LA
GNOSIS EVANGÉLICA
Jean-Aymar
devos-Hornett
Traducción: A.
Ballester
«Tu GNOSIS es
demasiado maravillosa
para mí, demasiado
intensa,
soy incapaz de
alcanzarla» (1).
«Sin la GNOSIS,
todo hombre
es estúpido» (2).
- «¡Pero, usted es gnóstico!»
Esta exclamación indignada
impactó en mi espíritu como una bala entre los ojos.
¡Era abominable!,
insensiblemente, las ideas perniciosas debieron llevar a cabo en
mí su germinación infernal para aparecer de golpe como una
erupción de rubeola después de una larga e invisible
incubación. ¡Heme aquí un gnóstico! Ayer un fiel casi
ortodoxo, hoy un gnóstico total. ¡Cuán débil debía ser la
frontera! ¡Tenía que reaccionar!
- «Dígame, ¿qué es exactamente
un gnóstico?»
La respuesta me pareció confusa,
sólo recuerdo la perorata:
«... Y esta detestable herejía
parece tan inmortal como el mismo Satanás, pues, con misteriosos
viajes subterráneos, de edad en edad, resurge inexorablemente en
las mentes pervertidas, como los brotes sucesivos de un
monstruoso rizoma. ¡Ved a los Cátaros, los Templarios, los
Rosacruces y otros Superiores desconocidos!»
¡Horror y estupefacción! La
Bestia inmunda se había apoderado, pues, de mí: y como de otro
Sr. Jourdain se tratara, yo hacía gnosis sin saberlo.
Tomé rápidamente una
resolución. Agradecí al alma vigilante que me había abierto
los ojos a mi mal y decidí adoptar una actitud freudiana:
conocer mejor el mal para combatirlo. Poco a poco, me dije, la
luz se decantará, la clara verdad evangélica sobrepasará a la
hidra gnóstica. Cuando habré estudiado tanto la gnosis como la
Escritura, la separación se hará de un modo natural.
¡Ay!, lector iluminado, vuela en
mi socorro y teme imitar mi loca imprudencia. En efecto, lejos de
convertirme, mis búsquedas insensatas me han encadenado en el
error sin retorno. Y, hoy en día, para acabar la obra satánica,
la más loca idea se impone irresistiblemente a mi pobre
espíritu extraviado. Con horror te la voy a decir: ¡EL MISMO
EVANGELIO ES GNÓSTICO!
* * *
En realidad es muy difícil situar
esta herejía. Primero, se ha bautizado como
"gnósticas" una serie de sectas o movimientos
religiosos muy distintos entre sí y que habrían estado muy
sorprendidos de esta agrupación y de esta denominación. Luego,
como juiciosamente lo ha remarcado J. Kelly: «Es la
coexistencia de una gnosis medio cristiana, herética o en
absoluto cristiana que, en cierta medida, hace muy difícil
definir con precisión el gnosticismo» (3).
En las páginas siguientes,
únicamente nos referiremos a la gnosis cristiana; ¿quién la
domina y la ejerce aún hoy en día? No obstante, el Nuevo
Testamento habla de ella en numerosos pasajes: esto es lo que
hemos querido mostrar.
El método que hemos utilizado
deriva de los buenos maestros Virgilio y Rabelais. Es muy
conocida la historia de la Sibila de Cumas (4). Esta virgen
escribe sobre hojas de árbol los versos de sus oráculos, luego
en su antro los amontona en orden; la puerta se abre y el viento
dispersa hojas y versos que la profetisa no se afana (en
absoluto) en ordenar de nuevo. Y los consultantes se van sin
respuesta, maldiciendo la morada de la Sibila.
Lo mismo ocurre cuando Panurgo
consulta sobre su matrimonio a la Sibila de Panzoust (5): «Allí
había un sicómoro antiguo; lo sacudió tres veces, y sobre las
ocho hojas que cayeron en el huso escribió rápidamente unos
breves versos, las arrojó al viento y les dijo: "Idlas a
buscar, si queréis; encontradlas, si podéis; la suerte fatal de
vuestro matrimonio en ellas está escrita"
(censura
de un pasaje terrorífico). Corrieron en pos de las hojas y al
cabo de gran trabajo lograron recogerlas, porque el viento las
había esparcido entre los arbustos del valle. Ordenándolas una
detrás de otra, encontraron esta sentencia en verso...».
Hemos intentado, pues, confrontar
versículos dispersos del Nuevo Testamento que según
parece, tratan de la gnosis, un poco como en el juego de
paciencia donde se coloca cada carta en su color y en su orden.
Para atenernos lo más posible al texto original, a menudo lo
hemos traducido de forma muy literal.
Solamente deseamos recordar que
esta gnosis cristiana existe y, ya que existe, es vital y como la
médula espinal del Cristianismo. No habremos perdido el tiempo
si esto incita tan solo a un creyente a buscar la gnosis
evangélica, la Sabiduría que el Espíritu Santo enseña en su
Escuela de los Misterios.
La palabra «gnosis» está
empleada veintiocho veces en el Nuevo Testamento.
Fundamentalmente significa la acción de conocer, el
conocimiento; su acepción se ha extendido naturalmente al objeto
del conocimiento: la ciencia misma.
SABIDURÍA OCULTA, dicha gnosis es
misteriosa y secreta; está reservada a los que han sido juzgados
dignos de ella: «¡Oh, profundidad de la riqueza, de la
sabiduría y de la gnosis de Dios! ¡Cuán insondables son
sus juicios y cuán impenetrables sus vías!» (Rom. XI,
33) En efecto, ¿quién ha conocido el pensamiento del Señor?.
«De sabiduría es de lo que
hablamos entre los perfectos; no de una sabiduría de este eón,
ni de los príncipes de este mundo que están abolidos; al
contrario, hablamos de una sabiduría de Dios, misteriosa, que ha
permanecido oculta, que Dios ha predestinado antes de los eones,
para nuestra gloria». (I Cor. II, 6-7).
La humildad es la puerta de este
jardín secreto: «Te doy gracias, Padre, Señor del Cielo y de
la Tierra, pues esto tú lo has ocultado a los sabios y a los
inteligentes y lo has revelado a los pequeñuelos». (Mt.
XI, 25).
Pablo afirma que este conocimiento
es el bien supremo: «Ciertamente, todas las cosas las estimo
como una pérdida en relación al beneficio de la gnosis
de Cristo Jesús, mi Señor» (Fil. III, 8)..
EL PERFUME DE LA GNOSIS, Pablo
especifica que está lejos de ignorar su substancia: «Si en
discursos sólo soy un profano, no lo soy en gnosis: en
todo y en todas las formas os lo hemos mostrado» (II Cor.
XI, 6). Así es como Pablo junto con los Apóstoles y de una
manera especial los amigos de Dios, difunden el buen olor
gnóstico que separará a los vivos de los muertos: «A Dios sea
la Gracia, pues él, nos hace triunfar siempre en Cristo y por
nosotros manifiesta en todas partes el perfume de su gnosis.
Ya que por Dios somos el buen olor de Cristo entre los que se
salvan y entre los que se pierden; para unos, un olor que de la
muerte va a la muerte, para los otros, un olor que de la vida va
a la vida. ¿Quién es capaz de esto? En efecto, no somos como la
mayoría que falsean la palabra de Dios, no, es con una pureza
total, es por Dios que ante Dios hablamos en Cristo» (II Cor.
II, 14-17).
Todos los profetas difunden este
perfume sutil en el mundo para recolectar a los fieles de fino
olfato. Es lo que hizo también Juan el Bautista, pues preparó
la venida del Hijo divino, como lo canta Zacarías su padre: «Y
tú, pequeño, tú serás llamado profeta del Altísimo, pues
caminarás ante el Señor para preparar sus vías, para dar la gnosis
de salvación a su pueblo» (Luc. I, 76).
FALSA GNOSIS, Los falsos profetas
difunden gnosis falaces que no debemos confundir con la
auténtica: «Habrá un tiempo en que los hombres ya no
soportarán la sana doctrina, sino que con comezón de oído,
siguiendo su propia codicia, se darán muchos maestros y
apartarán el oído de la verdad para volverse hacia las
fábulas» (II Tim. IV, 3-4). Pablo advirtió a Timoteo
que guardara fielmente el legado tradicional que le confió:
«¡Oh, Timoteo!, guarda el legado. Evita las pláticas huecas y
profanas y las objeciones de la gnosis que no merece este
nombre» (I Tim. VI, 20). En cuanto a Pablo, como los
verdaderos misioneros de Dios, de algún modo posee la
infalibilidad que separa lo puro de lo impuro: «...derribamos
los sofismas y toda soberbia levantada contra la gnosis de
Dios» (II Cor. X, 4-5).
PALABRA ESCONDIDA, Dicha gnosis
debe permanecer al abrigo del mundo y de la masa, por lo cual
Jesús ante ellos nunca llamó las cosas por su nombre: Es en
parábolas como Jesús dijo todo esto a las gentes y nada les
decía sin parábola, a fin de que se cumpliera lo que había
sido dicho por el profeta: «Abriré la boca para decir
parábolas, clamaré las cosas ocultas desde la fundación del
mundo» (Mt. XIII, 34-35). Sólo los discípulos elegidos
reciben el sentido profundo, la gnosis crística: «No les
hablaba sin parábolas, mas a sus discípulos, en particular, él
les resolvía todo» (Mc. IV, 34). En efecto, Jesús les
decía: «A vosotros os ha sido dado el misterio del Reino de
Dios; pero para los que son del exterior, todo les llega en
parábolas a fin de que: mirando, miren sin ver y escuchando,
oigan sin comprender, por miedo a que se conviertan y sean
absueltos» (Mc. IV, 11-12). Los mismos discípulos se
sorprenden de este carácter tan reservado: «Judas, no el
Iscariote, le preguntó: ¿Señor, cómo es que vas a
manifestarte a nosotros y no al mundo? Jesús le
respondió: Si alguno me ama guardará mi palabra y mi Padre le
amará e iremos hacia él, y en él estableceremos nuestra morada
(Jn. XIV, 22-23). La comprensión de dichos misterios no
está al alcance del viejo Adán. Únicamente el Don de Dios abre
los tesoros de la Escritura: «No todos alcanzan esta palabra,
sólo aquellos a quienes es dado recibirla» (Mt. XIX,
11).
NECESIDAD DE LA HERMENEUTICA, Es,
pues, evidente que la Escritura Santa es por entero un
libro sellado: «Si nuestro Evangelio es oculto, solamente
lo es para los que se pierden, para los infieles a los cuales el
dios de este eón ha cegado el entendimiento, a fin de que no
brille para ellos la iluminación del Evangelio de la
gloria de Cristo, que es el icono de Dios» (II Cor. IV,
3-4). Este libro permanece cerrado no sólo para los inteligentes
del mundo, sino, ¡desgraciadamente!, también para todo hombre
carnal (6) cuyos sentidos no han sido purificados:«sabemos que
permaneciendo en este cuerpo estamos exiliados lejos de Dios:
pues caminamos mediante la fe y no mediante la vista» (II Cor.
V, 6). El que querrá interpretar la palabra divina por su
inteligencia particular, sin la ayuda del Espíritu Santo, se
extraviará inevitablemente: «Ante todo debéis saber: ninguna
profecía de la Escritura es objeto de interpretación
particular, ya que jamás una profecía ha sido impulsada por la
voluntad del hombre, sino que hombres impulsados por el Espíritu
Santo hablaron por Dios» (II Pedro I, 20-21).
Así nacen los comentarios
erróneos y las herejías. Pedro advirtió de ello a sus lectores
cuando implícitamente reconoce que las cartas de Pablo ya forman
parte de la Escritura y a este título necesitan de una
hermenéutica: «Hay en ellas cosas difíciles de comprender que
los ignorantes y los inestables pervierten -como las demás
Escrituras- para su propia perdición» (II Pedro, III,
16).
CRISTO EXÉGETA, Toda Escritura
santa ha sido sabiamente revelada a fin de que sólo los puros
puedan beber de ella. Este velo sólo puede ser retirado por
Cristo, por su Espíritu libre, para el maravillado contemplador
que después de absorber este alimento, al fin sólido,
resplandezca a su vez como un faro para los suyos: "Su
entendimiento se ha endurecido. En efecto, hasta este día, este
mismo velo permanece en la lectura del Antiguo Testamento: no es
retirado, pues es en Cristo que desaparece. Si hasta el día de
hoy, cada vez que leen a Moisés, un velo cubre su corazón.
Cuando uno se convierte al Señor, este velo es retirado. El
Señor es el Espíritu, donde está el Espíritu del Señor allí
está la libertad. Y nosotros todos, que con la faz descubierta
miramos (7) la gloria del Señor, en este mismo icono, somos
transformados de gloria en gloria, como por el Espíritu del
Señor» (II Cor. III, 14-18).
Cristo-Hermes, objeto de la
Escritura, es también su intérprete autorizado, pues ¿no es
Él quien encendió la linterna de los peregrinos de Emmaús?.
«Comenzando por Moisés y recorriendo todos los profetas, hizo
para ellos la hermenéutica (8) de lo que le concernía en todas
las Escrituras» (Lc. XXIV, 27). De tal modo iluminó su
linterna que estos discípulos benditos se dijeron el uno al
otro: «¿No sentíamos arder nuestro corazón cuando nos hablaba
en camino, y cuando nos abría las Escrituras?» (Lc.
XXIV, 32). Y esta misma bendición fluyó sobre los Apóstoles:
«Entonces les abrió el sentido (nous) a la comprensión
de las escrituras» (Lc. XXIV, 45).
VIDA Y MUERTE LITÚRGICAS, Al
igual que la letra vacía de su espíritu es sólo un cadáver,
el rito también lo es sin la Presencia real. Pensamos que los
textos siguientes no deben ser fijados en la historia y conservan
una candente actualidad: «Así pues, si (Cristo) estuviera sobre
la tierra ni siquiera sería sacerdote, puesto que hay hombres
encargados de ofrecer los dones según la Ley. Estos rinden un
culto a ejemplo y sombra de las cosas celestes, según la
revelación que Moisés recibió cuando había de construir la
tienda: Mira, está dicho, (9) lo harás todo conforme al ejemplo
que te fue mostrado en la montaña» (Heb. VIII, 4-5).
El Espíritu es lo que vivifica la
Escritura y anima el rito; la producción gloriosa de estas bodas
del Cielo y de la Tierra es el Salvador del mundo: «Poseyendo
tan sólo la sombra de los bienes venideros, y no el icono mismo
de las cosas, la Ley, con los mismos sacrificios ofrecidos
continuamente de año en año, nunca podría volver perfectos a
los asistentes. De otro modo ya habrían cesado de ofrecerse,
pues los fieles de dicho culto purificados de una vez por todas,
ya no tendrían conciencia de sus pecados (...). Y todo sacerdote
se presenta cada día para oficiar y ofrecer frecuentemente los
mismos sacrificios, los cuales jamás pueden quitar los pecados.
Al contrario, Él ha ofrecido para los pecados un sacrificio
único (...). Pues por una hostia única él ha vuelto a los
santificados perfectos para siempre» (Heb. X, 1-14).
También son actuales estas
invectivas de Jesús: «Desgraciados de vosotros, legisladores,
pues habéis quitado la llave de la gnosis. Vosotros
mismos no habéis entrado y a los que entraban se lo habéis
impedido» (Lc. XI, 52). «Guías ciegos que coláis el
mosquito y tragáis la camella» (Mt. XXIII, 24). Pero
esquivemos este terreno candente.
MALENTENDIDO LINGÜÍSTICO, Todo
ocurre como si hubiese, tanto en el rito como en la Escritura,
entre la palabra divina y el auditor, una dificultad de tipo muy
conocido en Bélgica: un problema lingüístico o, propiamente y
en otros términos: un malentendido por mal entendedor.
El Espíritu Santo habla una
lengua verde y sutil que sólo es perceptible por la oreja del
hombre interior; el hombre carnal confundiendo constantemente la
gimnasia con la magnesia, sólo oye palabras palurdas, espesas y
profanas a su medida: «El hombre psíquico (o animal) no recibe
lo que es del Espíritu de Dios: para él es locura y no puede
conocerlo ya que esto se ha de examinar espiritualmente; en
cambio, el hombre espiritual examina el todo, pero él mismo no
es examinado por nadie» (I Cor. II, 14-15).
La gramática del bello lenguaje
se enseña en la gallarda abadía de Telema. Sobre el portal de
esta santísima escuela, dispensadora de la Gaya Ciencia y del
Fino Amor, está escrito en grandes letras antiguas:
«Compaignons
gentilz,
Serains et subtilz,
Hors de vilité,
De civilité
Cy sont les
oustilz,
Compaignons gentilz
Cy entrez, vous,
qui le sainct Evangile
En sens agile
annoncez, quoy quon gronde:
Céans aurez un
refuge et bastille
Contre lhostile
erreur qui tant postille
(10)
Par son faulx stile
empoizonner le monde:
Entrez, quon
fonde icy la foy profonde,
Puis quon
confonde et par voix et par rolle (11)
Les ennemys de la
saincte parolle.
La parolle saincte
Jà ne soit
extaincte
En ce lieu trés
sainct;
Chascun en soit
ceinct
Chascune ayt
enceincte (11)
La parolle
saincte» (12)
«Compañeros
gentiles,
serenos y sutiles,
lejos de vileza;
de civilización,
aquí están los
útiles,
compañeros
gentiles.
Entrad vosotros que
el Santo Evangelio,
Con sentido ágil
anunciáis, aún que haya quien gruña:
Aquí tendréis
refugio y bastilla.
Contra el error
hostil que tanto se agita,
Por su falso estilo
a emponzoñar el mundo:
Entrad, sea aquí
fundada la fe profunda,
Y sean confundidos
por la voz y por escrito
los enemigos de la
santa palabra.
La palabra santa,
No sea ya exigua,
En este santísimo
lugar,
Cada uno esté
ceñido,
Cada uno esté en
cinta
De la palabra
santa".
LA LIBRE ESCUELA DE LA GNOSIS,
Entre esta Escuela y la de nuestros hijos en el mundo, tal como
dice espiritualmente uno de nuestros sabios lectores, «hay un
mundo de diferencia». Toda la vida de los telemitas «no
estaba regida según leyes, estatutos o reglas, sino según su
deseo y franco arbitrio (...) En su regla no había más que esta
cláusula: haz lo que quieras porque las gentes libres,
bien nacidas, tienen por naturaleza un instinto y aguijón que
siempre les impulsa a hechos virtuosos y les aleja del vicio, al
cual le llamaban honor» (14).
La Escuela de la gnosis es
la de los profetas y de los Sabios bien nacidos, ya que han
nacido de arriba, de agua y de espíritu; esta es la
Iglesia interior que debe fecundar a la exterior. Si la Iglesia
exterior se separa de su Escuela, muere o divaga. Los miembros de
esta Comunión de los santos, ya se les llame hermanos del libre
Espíritu, de Heliópolis o de la Rosée Cuite, y puedan
estar dispersos por el mundo, están animados por un único
Espíritu y sólo conocen a un Maestro. El Consejero von
Eckhartshausen habla admirablemente de ello en la segunda carta
de su Nube sobre el Santuario. (15).
Esta Escuela del Espíritu,
Rabelais ha acertado en llamarla Escuela de la libertad: «Donde
está el Espíritu del Señor, allí está la libertad» (II Cor.
III, 17). Su tesoro es un buen legado que el Espíritu Santo
protege de toda corrupción, de generación en generación:
«Guarda el buen legado gracias al Espíritu Santo que habita en
nosotros» (II Tim. I, 14), dijo Pablo a su discípulo
antes de inducirlo a transmitir, él también a su vez, la santa
gnosis a sucesores cualificados: «Lo que por numerosos testigos
has oído de mí, confíalo a hombres seguros que sean capaces de
instruir también a otros» (ib. II, 2).
En el origen, la gnosis viene del
Padre, tal como Jesús lo enseña en su plegaria: «He
manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste. Eran
tuyos, tú me los has dado y han guardado tu palabra: Ahora han
conocido que todo lo que me has dado es de ti, pues los dichos
que me diste yo se los he dado y ellos los han recibido» (Jn.
XVII, 6-8).
PABLO, ESLABÓN DE LA CADENA
INICIÁTICA, Pablo, como los Apóstoles, recibió esta gnosis del
Hijo: «En efecto, para mí he recibido del Señor lo que
también os he transmitido» (I Cor. XI, 23). Y felicita a
los corintios por resguardar tan fielmente el sacro legado, que
de algún modo conduce a la imitación de Jesucristo: «Sed mis
imitadores como yo lo soy de Cristo. Os alabo de que en todo os
acordéis de mí y mantengáis las tradiciones como yo os las he
transmitido» (I Cor. XI, 1-2).
Naturalmente, recomienda a su
rebaño evitar los que desprecian o pervierten la gnosis:
«Hermanos, os notifico en nombre del Señor J.C. que debéis
apartaros de todo hermano que camina en el desorden, y no según
la tradición que habéis recibido de nosotros» (II Tes.
III, 6). Como buen doctor de la Ley, Pablo transmitió el legado
por escrito y en forma oral, lo oral vivificando lo escrito:
«Así, pues, ¡hermanos, levantaos! Y conservad el dominio de
las tradiciones que habéis aprendido ya sea por nuestra palabra
o por nuestra carta» (II Tes. II, 15).
Es interesante recoger lo que
Pablo quiso dejarnos de su experiencia gnóstica. Ya hemos visto
que no siendo experto en retórica, sí lo era en la gnosis (II Cor.
XI, 6). En efecto, él posee el sentido (nous) de Cristo
(I Cor. II, 16). Y, por lo tanto, recibió una
revelación: «por una revelación conocí el misterio» (Ef.
III, 3). Sin duda, se trata del misterio de Cristo (ib.
III, 4) o de la encarnación divina «misterio oculto desde los
eones en Dios, que creó todas las cosas» (ib. 9).
Fue llamado pues, elegido
predestinado: «...plugo a Aquél que me había seleccionado
desde las entrañas de mi madre, y llamado por su gracia, revelar
en mí a su Hijo, a fin de que yo le anuncie a las naciones» (Gal.
I, 15-16). ¡He aquí una imitación de Jesucristo bien
realizada! Hasta el punto que: «Vivo, no yo, sino que es Cristo
el que vive en mí» (ib. II, 20). Ciertamente, nos
confía su experiencia que no es en absoluto banal: «Si hay que
gloriarse lo cual no es oportuno vendré a las
visiones y a las revelaciones del Señor. Sé de un hombre en
Cristo, que hace catorce años si en cuerpo, no lo sé, si
fuera del cuerpo, no lo sé: Dios lo sabe fue arrebatado
hasta el tercer cielo. Y sé que este hombre sea en
cuerpo, sea sin cuerpo, no lo sé: Dios lo sabe fue
arrebatado al Paraíso y oyó palabras secretas que no le es
permitido al hombre decir» (II Cor. XII, 1-4). Dicha
gnosis parece tener un muy sutil comienzo. Provistos de esta
experiencia y de su tesoro, los elegidos pueden decir: «Así,
que el hombre nos considere como servidores del Cristo y como
intendentes de los misterios de Dios» (I Cor. IV, 1).
Lo que Pablo desea ardientemente
es extender esta gnosis, pero es sabido que esto sólo puede
hacerse santamente: «Rogad (...) por mí también a fin de que
la palabra me sea dada en la apertura de la boca, en franco
lenguaje, para dar a conocer el misterio del Evangelio» (Ef.
VI, 19).
* * *
Llegado aquí, pensamos haber
puesto suficientemente en evidencia la existencia de un secreto,
de un misterio, de una gnosis en la Escritura. Quizás no
haya nadie que lo niegue totalmente, pero son pocos los que no la
desprecian y se dedican por entero a su búsqueda, insatisfechos
de las ideas recibidas y de las modas espirituales, dispuestos a
no ser más «zarandeados y desviados por doquiera de todo viento
de doctrina, a merced de los hombres, a causa de su astucia para
extraviar en el error» (Ef. IV, 14).
* * *
En la segunda parte de este
estudio, siguiendo el mismo método, intentaremos que el Nuevo
Testamento precise por si mismo cuales son el objeto y el fin de
la gnosis.
______________________
(1): Salmos 138 (139), 6.
(2): Jeremías X, 14.
(3): L. Kelly, Initiation à la
Doctrine des Pères de lEglise, ed. Du Cerf, París,
1968, p. 34.
(4): Eneida III, 441-452
(5): Rabelais, Pantagruel,
Tercer libro, XVII.
(5): Paracelso, «Le Corps de
la Résurrection» en la Philosophie subtile Fil
dAriane n º 15, p. 18-25 (N. T. : La traducción de
este excelente tratado apareció en La Puerta nº 10,
Primavera 83).
(7): En griego catoptrizomenoi
(de catoptris, espejo) que puede tener un sentido activo:
contemplamos (en un espejo) o pasivo: reflejamos (como un
espejo). San Jerónimo lo traduce por speculantes que
tiene ambos sentidos.
(8): En griego: dihrmhneusen.
(9): Éxodo, XXV, 40.
(10): Se esfuerza, o quizá que
corre por aquí y por allá como un postillón.
(11): Por escrito.
(12): Qué palabra tan bien
elegida! ¡La buena custodia! Y ¡el bello alumbramiento!
(13): Rabelais, Gargantua,
LIV.
(14): Rabelais, ibídem.
LVII.
(15) Ed. Visión Libros o Bibl.
des Amitiés Spirituelles
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