El Apocalipsis
de Hermes
por el muy célebre Helvetius
Aureolus,
el segundo Hermes,
es decir:
De la revelación del espíritu
oculto de la naturaleza
Introducción y traducción: L.
Tera
Introducción:
Aureolus Philippus Theophrastus
Bombastus von Hohenheim, llamado Paracelso (1493-1541), nacido en
Einsiedeln (Suiza), está considerado como uno de los mayores
alquimistas de todas las épocas. Como médico, su obra supone
una auténtica revolución en los estudios médico-alquímicos:
no sólo por las síntesis que se hallan en sus libros- de
todo lo que anteriormente a él se había investigado en este
campo, sino por las muchas medicinas que encontró mediante
procedimientos alquímicos, para remediar las enfermedades del
género humano. Su prosa es un modelo de honestidad en el
resbaladizo terreno de los escritos de alquimia. Como maestro,
tuvo muchos continuadores y discípulos médicos, en su
mayor parte- en Europa Central durante los siglos XVI y
principios del XVII; hacia 1580 comienza pues a florecer una
verdadera fábrica de textos paracélsicos: el que aquí
presentamos forma parte de ellos.
«El Apocalipsis de Hermes»
aparece por vez primera en la edición de las obras de paracelso,
publicada en latín por Paltenius y Dorn (Estrasburgo, 1603, en
la imprenta del célebre Zetzner). Este texto está incluido en
la parte dedicada a los «libros mágicos y astrológicos... y
tratados aplicados a la piedra filosofal»
El Apocalipsis de Hermes
Hermes, Platón, Aristóteles y
los demás filósofos que han florecido en tiempos diferentes,
inventores de las artes que han considerado con asiduidad las
potencias de las criaturas inferiores, se han preguntado,
animados por un gran deseo, si era posible encontrar entre las
criaturas alguna cosa que protegiese el cuerpo del hombre de la
destrucción y que le mantuviese en una vida permanente. La
respuesta ha sido que no existía nada que liberase al cuerpo
destructible de la muerte, pera que no obstante existía
realmente una cosa que suprimía la corrupción, devolvía la
juventud, prolongaba la breve vida hasta la edad de los
patriarcas. La muerte ha sido el castigo infligido a nuestros
antepasados: Adán, Eva y sus descendientes no pueden sustraerse
de ella. Así, dichos filósofos y otros aún se han esforzado
mucho en buscar, antes de cualquier otra cosa, este uno único, y
han descubierto que lo que preserva el cuerpo del hombre de la
corrupción y prolonga la vida es, en todas sus propiedades,
comparable al cielo por lo que respecta a su relación con los
demás elementos.
Han comprendido que el cielo es
una esencia superior a los cuatro elementos tanto como a las
cuatro cualidades y lo han considerado como la quintaesencia, por
la relación que mantiene con los cuatro elementos, ya que el
cielo es indestructible, inmutable y no soporta jamás ninguna
intrusión ajena. Pensaron que era preciso extraer este uno
único de las potencias de nuestro cuerpo, y los filósofos le
han dado este nombre. No es caliente ni seco como la tierra, y es
para todos los elementos finalidad, ecuación perfecta, mezcla
exacta de las potencias necesarias, reunión particular de las
virtudes espirituales, unión invisible del cuerpo y del alma,
esencia más pura y más noble de un cuerpo indestructible,
extraída por el arte, esencia que no puede ser destruida ni
atacada en lo más mínimo por los elementos. Aristóteles se
sirvió de ella para sazonar una manzana cuyo perfume prolongaba
la vida, cuando la edad, -quince días antes de su muerte-, le
quitó el apetito y la sed.
Esta esencia espiritual y cosa
única ha sido revelada desde lo alto a Adán, los santos
patriarcas han alimentado un deseo particular de ella, Hermes y
Aristóteles la llaman la verdadera, sin mentira alguna, la
cierta, la más cierta de todas, la más secreta de las secretas.
Potencia divina escondida en la naturaleza, es la mejor y la más
alta que pueda ser buscada bajo los cielos, la maravillosa
conclusión y el término de todas las obras filosóficas, se
encuentra en ella, el rocío del cielo y el peso graso de la
tierra. En su espíritu se descubre lo que el hombre no es capaz
de formular, como dice Morien: tenerlo es poseer todo, ya no
tener necesidad de ninguna otra ayuda porque este espíritu
encierra toda la bienaventuranza, toda la salud del cuerpo y la
felicidad terrestre. El es el espíritu de la quintaesencia, el
manantial de toda la alegría bajo el círculo lunar. Sostiene el
cielo, mantiene la tierra, mueve el mar, excita el viento, hace
bajar la lluvia, mantiene todas las cosas y potencias. Espíritu
elegido que domina todas las demás cosas y espíritus celestes,
da la salud, la felicidad, la alegría, la paz, el amor, expulsa
en general todos los males, cura toda enfermedad, aleja el odio y
la tristeza, introduce la alegría, destruye la pobreza y la
miseria, en todo bien él es el guía, impide a cualquiera decir
o pensar mal, da al hombre lo que desea su corazón, a los
hombres piadosos da el honor terrestre y una larga vida, a los
malvados que abusan de él, las penas eternas. He ahí el
espíritu de la verdad que el mundo no puede asir sin la
inspiración del Espíritu Santo o bien sin la enseñanza de
aquellos que le conocen. Su naturaleza no puede ser reconocida,
al igual que su potencia. Infinito es su poder, y los santos han
deseado verle desde el inicio del mundo.
Avicena llama a este espíritu
«alma del mundo». En efecto, al igual que el alma pone en
movimiento todos los miembros del cuerpo, asimismo este espíritu
pone todos los cuerpos en movimiento. Y, así como el alma ocupa
todos los miembros del cuerpo, asimismo este espíritu está
presente en todas las criaturas elementales. Muchos lo buscan
pero pocos lo encuentran. Se le cree lejos, pero se le coge muy
cerca. Está presente en cada cosa, en todo lugar y en todo
tiempo. Contiene las energías y la eficacia de todas las
criaturas y tiene su lugar en todos los elementos a la vez. En
este uno único se encuentra la potencia suprema de toda cosa y
de cada cosa. De estas potencias Adán y los demás patriarcas
extrajeron la salud de sus cuerpos y la longevidad de sus vidas,
gracias a ellas, algunos conocieron gran riqueza y prosperidad.
Los filósofos que lo descubrieron al precio de una gran labor y
de una gran asiduidad, lo ocultaron en frases extrañas y
misteriosas a fin de que no fuese revelado a los indignos y que
las nobles perlas no fuesen echadas a los puercos. En efecto, si
estuviera en el poder de cualquiera, toda asiduidad, toda
actividad cesarían, el hombre no tendría más que un único
deseo, la posesión de este uno único, la gente ya no viviría
como se debe y el mundo se hundiría: por su avidez y por su
opulencia, irritarían a Dios. Porque ningún ojo ha visto ni
ninguna oreja oído aquello de lo que el cielo ha revestido
naturalmente a este espíritu, porque ningún corazón humano ha
tenido el eco de él. Yo hago, en honor de Dios, un breve resumen
de algunas propiedades de este espíritu que los filósofos han
experimentado, a fin de que las personas piadosas que en el
porvenir pudieran recibir este don divino lo celebren en sus
beneficios con fervor. Y os mostraré también la virtud y las
potencias que reserva a cada ser, cómo se manifiesta
corporalmente, a fin de que sea descubierto y reconocido con
tanta mayor facilidad.
En su ser primero, este espíritu
aparece en un cuerpo terrestre, sucio y lleno de una debilidad
multiforme. Pero encierra las siguientes propiedades: cura todas
las heridas y toda la corrupción que ataca a los miembros del
hombre, engendrando carne sana y consumiendo la gangrena,
purificando toda putrefacción y toda hediondez en cualquier
lugar que se fijen, curándolo todo en el interior y en el
exterior.
En su segundo ser, reviste la
apariencia de un cuerpo acuoso, más bello que en el primer caso,
lo que hace que todavía sea corruptible bajo ciertos aspectos.
Pero cuánto mayores son su energía, su eficacia y sus virtudes,
más eficaz es también en todas sus operaciones, y está más
cerca de la verdad. Bajo esta forma presta ayuda en general,
debido a su naturaleza oculta, a todas las enfermedades, frías y
calientes, y es notable su utilidad en los casos de
envenenamiento. Expulsa el veneno del corazón, disuelve sin
esfuerzo todos los depósitos pulmonares y, habiéndolos
destruido y deteriorado, los cura independientemente de su
agitación. De este modo purifica la sangre. Descompone los
depósitos que se han producido en los lugares espirituales,
evitando toda prosecución de la destrucción. Absorbido tres
veces al día durante una semana, aporta consolación y esperanza
a toda enfermedad.
En su tercer ser, manifiesta un
ser aéreo y un cuerpo de la naturaleza del aceite, que está
casi liberado de todas sus imperfecciones. En este caso,
demuestra obras completamente asombrosas, porque permite a los
jóvenes que lo absorben de forma regular en su alimento, aunque
sea en pequeñas dosis, conservar su cuerpo en un estado de
belleza y de fuerza. Evita que domine la melancolía y la
inflamación de la bilis, desarrolla más allá de la medida
sangre y esperma, y a menudo los pacientes deben ser sangrados.
Desobstruye, vuelve menos espesas las venas y los vasos
sanguíneos y, cuando un miembro tiende a desaparecer, le vuelve
a dar su justa medida. De igual modo, cuando un adolescente tiene
un ojo alterado, en el momento de su crecimiento y antes de
alcanzar la madurez, la instilación cotidiana de algunas gotas,
seguida de un reposo de un mes, le devolverá la vista con total
seguridad. Cuando un miembro alcanza un cierto grado de
putrefacción y de superfluidad, él lo elimina y lo disuelve al
instante, reemplazando las partes perdidas.
En su cuarto ser, aparece en un
cuerpo ígneo que todavía no está totalmente desembarazado de
todas las imperfecciones, que aún tiene un componente ígneo, y
cuya desecación es insuficiente. Grandes son sus virtudes: es
eficaz, a todos da la juventud. Si un enfermo condenado a la
muerte absorbiese mezclado en vino un poco de este fuego, del
peso de un grano de cebada, y si este medicamento pudiera
alcanzar el estómago por vía bucal, el paciente sería
reconfortado, recalentado y el medicamento alcanzaría el
corazón, donde suprimiría toda humedad superflua. Expulsa el
veneno, vuelve a dar vida al calor natural del hígado. Este
fuego, absorbido por los ancianos en pequeña cantidad, elimina
la enfermedad de la edad y adquieren entonces la juventud del
corazón y del cuerpo, por esto que se le llama Elixir de vida.
En su quinto y último ser,
aparece bajo un cuerpo glorificado e iluminado, sin defecto. Ahí
brillan sol y luna, en ellos él posee todas las energías y
todas las propiedades que posee en las demás esencias y de las
cuales hemos hablado: con más belleza e incluso maravilla, pues
las obras naturales son consideradas en él como misterios
divinos, ya que vuelve a dar vida a los cuerpos viejos, muertos y
desecados, dado que si se aplica en las raíces de un árbol,
éste recobrará vida, reflorecerá y traerá frutos. Si se
mezcla este espíritu con el aceite de una lámpara, ésta no se
apaga, quema eternamente sin pérdida alguna. Transforma cada
cristal en piedras preciosas de todos los colores, tan buenas y
tan preciosas como las que salen de las minas, y realiza también
muchas otras cosas que no hay que revelar a la gente malvada,
cosas que son consideradas como imposibles. En efecto, cura a
todos los cuerpos, muertos o vivos, sin adjunción de ninguna
otra medicina, y pido que Cristo me sea testigo, pues no miento
en nada: en él se encuentra la sola influencia de todos los
cuerpos celestes que se buscan en todos los cuerpos y que se han
esparcido en cada cosa en particular. Los primeros revelan todos
los tesoros ocultos en el mar y sobre la tierra, mientras que él
transforma en sol a todos los cuerpos metálicos y que, bajo los
cielos, no se encuentra nada que le sea semejante.
Este espíritu es el misterio
oculto desde el origen del cual sólo algunos santos a quienes
Dios ha otorgado la revelación han percibido la profusión de
honor; es este espíritu el que provoca en el aire una lluvia
ígnea, el que conduce la terrestreidad hacia el cielo, mientras
que ríos enteros de mar vivo fluyen de su vientre y de su
cuerpo.
Este espíritu vuela hacia el
cielo por medio del mundo intermediario. Nube que sube de la
aurora, introduce en el agua su fuego que arde y tiene en el
cielo su tierra clarificada, eliminando la malignidad de Saturno
y de Júpiter, dando a Júpiter el resplandor del sol y a
Mercurio el de la Luna. ¡Para Venus, para Venus su hermana, hace
fluir la miel de las rocas, por los minerales está lleno de un
eterno amor!
A pesar de las acusaciones de
error que recaen sobre este espíritu que los calumniadores
tendrán por falso, aquellos que saben, aquellos que lo
experimentan realmente, lo juzgarán verdadero y posible, por
poco que se quiera comprender fielmente las palabras escondidas.
¡No te enfrentes pues a este espíritu antes de tener de él una
comprensión suficiente, porque Dios es maravilloso en sus obras,
y sus obras son, como su Sabiduría, innumerables!
En su naturaleza ígnea, este
espíritu se Llama Sandaraca, en su naturaleza aérea Kubrick;
Aliochat en su naturaleza terrestre. Pero estas
denominaciones engañan a aquellos que le buscan sin antes
haberlo reconocido, y que piensan que se descubrirá por estos
procedimientos inútiles para nuestro arte. Aunque estos nombres
designen las propiedades del espíritu que buscamos, él no
está, ni puede encontrarse en estos cuerpos, ya que un espíritu
clarificado no puede manifestarse en apariciones. En efecto, en
un cuerpo como éste, -adaptado a su género, y aunque se le dé
tal o cual nombre-, no debe considerarse que existen diferentes
espíritus: sea cual fuere el nombre que se le atribuya, no hay
más que un único espíritu, eternamente, espíritu cuya
ascensión ilumina la claridad del cielo, cuya pureza en este
instante es incorporada a la tierra y que, en el curso de su
carrera, abraza el crecimiento de las aguas. No es un ángel de
las jerarquías inferiores. Su nombre es Rafael, el ángel de
Dios, el más sutil y el más noble, y también el más puro, y
los demás le obedecen como se obedece a un superior. Esta
substancia espiritual no es ni celeste ni infernal, es un cuerpo
aéreo, puro y espléndido, la forma intermediaria entre los
seres sublimes e inferiores, desprovista de entendimiento, pero
fecunda en su operación, la más escogida y llena de gracia de
todas las otras cosas celestes. Esta obra divina es demasiado
profunda para que un insensato la pueda comprender, porque es el
secreto último y sublime de la naturaleza, el Espíritu del
Señor que llena el círculo de la tierra, que planeaba en el
comienzo sobre las aguas y que el mundo no puede asir sin la
secreta y graciosa infusión del Espíritu Santo, o bien sin la
instrucción secreta de sus conocedores. El mundo entero lo desea
a causa de las energías que encierra, energías que los hombres
jamás serán capaces de apreciar suficientemente. En efecto,
estas energías penetran los planetas, elevan las nubes y
expulsan las brumas, dan la luz a cualquier cosa, transforman
todo en oro y en plata, confieren la salud y la profusión de los
tesoros, purifican la lepra, despejan la vista, reconfortan las
almas tristes, cuidan a los enfermos, manifiestan todos los
tesoros ocultos, curan en general todas las enfermedades y todas
las imperfecciones.
Este espíritu ha permitido a los
filósofos descubrir las siete artes liberales, ha engendrado la
riqueza de éstas, ha permitido a Moisés crear los utensilios de
oro del templo, al rey Salomón realizar numerosas y notables
obras en honor de Dios, a muchos hombres ejecutar grandes
acciones: a Noé construir el arca, a Moisés el tabernáculo, a
Salomón el templo. Gracias a él, Esdrás restableció la ley,
María, hermana de Moisés recibió la hospitalidad, Abraham,
Isaac, Jacob y demás justos han obtenido de él larga vida y
abundancia de riquezas, y todos los hombres piadosos que lo han
conocido gracias a él han celebrado la alabanza a Dios. Así, su
adquisición es preferible a cualquier operación realizada con
la plata y con el oro, pues él es la mejor de todas las obras,
ya que todos los bienes temporales que el hombre puede desear en
este mundo no le son comparables, porque es desde el origen
experimentado, perfecto, impecable, el único en alojar la
verdad. Por eso se le llama voz y verdad; su obra ignora la
falsedad, y no se puede celebrar suficientemente su alabanza. Soy
incapaz de describir adecuadamente su potencia, porque sus
propiedades y su poder superan nuestro pensamiento y no son
expresables en palabras: en él, en efecto, existe una multitud
de propiedades.
En resumen, ¿qué más podríamos
decir? No existe, no ha existido jamás, nunca existirá nada que
pueda permitir una exploración más profunda de la naturaleza.
¡Oh tú, Sabiduría divina de
desbordante profundidad, tú que has encerrado en la fuerza y la
potencia de este espíritu único todo lo que posee el conjunto
de todos los cuerpos, oh tú, Sabiduría inefable revelada a los
mortales: la potencia de tu espíritu mejora las cosas
destructibles de la naturaleza!
¡Oh tú, misterio de los
misterios, misterio que surge de todas las cosas misteriosas,
cura y medicina universales, última exploración de la
naturaleza, maravillosa conclusión para todos, para todos los
patriarcas, los nuevos Sabios y los Filósofos de todas las cosas
celestes inferiores, conclusión deseada por el mundo y la tierra
entera!
¡Oh! ¡Qué espíritu maravilloso
y digno de alabanza es tu pureza que, en su plena potencia,
alberga toda alegría y toda riqueza, toda la fecundidad de la
vida: arte de todas las artes, tú que otorgas la alegría
temporal a aquellos que te conocen! ¡Oh tú, ciencia deseable y
cosa amable entre todas las que están bajo el círculo de la
luna, tú que confortas la naturaleza, renuevas el corazón y los
miembros, mantienes a la juventud en la flor de la vida, expulsas
la vejez y destruyes la debilidad, mantienes la belleza en su
estadio más amable, contienes el bien en profusión y no cesas
de dar todo lo que agrada al hombre! ¡Oh tú, potencia suprema,
y que nada domina, que los ignorantes desprecian, pero que los
Sabios aman en una alabanza, en una gloria, en un honor sublimes,
tú que expulsas toda obra mortal nacida de los humores y toda
enfermedad artificial provocada por hechizo! ¡Tú aclaras la voz
de los moribundos y les das la palabra! ¡Oh tú, tesoro de los
tesoros, misterio de los misterios, Avicena te ha llamado la
substancia inefable, el alma más pura, más perfecta y más
potente del mundo, no hay bajo el cielo producto alguno del arte
cuya naturaleza y cuya potencia no sean más insondables,
operación más maravillosa, potencia más infinita, algo que
tenga su semejante a él entre las criaturas, tú que encierras
las potencias de los cuerpos celestes! ¡De ti, en efecto, fluyen
las aguas de la vida, la miel y el aceite de la salvación
eterna, y como lo dice Morien, él «les ha saciado con rocas y
miel»! Quien lo tiene posee todo y no tiene necesidad de ningún
apoyo exterior.
¡Bendito eres, tú, Dios nacido
del Padre, tú que has dado a los profetas este conocimiento,
esta inteligencia! ¡Estos lo han mantenido oculto a fin de que
los ciegos, a fin de que aquellos que están ahogados en la
impiedad de este mundo, no puedan descubrirla, a fin de que los
hombres piadosos y capaces puedan gracias a ella celebrar tu
alabanza! En efecto, aquellos que revelan y que descubren a los
indignos el misterio de esta cosa quebrantan el sello celeste, la
revelación del misterio es una ofensa para la entera Majestad
divina, las desgracias les abruman y el castigo de Dios es
inminente.
Ruego pues de todo mi corazón a
todos los creyentes en Cristo que tienen este conocimiento que no
hablen de ello a nadie, que no la comuniquen a cualquiera, sino
solamente a aquellos que viven de acuerdo con la divinidad,
después de haberlos puesto a prueba mucho tiempo, después de
que hayan reconocido que viven virtuosamente, que alaban y que
honran a Dios, Dios que ha dado a los hombres un tesoro
semejante. ¡Muchos lo buscan y pocos lo encuentran, indignos que
son de este saber, los impuros que viven en el vicio; arte que no
debería ser mostrado más que a aquellos que temen a Dios, arte
que nada puede comprar!
Tomo a Dios como testimonio: lo
que digo no es mentira, incluso si eso parece imposible para la
naturaleza. No hay nadie actualmente, no existió jamás nadie ni
existirá jamás nadie que permita una exploración tan profunda
de la naturaleza.
¡Alabado sea Dios, el Dios
supremo y Todopoderoso, que ha creado este arte y se ha
complacido en revelar este conocimiento a los hombres que le
temen! Así pues, ha sido realizada esta obra excelente y de las
más preciosas, esta revelación del espíritu oculto que tiene
escondidos en su seno los secretos y los misterios de este mundo.
Este espíritu es una divinidad única, un ministerio sagrado,
divino y maravilloso, que encierra el mundo por entero. Este
último está en él, y en él y en un instante encuentra su
verdad, este espíritu, en efecto, domina verdaderamente a los
elementos y la quintaesencia.
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