una risa coaguladora(33).
Ante la negativa de Cervantes de
utilizar la erudición en boga -su erudición es de otra
naturaleza-, el amigo le reconforta diciéndole que el libro no
tienen necesidad de acotaciones, ni citas cultas,
«pues, este vuestro libro no
tiene necesidad de ninguna cosa de aquellas que vos decís que le
falta ...»(34).
Esto es, que el libro está
completo, por lo cual Cervantes ve así realizado su deseo,
expresado en el comienzo del prólogo :
«quisiera que este libro, como
hijo del entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y
más discreto que pudiera imaginarse»(35).
Curiosamente, las cualidades aquí
descritas son las que adornan al amigo que le visita: es «hermoso»
porque es la Gracia. Es «gallardo» -del galo-romano galia,
fuerza, lleno de vida- porque el Espíritu Santo es también la
Fuerza y la Vida. Es «discreto»(36)del latín discretus,
y éste de discerno separar, porque el ángel de la visita
sabe discernir, separar la vida de las cortezas. Es «hijo del
entendimiento» porque es hijo de un sabio bien entendido, y no
del «ingenio» del hombre viejo, «seco, avellanado».
El libro será, pues, de la misma
naturaleza de aquel que lo ha inspirado, y quien pida su ayuda e
inspiración gozará del texto abierto, como «desocupado y suave
lector».
Ahora el amigo le alecciona acerca
de cómo escribir su obra, que será el testimonio de su buena
fortuna. Le recomienda algunos de los buenos autores, como Homero,
Virgilio, Ovidio, Plutarco, León Hebreo, el Libro de los Reyes,
los Evangelios ... y le da un consejo importante:
«haced de modo como en vuestra
historia se nombre el río Tajo», ya que «es opinión que tiene
las arenas de oro»(37).
Con dicha mención, Cervantes se
mostrará como «hombre erudito en letras humanas»(38).
Entendemos aquí que quien conoce
las letras de Adán, padre de la generación humana, que son el
abecedario de la creación, posee el oro de ese río, citado por
cabalistas y alquimistas.
Tajo es el «corte que se da con
algún instrumento»(39), y procede del latín taleo, que
a su vez proviene de talea, retoño, brote, vástago(40).
Covarrubias afirma que Tajo puede proceder de tagos, princeps,
jefe o de tajos, celeritas, rápido. Como el Pactolo, es
un río aurífero que fluye sobre el oro terrestre(41). En una
obra alquímica del siglo XVII se puede leer este epígrafe : «penas
nos unda Tagi», en mi poder las ondas del Tajo(42)..
Los Adeptos nos proponen cultivar
el juego de la hermenéutica; pon este nombre en tu texto y tu
lector sabrá que conoces el oro de los sabios y que posees las
eruditas letras humanas : las cinco vocales, que -dice
Covarrubias-«son el origen y la vida de las demás»(43), y las
consonantes, del latín cum-sono, con el son, que
despierta el alma para que ésta recobre la memoria. Así el
destinatario comprenderá al autor, que le dice: tengo el oro,
tengo la palabra.
Es necesario además, le aconseja
el amigo, que,
«leyendo vuestra historia, el
melancólico se mueva a risa y el risueño la acreciente» (44).
Se trata pues de rehabilitar este
Saturno caído, signo de la melancolía, palabra griega formada
por melas, negro y khole, cola, engrudo. Nuestro
dios sepultado en su pegajosa oscuridad y entrampado en un sueño
sin cuerpo, debe ser regenerado por efecto de la risa mesiánica,
como María, que también recibió la visita de un ángel,
Gabriel, «llenando el vacío de su temor y aclarando el caos de
su confusión». Una vez purificada la tierra oscura y caótica,
su vacío será fecundado, para que en ella germine la Edad de
Oro de nuestro Señor.
Otra indicación del amigo es que
el libro sea escrito,
«a la llana, con palabras
significantes, honestas y bien colocadas(45).
Es natural que un libro al que no
le falta nada esté compuesto «a la llana»: «cosa que no tiene
estropieço»(46), del latín planus, liso, claro,
evidente, sin asperezas. Con «palabras significantes», del latín
significo, marcar con una señal, distinguir. «Honestas»,
procede de honestus, noble, hermoso, como si dijéramos honestus
natus, de noble origen. «Y bien colocadas», porque
Cervantes ha recibido el don de la elocuencia, de loqui,
hablar y locus, lugar, que consiste en hablar con recto
discurso, puesto que la palabra debe ser colocada en su lugar(47).
Compréndase, pues, que el Quijote es un libro puro, claro,
lleno de signos, hermoso, elocuente y de noble origen. Tiene las
cualidades de su padre, el sabio Cide Hamete Ben Engeli.
Es también lógico que sea un
libro con fundamento,
«que habrá de derribar la máquina
mal fundada destos caballerescos libros»(48).
Es decir, los falsos libros de
caballería porque, según Covarrubias, «una cosa sin fundamento»
es aquella que «tiene ruin principio y falso»(49).
Otro consejo de la ilustre visita
: que escriba «pintando [...] vuestra intención» (50).
Cervantes ha de hacer visible,
manifiesto(51) su propósito y su fin a quien le lea sin malicia.
Colegimos pues, que quien siga las huellas de la luz bajo el velo
de la historia quijotesca, descubrirá la «intención» de su
autor(52). Así es cómo entre autor y lector, se establece el
juego sutil de las intenciones y la complicidad. Así se vinculan,
como maestro y discípulo, aquellos que beben de una misma fuente
y tienen por objeto un único amor.
Quien escribe, sabe que quien
comparta su mismo amor por la Verdad, descubrirá con facilidad
sus trazas y comprenderá su «intención». Por su parte, el
lector a quien va destinado el libro, descubrirá que en las
singulares aventuras de un caballero y su escudero sólo se habla
de la Verdad. Así se encuentran, gracias a un soporte textual,
quien ha escrito y quien ha leído.
La visita auxiliadora le
recomienda asimismo que siga la regla tradicional de la «imitación»,
esto es imitar, en la forma y en el fondo los textos revelados,
los autores inspirados, cuyo objetivo es transmitirnos una única
Verdad. Tanto en el prólogo como en varios pasajes del Quijote,
Cervantes repite que ha seguido ese método tradicional(53). El
padre tuvo a su vez un padre.
No se trata de inventar nada, sino
de volver a decir lo esencial; lo único nuevo es la forma de
velar, y ese es el sentido de revelar. Lo que nuestros contemporáneos
consideran plagios o fuentes de inspiración en Cervantes,
Quevedo y otros, no son sino avisos y guiños de complicidad,
para que el lector bien intencionado sepa en qué clave está
cifrado cierto pasaje o algunas palabras.
La herencia
Cervantes también fue en su día
un «desocupado y suave lector» que, como él mismo declara en
este prólogo, tuvo la «buena fortuna de hallar en tiempo tan
necesitado consejero»(54).
Es precisamente gracias a la
visita del gran consejo que se convierte en un bienaventurado(55)y
escribe un libro de caballerías, o tal vez podría decirse, cabalallerías.
Señalemos que halló tan
necesitado consejero «en tiempo». Covarrubias(56), siempre
instructivo, nos dice que tener tiempo es «tener lugar», y que
el «jeroglífico del tiempo es una culebra»(57). Tal vez se no
dé aquí alguna indicación precisa acerca del lugar donde se le
manifestó la visita, así como la naturaleza de la misma.
A su cabal lector, le dice
Cervantes que supondrá para él
«un alivio hallar tan sincera y
tan sin revueltas la historia del famoso Don Quijote de la Mancha...
»(58).
Vemos aquí cómo, con otras
palabras, de nuevo le recuerda la cualidad del libro: es ligero
porque «alivio» procede de allevo, aligerar, exaltar. Es
puro e intacto, porque ese es el significado de sincerus.
Y está libre de «revueltas», del latín volvo, lo que
da vueltas sobre sí mismo, en círculo. Por lo tanto es una obra
libre de la prisión circular donde está enrejada nuestra vida.
Los beneficios de la lectura serán
múltiples, pero aquí Cervantes tiene interés en señalar dos,
el primero es:
«dar a conocer tan noble y
honrado caballero»,
lo que no es poco, ya que es el
verdadero protagonista de nuestra vida, aquel a quien están
reservadas «las grandes hazañas, los valerosos hechos»(59). En
el segundo pone más énfasis:
«quiero que me agradezcas el
conocimiento que tendrás del famoso Sancho Panza, su escudero,
en quien, a mi parecer, te doy cifradas(60) todas las gracias
escuderiles ... »(61).
Hay pues una gracia que posee el
escudero, como una bendición de la que puede ser portador si,
efectivamente, va unido a su señor Don Quijote. Cervantes quiere
indicarnos, según lo entendemos, que existe un misterio, una
cifra por desvelar en la condición de Sancho, un signo revelador.
Don Miguel parece decirnos que en
el escudero podemos reconocer algo que debe importarnos mucho. Su
intención es que nos fijemos en el carnal Sancho, tal vez porque
la Edad de Oro debe nacer en la de hierro de este mundo, patria
terrena de todos los Sanchos. Debemos reconocer nuestra herencia.
El «propósito principal» de la
obra que nos ocupa, es, según su autor, hablar de «la verdad»
y no de las «frías digresiones»(62). Y la verdad está en las
palabras, en la medida en que su fuerza y su potencial creador
son el reflejo del único Verbo de Dios.
A nuestro entender el prólogo de
Cervantes es un testimonio de como se escribe una obra inmortal.
_____________
(1) «...en los venideros tiempos,
cuando salga a la luz la verdadera historia de mis famosos hechos...»,
Cervantes, Quijote, I, cap. 2, p. 80. Para la realización
del presente trabajo he seguido la edición de Luis Andrés
Murillo, Ed. Castalia, Madrid, 1991, 2 vol.
(2) Ibídem, pp. 50 y 58.
(3) Hace ya varios años que Juli
Peradejordi publicó en esta misma revista un interesante trabajo
sobre el prólogo y el nombre del Quijote, donde se habla de esta
traba, entre otras cosas; La Puerta, nº 3, Barcelona, 1981, pp.
39-45. Es un artículo que, desde luego, merece ser leído.
(4) Según Covarrubias,
herramienta básica para leer los autores del Siglo de Oro español,
«suave cosa» es aquel que percibe el sentido; Tesoro de la
lengua castellana o española, Ed. Alta Fulla, Barcelona,
1987.
(5) Cervantes, op. cit., p.
51.
(6) J. Peradejordi, op. cit.,
pp. 42-43.
(7) Hay aquí una alusión al
concepto de exilio de la tradición hebrea, según la cual, el
hombre se encuentra fuera de su verdadera patria. Está exiliado
en Mizraím, Egipto, de la radical MZR, que
significa angustia, estrechez, incomodidad, aflicción. Platón
afirma que la parte divina sobre la cual se asienta nuestra vida
está encarcelada en el cuerpo (Fedón 82, 83; Fedro, 250).
Recordemos también que la inspiración divina «viene de la
puerta estrecha, escondida en la sombra de nuestra prisión
terrestre», Louis Cattiaux, El Mensaje Reencontrado, Ed.
Sirio, Málaga, 1978, libro XVIII, 45'.
(8) Cervantes, op. cit., p.
51.
(9) «Mondar», del verbo latino mundare,
que vale limpiar, dice Covarrubias.
(10) Ver C. del Tilo en «La
hechicera», La Puerta «Alquimia», Ed. Obelisco, Barcelona,
1993, p. 85 (y nota).
(11) Cervantes, op. cit., p.
50.
(12) Ver E.C. Agrippa, «De la
incertidumbre, vanidad y abusos de las ciencias», La Puerta «Magia»,
Ed. Obelisco, Barcelona, 1993, pp. 56-57.
(13) Ese es el significado que da
Covarrubias de avellanado.
(14) Cervantes, op. cit., p.
51.
(15) Cfr. Diccionario de
autoridades, voz deshora, y Varrón, De lingua
latina, VI, 7.
(17) En la p. 53, dice Cervantes
«suspensión y elevamiento»; esta última palabra significa según
Covarrubias: «transportarse en contemplación levantado el espíritu
a la especulación de las cosas inmateriales y divinas, que por
otro nombre dezimos arrobarse». Elevamiento proviene del latín elevo,
alzar y en sentido figurado aminorar, disminuir.
(18) Cervantes, op. cit., p.
51.
(19) Nos parece de utilidad leer
al respecto E.C. Agrippa, La Filosofía Oculta, libro III,
cap. 59.
(20) Afirma Covarrubias, citando a
Plinio que «las orejas en el hombre no tienen movimiento». Según
Varrón, auris, orejas, procede de aveo, deseo
ardiente, op. cit., VI, 83. Las orejas estaban dedicadas a
Mnemosine, diosa de la memoria y madre de las Musas; era
representada clavando un clavo y su fuente era de efectos
opuestos a los del Leteo. Heráclito, el Retor, afirma que la
memoria es la madre de las Musas porque las diosas que tienen a
su cargo la palabra «cobraron vida en el seno de la memoria»,
Homero, Alegorías, Ed. Gredos, Madrid, 1989, pp. 121-122.
Ver también F. Rabelais, libro V, cap. 44, el poema dedicado a
la botella: «Oh, botella, toda llena de misterios, por una oreja
te escucho [...]. Canta la bella palabra te lo ruego...». Acerca
de las orejas receptoras, ver Louis Cattiaux, op. cit.,
libro XVI, 1-2: «Mutilando nuestras antenas receptoras...».
(21) Cervantes, op. cit., p.
52.
(22) Según Covarrubias, «gracioso
es el que tiene buen donayre y da contento el mirarle». El Diccionario
de Autoridades da como referencias iniciales a santa Teresa,
Cervantes y Quevedo.
(23) San Isidoro de Sevilla, Etimologías,
Ed. B.A.C., Madrid, 1982, VII, 3.
(24) Ver Louis Cattiaux, op.
cit., libro XXII, 13: «...¡el Señor puede cambiarlo todo
si lo quiere en un abrir y cerrar de ojos! Es todopoderoso para
hacer germinar la simiente celeste sepultada en la tumba».
(25) Cervantes, op. cit., p.
54.
(26) Cervantes, op. cit., p.
54.
(27) Ver sobre este oro, E.H., «El
Hilo de Penélope» III, La Puerta, «La Tradición Griega», Ed.
Obelisco, Barcelona, 1992, pp. 31-38.
(28) Ver R. Arola, «Comentarios
sobre el Cant espiritual» de Ausias March, La Puerta, «Esoterismo
en la España del Siglo de Oro», Ed. Obelisco, Barcelona, 1991,
pp. 113-119. En los textos alquímicos, el principio o materia
con que se realiza la Obra es llamado Caos. Ver I. Filaleteo, La
Entrada abierta al palacio cerrado del rey, Ed. Obelisco,
Barcelona, 1986, pp. 36-37. Ver también Concordancia Mito-Físico-Cábalo-Hermética,
Ed. Obelisco, Barcelona, 1986, pp. 65-67. Sobre el lugar del
temor, ver Zohar, II, [79a].
(29) Génesis I, 2.
(30) Nahmánides comenta estas dos
palabras diciendo que tohu es «algo que se puede percibir
con los sentidos», y lo relaciona con el verbo taha,
mirar con asombro, sentir, degustar, recordar. De bohu,
dice que significa «algo que contiene en él la substancia»,
como si dijéramos «en esto, bo, hay algo que es, hu».
A continuación afirma que con los cuatro elementos: ver la edición
catalana -no existe en castellano-, Mossé Ben Nahmán, El
llibre de la redempciò i altres escrits, Ajuntament de
Girona/Univ. de Barcelona, Barcelona, 1993, pp. 137-139. Sobre
ese caos, ver también Louis Cattiaux, op. cit., libro XII,
33 y 34: «La mujer y el hombre interiores son los que tenemos
que hacer emerger del caos, mediante el auxilio divino de la
gracia que abre y del amor que fecunda».
(31) E. Filaleteo, Tratado del
Cielo Terrestre, La Puerta, nº 28, 1987, p. 61 y pp. 34-35.
(32) Cervantes, op. cit., p. 53.
(33) Ver Covarrubias, op. cit.,
voz carga.
(34) «Y dijo Sara : Dios me ha
hecho una risa», Génesis XXI, 6. El fruto de esta risa
es Isaac que significa risa. También Abraham «cayó sobre su
rostro y se rió» Génesis XVII, 17. En el Siglo de Oro
se pare riendo.
(35) Cervantes, op. cit., p.
57.
(36) Cervantes, op. cit., p.
50.
(37) «La discreción de mi amigo»,
Cervantes, op. cit., p. 58.
(38) Cervantes, op. cit., p.
56.
(39) Cervantes, op. cit., p.
56.
(40) Diccionario de Autoridades,
op. cit.
(41) Talea significa también
cayado y lingote; podría proceder del griego thalia que
tiene el mismo sentido. Por eso se la representa con un cayado en
la mano. Es una de las tres Gracias, consagrada al teatro, que se
representaba en honor de Baco.
(42) Ver C. del Tilo, «La Ilustre
Fregona» en esta misma Puerta y Pernety Les Fables
Egyptiennes et Grecques, París, 1786, tomo I, p. 556 y 558.
(43) Anónimo, atribuido a Jean d'Espagnet,
La Obra secreta de la filosofía de Hermes, La Puerta, nº
20, 1985, p. 7.
(43) Covarrubias, op. cit.,
voz letra. Aquí las letras son asimiladas a los «primeros
elementos», y se refiere a que las sílabas y las dicciones se
producen por «una manera de contienda hiriéndose unas a otras»;
a continuación se explica, resumida la «fábula de Cadmo» (léase
la voz fábula en este rico diccionario). Covarrubias
afirma que las letras fueron creadas por nuestro padre Adán.
(44) Cervantes, op. cit., p.
58.
(45) Cervantes, op. cit., p.
58.
(46) Covarrubias, op. cit.
(47) Varrón, op. cit., VI,
56-57.
(48) Cervantes, op. cit., p.
58.
(49) Ver voz fundar.
(50) Cervantes, op. cit., p.
58.
(51) Ver Covarrubias, op. cit.,
voz pintar.
(52) E.C. Agrippa, op. cit.,
libro III, cap. LXV, también habla de esta «intención».
(53) Imitatio procede de imitor,
y este imago, imagen, figura, representación. Cervantes
alude a la imitación como modo de expresión en las páginas 303,
304, 305, 319, 364 y 370 del Quijote, parte I.
(54) Cervantes, op. cit., p.
58.
(55) Ver Mateo V, 3-12.
(56) Voz tiempo.
(57) Ver Diccionario de
Autoridades, op. cit., voz tiempo : «tiempo [...]
vale ocasión»; se trata del kairos, para lo que aquí
nos interesa. Esta palabra griega que en latín se traduce por occasio,
significa medida conveniente, medida justa, y también ocasión,
momento oportuno, conveniente, decisivo; los griegos hicieron de Kairos,
un dios. En un tratado hermético del siglo XVII, sobre la Ocasión,
se dice : «recibe esta nueva dote [...] ¡con qué ternura la
Ocasión, el Tiempo y la ayuda que yo aporto del Cielo os asisten!».
«Oh, feliz y bienaventurado por la suerte amiga...» : Theodorus
Galus, Tipus Occasionis, presentado por H. van Kasteel, Le
Fil d'Ariane (Rue des Combattants 11, B-1457 Walhain-St.-Paul),
nº 38, 1989, pp. 29-62.
(58) Cervantes, op. cit., p.
58.
(59) Cervantes, cap. XX, p.238.
(60) Ver Covarrubias, op. cit.,
voz cifra, escritura enygmática... Más adelante afirma
que procede de una palabra griega que significa oculto. Ver Diccionario
de Autoridades, op. cit., voz cifra, modo ú arte de
escribir, dificultoso de comprehender sus cláusulas, sino es
teniendo la clave.
(61) Cervantes, op. cit., p.
58.
(52) Cervantes, op. cit.,
II, cap. 18, p. 169. Según Covarrubias, op. cit.: «Llamamos
frío al hombre que no tiene brío, ni gracia en quanto dize».
Digresión, en latín digressio, dis-gradior : caminar
desviado, desviación del camino recto. Aquí también Cervantes
ha medido sus palabras
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