FÍSICA Y METAFÍSICA DE LA PINTURA

OBRA POÉTICA

LOUIS CATTIAUX

GALERÍA DE IMAGENES

ESTRUCTURA DEL LIBRO

PRESENTACIÓN DE E. D’HOOGHVORST

Ordo ab Chao, tal es el Arte

Dar cuerpo y medida a la inmensidad, tal es el misterio del Arte puro.

Si en él, el necio obra con astucia, no ha visto la cepa, memoria de las edades, en silencios dormida. ¡Qué desafío!

Pensaste cornudo, revelar el Arte sin la imagen de un cielo en tierra. El Alma de los dioses que conduce el Arte, no supiste su bautizo, no maduraste formas ni colores. Quien engaña no tiene secreto. ¡Oh, te oímos, cornudo! pero retirado tu texto, ¿qué se pesa en él?

Medir PAN fue el Arte primero del Fuego, Él, tan sabio, que deshiela el siglo fatal. PAN se pesa. Si de este Caos abierto el Arte hizo medida, es PAN ligado en la humana cepa.

Vacío del exilio no deletrea este peso del sentido, don de un mago celeste.

En el Arte de amor, el sexo no es dicho al hombre solo.


PRESENTACIÓN AL LECTOR DE J. M. D’ANSEMBOURG Y C. FROIDEBISE

Estoy acabando un libro sobre la pintura que tal vez te interese, ya que intento analizar el mecanismo de la inspiración y,
sobre todo, la manera de permanecer en estado de gracia, que es el gran secreto de los verdaderos artistas.

Louis Cattiaux

 Los artistas son, sin duda, los más nobles y útiles de los hombres. ¿Qué sería de nosotros en esta sociedad materialista a ultranza si la grisalla cotidiana no se iluminase con los tornasolados colores de los arcos iris?

Louis Cattiaux nació en Valenciennes el 17 de agosto de 1904. En el año 1932 se casa con Henriette Péré, con quien funda la efímera galería de arte moderno «Gravitations», nombre sacado de un libro de poemas de Jules Supervielle. Se hallaba en el número 3 de la calle Casimir Périer, donde la pareja se instalaría definitivamente.

En 1934 firma el manifiesto del transhylismo junto a pintores como Jean Lafon, Pierre Ino y Jean Marembert, y poetas como Jules Supervielle y Louis de Gonzague Frick. «Bajo el término transhylismo se afirma el deseo de ir más allá de las realidades -o de las apariencias- de la materia, de llegar hasta la verdad que ocultan y traducen, interceptan y significan. Su actitud no andaba lejos del surrealismo… Se sitúa en la misma perspectiva de un arte-poesía, de un arte-magia, de un arte-búsqueda de un absoluto».(1)

En 1935 abandona la pintura a espátula e, interesado por la técnica pictórica, consulta a Raoul Dufy a propósito de los materiales perfeccionados por Jacques Maroger. Debido a sus investigaciones, su pintura estará en constante evolución. Si bien empieza empleando una materia lisa y llana, llega a utilizar un material de aspecto vitrificado y transparente que todos los críticos comparan con el esmalte.

Sin embargo, ninguna tela de Louis Cattiaux ha sido barnizada. Él mismo preparaba los colores siguiendo una técnica adquirida por el estudio de los maestros del siglo XV, entre los que se encuentran los hermanos Van Eyck.

En 1938 empieza a escribir su obra mayor: El Mensaje Reencontrado. Este libro profético es el resultado de toda su búsqueda. Sin su lectura, o más bien, sin su meditación, es imposible acercarse a su obra pictórica o a sus demás escritos. De todos sus trabajos se desprende una unidad profunda. Así, la magia de las formas y colores de sus cuadros nos atrae e invita a contemplarnos en esos espejos de sutil lenguaje, así como el peso de sus palabras nos imanta misteriosamente y despierta en nosotros antiguos recuerdos.

Apasionado por la filosofía hermética, esta corriente marcará profundamente su pintura. Se relaciona, sobre todo, con Lanza del Vasto y con James Chauvet.

La edición de los doce primeros libros de El Mensaje Reencontrado aparece en 1946 y es acogida favorablemente por René Guénon, con quien Cattiaux mantendrá relación por correspondencia. Es en esa época cuando empieza a redactar su Física y metafísica de la pintura.

Los últimos años los pasó cada vez más absorto en su búsqueda del Absoluto y en su sed de divina Contemplación. Murió en París el 16 de julio de 1953.

El título elegido expresa con claridad la esencia de esta obra, en la que se encuentran tanto capítulos consagrados a los procedimientos de la pintura como otros que tratan de la vocación del artista. Además, cada tema se desarrolla según esa doble perspectiva, ya que, como él mismo dice, «el arte es como la unión entre la paciencia y la fantasía, la imprudencia y el gusto, la improvisación y el orden, de lo invisible con lo cotidiano, del espíritu con el peso del color». La confluencia, poco habitual, entre la técnica dominada a la perfección y la inspiración más elevada es lo que hace al verdadero artista.

De singular temperamento, dotado de un humor extraordinario, filósofo nutrido por las fuentes de las santas Escrituras y de la Tradición viva, Cattiaux fue sin duda un puro Artista. Cuando escribe: «Hay que trabajar mucho tiempo sobre una misma obra, pero sin esfuerzo y sin aburrirse, en suma, sin trabajo», dicho anhelo expresa su propio comportamiento. Cuando describe «el abandono que sólo fructifica después de mucha disciplina, de una ascesis fecunda», o señala con el dedo «la vía real que conduce a la identificación con lo infinito del ser», no son, ciertamente, las palabras de un especulativo.

Sólo los que están Vivos pueden hablar, sin hacer el ridículo, del despertar del ser interior y del acto creador, pues la obra de Louis Cattiaux rebosa de vida. Creemos que en muy pocas ocasiones el tema de la experimentación artística, e incluso mágica, ha sido abordado con tanta profundidad, simplicidad y claridad, en una palabra, con tanto acierto.

Que esta edición pueda abrir los ojos de nuestros contemporáneos sobre la obra extraordinaria de un Artista visitado por la Musa y, por lo tanto, tradicionalmente religado.

En ella se esconde una vía de salvación en esta ruda y agonizante edad de hierro.

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1. Catalogue de l’exposition Louis Cattiaux au musée des Beaux-Arts de Valenciennes, Imp. Dehon, Valenciennes,1963.


EL ARTE PICTÓRICO DE LOUIS CATTIAUX POR R. AROLA

Louis Cattiaux y su época

Al analizar la biografía de Louis Cattiaux redactada por Bernard Dorival con motivo de la primera exposición que se realizó de su obra completa, encontramos un dato que llama la atención: «1936. Un periodo de búsqueda se abre para él: a las preocupaciones técnicas se une una orientación hacia la Alquimia y la Búsqueda de lo Absoluto que renovará sus temas». (1)

A partir de esta fecha sus pinturas reflejan directamente esta inquietud, atrás queda el periodo formativo y experimental, del que destaca la creación, en 1933, de una galería de arte vanguardista, llamada Gravitations y la fundación, junto con un pequeño grupo de pintores y poetas, de un efímero movimiento artístico que se llamó Transhylisme: (2) intentos de compartir la agitada búsqueda del arte de su siglo. Pero a partir de 1936 su pintura se vuelve más personal y es difícil incluirla enteramente en cualquiera de las tendencias pictóricas contemporáneas. Algunos críticos la englobaron dentro del surrealismo, pues no debemos olvidar que Cattiaux vivió y trabajó en el centro físico y temporal de este movimiento abanderado por André Breton.

Las pinturas de Louis Cattiaux tienen, ciertamente, algo de surrealismo. En sus telas vive un mundo extraño, mágico, distinto del que ven nuestros ojos cotidianamente. Algo parecido a lo que buscaban los surrealistas al indagar en zonas del espíritu humano poco conocidas, alejadas de la lógica y del raciocinio. André Breton escribió en el Segundo manifiesto del surrealismo: «Todo induce a creer que existe cierto punto del espíritu en que la vida y la muerte, lo real y lo imaginario, el pasado y el futuro, lo comunicable y lo incomunicable, lo alto y lo bajo cesan de ser percibidos contradictoriamente. Así, es vano buscar en la actividad surrealista otro móvil que la esperanza de determinar este punto». (3)

El surrealismo abrió la puerta del arte hacia las zonas oscuras del espíritu humano, pero, qué duda cabe, una vez atravesado este umbral, la mayoría de los artistas de la época sólo supieron extraer unos estilos personales; sin duda muy eran interesantes estéticamente, pero pocos alcanzaron a distinguir la luz del espíritu que germina en medio de las zonas de penumbra y oscuridad. Como si una vez fuera del mundo racional, en el «punto del espíritu en que la vida y la muerte» se encuentran, la búsqueda se disolviera en un inevitable crepúsculo, en espejismos de ideas y sentimientos.

En relación con los pintores surrealistas, Cattiaux escribía: «han utilizado el trampantojo y parecen inspirarse en las escenas de locura de la cámara subterránea de la gran pirámide». (4) Con ésta afirmación seguramente apuntaba al problema expresado por la Sibila al piadoso Eneas, cuando éste quiso bajar a los infiernos: «[…] la bajada al Averno es cosa fácil. La puerta del sombrío Plutón está de par en par abierta noche y día, pero volver pie atrás y salir a las auras de la vida, eso es lo trabajoso, ahí está el riesgo. Unos pocos […] lo lograron». (5)

En la obra de Cattiaux las imágenes provenientes del mundo apartado de la conciencia no son imágenes oníricas, automáticas, paranoicas ni naif, ni sentimientos exacerbados, ni permiten una expresividad de belleza sugerente y exótica, sino que más bien son símbolos del mundo luminoso que se engendra en la oscuridad, que «brota de las tinieblas del ser oculto». (6)

Analizando los temas de la pinturas de Louis Cattiaux a partir del cambio mencionado de 1936, nos percatamos de que, junto a la disolución de la realidad aparente -como hacen los surrealistas-, surge un mundo de símbolos que recogen el legado del arte sagrado de Occidente. Esa característica distingue claramente su pintura de las tendencias surrealistas; por ello el mismo Cattiaux escribe en una carta: «los aficionados a la pintura clasifican mi producción de surrealismo, que para ellos es el término vertedero de todo lo que no entienden». (7)

Arte hermético

Las imágenes simbólicas que más destacan en la obra pictórica de nuestro autor son las que mantienen una estrecha relación con el arte hermético. René Guénon lo confirmó, pues escribió sobre El Mensaje Reencontrado, de Louis Cattiaux (opinión que vale igualmente para sus pinturas): «las tendencias que en él están expresadas son, de forma general, las del hermetismo y, más concretamente, las del hermetismo cristiano».(8)

No es fácil resumir aquí qué significa el arte hermético ni concretar sus límites,(9) aunque sin duda, y esto es lo que interesa, está directamente relacionado con la alquimia. En la obra de Cattiaux hallamos constantes referencias al arte alquímico, que denomina «el antiguo Arte Real de los Sabios». (10) En sus pinturas y dibujos se encuentran por doquier signos alquímicos que muestran los elementos con que trabaja este arte y que describen sus operaciones; pinta personajes recibiendo el rocío del cielo, atanores y matraces, cuerpos germinando de sus tumbas, magos sosteniendo la piedra, tigres coronados por el sol, etc.

La alquimia es, según Cattiaux, la llave de oro para interpretar todos los símbolos y, lógicamente, la de sus pinturas. E. y C. d’Hooghvorst explican que este arte «une el cielo con la tierra y hace referencia al misterio de Dios, de la creación y del hombre», de manera que el significado alquímico une los sentidos terrestres: moral, filosófico y ascético, con los celestes: cosmogónico, místico e iniciático. (11) Cattiaux lo expresa de la manera siguiente: «la alquimia no es el yoga de Occidente; es la ciencia primera y última, la ciencia de la renovación de la creación, el misterio de los misterios […]. Pero también contiene una trampa para los codiciosos y los groseros». (12) La trampa consiste en confundir los símbolos que explican los secretos de la naturaleza con los propios secretos, pues, como escribió el alquimista Geber: «Los antiguos ocultaron los secretos de la Naturaleza no sólo en los escritos, sino también mediante numerosas imágenes, caracteres, cifras, monstruos y animales representados y transformados de diversas maneras. Y dentro de sus palacios y templos pintaron estas fábulas poéticas, los planetas y los signos celestes, con muchos otros signos, monstruos y animales. Y no eran comprendidos sino por quienes tenían conocimiento de tales secretos». (13)

El arte hermético, como la pintura de Cattiaux, enseña, pero también esconde, da mil nombres y figuras a su única materia: el don del cielo sin el cual la obra alquímica no puede empezar. Sobre esta primera materia escribió H. C. Agrippa: «Hay una cosa creada por Dios, sujeto de toda admiración, que está en la tierra y en los cielos, existe en el acto animal, vegetal y mineral, se halla por todas partes, no se la conoce, nadie la llama por su nombre, pero está oculta bajo los nombres, figuras y enigmas, sin la cual no podrían haberse impuesto la Alquimia ni la Magia natural». (14)

La Primera Materia también es conocida con el nombre de Mercurio, el dios de la palabra. Cattiaux dedicó una pintura a este tema, El Mercurio campestre (figura 16); en el dorso de la tela el autor escribió la siguiente dedicatoria: «Para C.H., este Mercurio que conduce al Sol nacido de nuevo, que se celebra en esta Navidad de 1952». El cuadro representa a Mercurio entre el Sol y la Luna, pues, como está escrito en la famosa Tabla de Esmeralda de Hermes Trismegisto, «el Sol es su padre y la Luna su madre»; en el mismo sentido Horapolo del Nilo explica que los egipcios «para indicar eternidad dibujan un sol y una luna porque son elementos eternos». (15) La figura de Mercurio lleva un gran sombrero, lo que indica que es algo oculto, con sus manos cubiertas por guantes, símbolo de pureza. Sostiene una vara en la que están engastados el Sol y la Luna, símbolos de la eternidad; con la otra sostiene una figura alegórica de la Piedra Filosofal. El hecho de ser llamado campestre podría estar relacionado con el aspecto de la primera materia, que es una cosa «tosca y cruda» (16) que debe cultivarse y madurar para convertirse en la Piedra Filosofal.

En la obra pictórica de Cattiaux abundan, así mismo, los grandes temas del cristianismo: la anunciación, la Virgen, el nacimiento de Jesús, imágenes de la crucifixión, los discípulos de Emaús, el juicio final… Cada una de estas pinturas es una reflexión profunda y una enseñanza sobre la iconografía cristiana tal como fue en su origen. Las enseñanzas evangélicas son tratadas desde el conocimiento del secreto que encierran, ya que «gracias a la luz de la santa ciencia de Hermes -explicaba Cattiaux a un amigo- penetrarás poco a poco en el misterioso y oculto significado de la vida y pasión del Señor-Cristo». (17) La tela titulada El verdadero misterio de la pasión (figura 18) es, a nuestro entender, un ejemplo magnífico de ello, representa la crucifixión, pero completamente diferente de las imágenes convencionales: la figura del crucificado sólo está delimitada por un hueco en el interior del madero, la parte que correspondería a la cara deja ver el Sol, que a su vez está coronado por la Luna. La unión de la cruz, el Sol y la Luna forma el símbolo jeroglífico del mercurio de los sabios. Pernety afirma que según los filósofos herméticos, el mercurio de los sabios «es a la vez la medicina de los tres reinos, o su panacea universal que resucita a los muertos».(18)

Al final de su trayectoria pictórica dedicó una especial atención a la representación de la Virgen; decía Cattiaux al respecto: «pinto Vírgenes Eternas de las que nadie conoce el verdadero nombre excepto el que las desposa». (19) Según Cattiaux, el misterio mariano, tan ignorado y desprestigiado en nuestra época, es el lugar por el cual se debe pasar imprescindiblemente para llegar al sol filosófico, y sus creaciones artísticas sobre este tema, lejos de preocupaciones estéticas, son enseñanzas concretas sobre este misterio: La fecundación de la Virgen, Virgen negra, Maria Paritura, Virgen solar, etc.

En los últimos años de su vida, cautivado cada vez más por las maravillas de la realidad sagrada que conocía, su pensamiento y sus creaciones se alejaron definitivamente del mundo y la actualidad que consideramos artística. Sus obras, apartadas del devenir del mundo cotidiano, son un testimonio de aquel «que es, el que vive, el que permanece inmutable en sí mismo por la eternidad». (20)

La técnica como fundamento del espíritu

Al margen de planteamientos históricos, estéticos y temáticos, en la obra de Cattiaux es fundamental la materialidad. Según E. d’Hooghvorst, Louis Cattiaux «pintaba utilizando una materia rica, densa, coloreada en extremo. Afirmaba haber reencontrado el secreto de la antigua materia pictórica de los hermanos Van Eyck, este secreto de oficio que los pintores de antes se trasmitían de boca a oreja y de maestro a discípulo». (21) El secreto de su técnica se centraba en la confección de un médium, cuerpo inalterable y transparente, que vehiculara sus pigmentos, embalsamándolos para protegerlos de la oxidación y separándolos para permitir el paso de la luz hasta los fondos blancos, desde donde se iluminará la masa de color, produciéndose el «vibrato» del que habla en su tratado. (22) De esta manera aparece lo sobrenatural oculto en la realidad natural. (23) Por ello, seguramente, su tratado sobre la pintura lleva por título Física y metafísica de la pintura; es decir: a partir de la realidad física se llega a la realidad metafísica. Su arte nace en las entrañas de este mundo y se eleva hacia el otro mundo. En un lugar de su tratado escribe: «Corrientemente se dice que el genio es sublime, nosotros precisamos diciendo que es sublimado». (24) La precisión parece indicar que la obra de arte emerge de la oscuridad del mundo para llegar a la luz celeste. En la pintura de Cattiaux la materia llega a ser como viva y se convierte en la raíz necesaria donde el espíritu florece.

El médium utilizado por Cattiaux para componer sus serenas y enigmáticas pinturas también tenía por finalidad la captación mágica del espíritu viviente del universo, pues sin él, explicaba nuestro autor, no es posible que aparezca la luz sobrenatural escondida en lo natural. (25) En sus pinturas y escritos encontramos constantes referencias a la magia, pues sin ella el arte no existiría; Cattiaux explica en su tratado: «El origen del arte no es resultado de una necesidad estética, como generalmente se cree, sino de una necesidad de dominación mágica». (26)

Gracias a la influencia del cielo, captada mágicamente, las pinturas de Louis Cattiaux no se quedaron encerradas en el mundo del subconsciente surrealista, sino que reflejan los secretos de la vida; en este sentido escribió: «me gusta sobre todo pintar personajes imaginarios dentro de paisajes inventados, pero por encima de todo la búsqueda mágica tan inquietante a causa de la expresión muy secreta de la vida». (27)

En una pequeña pintura titulada La fuerza de los pentáculos o la Venus celeste. La madre de los mundos, (figura 9) Cattiaux resume el sentido profundo de la magia. El cuadro representa a una mujer esférica de color rojizo, sugiriendo el movimiento cíclico del fuego universal, en medio de la cual se hallan unos caracteres mágicos que significan Venus. En la parte superior de la imagen y con los mismos caracteres, está escrito Sol, en la parte inferior está escrito Saturno, a su derecha, Luna y a su izquierda, Mercurio; (28) en los cuatro extremos de la pintura se encuentran las figuras de los cuatro elementos, arriba el agua y el aire, abajo la tierra y el fuego. Se puede deducir que la mujer es la Quintaesencia, llamada madre de los mundos o Venus celeste, que anima las metamorfosis de los cuatro elementos y, con ellos, a toda la creación. Es una representación del alma del mundo, causa del movimiento de la gran fábrica de la creación; la magia consiste en ponerse en comunicación con ella. Pudiera ser por este motivo que Cattiaux titulase la pintura, La fuerza de los pentáculos, como queriendo expresar que es ella, la Quintaesencia, la que da todo el poder a los pentáculos, la figura mágica por antonomasia.

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1. Catalogue de l’exposition Louis Cattiaux au musée des Beaux-Arts de Valenciennes, Imp. Dehon, Valenciennes,1963, p. 10.

2. Palabra compuesta por la partícula latina trans-, «más allá de», y la voz griega hyle, «materia, madera» (ver la «Presentación al lector» de este volumen). En este movimiento, como en la primera pintura de Cattiaux, se pueden observar ciertas influencias de la pintura llamada metafísica, sobre todo de G. de Chirico.

3. Manifestes du surréalisme, J.J. Pauvert, París, 1972, p. 133. Sobre la relación entre el surrealismo y el arte hermético cf. J. van Lennep, Arte y Alquimia, Editora Nacional, Madrid, 1978, pp. 259-261.

4. Física y metafísica de la pintura, p.000.

5. Eneida VI, 126-130, trad. de J. de Echave-Sustaeta. Ed. Gredos, Madrid, 1993, p. 306.

6. Física y metafísica de la pintura, p.000.

7. Florilegio catesiano, Arola Ed., Tarragona, 1998, p. 000.

8. «Le Message Retrouvé», en La Puerta. Sobre esoterismo cristiano, Ed. Obelisco, Barcelona, 1990, p. 129.

9. Por definición el arte hermético no está localizado en ninguna época histórica precisa, pues a lo largo de toda la historia de Occidente han existido artistas y escuelas inspiradas, directa o indirectamente, en las doctrinas del legendario Hermes Trismegisto. Sin embargo es a partir del Renacimiento italiano de finales del siglo XV y hasta finales del siglo XVII que se crea una iconografía propia del arte hermético. Cf. S. Klossowski de Rola, El Juego Áureo, Ed. Siruela, Madrid, 1988, también J. van Lennep, Alchimie, Crédit Communal, Bruselas, 1984 y A. Roob, Alquimia y mística, Ed. Taschen, Colonia, 1997.

10. Física y metafísica de la pintura, p. 000.

11. El Mensaje Reencontrado, Ed. Sirio, Málaga, 1996, p. 11.

12. Florilegio catesiano, op. cit., 1998, p. 000.

13. Citado por S. Klossowski de Rola, op. cit., p.21.

14. Filosofía Oculta, Ed. Kier, Buenos Aires, 1982, p.126.

15. Hieroglyphica, Ed. Akal, Madrid, 1991, p. 43.

16. EH, «Chromis et Mnasylus in antro», en La Puerta. Tradición latina, Ed. Obelisco, Barcelona, 1995, p. 14.

17. Florilegio catesiano, op. cit., p. 000.

18. A.J. Pernety, Diccionario mito-hermético, Ed. Índigo, Barcelona, 1993, voz «Árbol».

19. Florilegio catesiano, op. cit., p. 000.

20. El Mensaje Reencontrado, op. cit., XXIV, 21’.

21. «El mensaje profético de Louis Cattiaux», en Florilegio catesiano, op. cit., p.000 .

22. Física y metafísica de la pintura, p. 000.

23. «El arte consiste en hacer aparecer lo sobrenatural oculto en lo natural.» El Mensaje Reencontrado, op.cit., IX, 53.

24. Física y metafísica de la pintura, p. 000.

25. Idem., p. 000

26. Idem., p. 000.

27. Florilegio catesiano, op. cit., p. 000.

28. Cf. Agrippa, op. cit., p. 53.


LA POESÍA DE LOUIS CATTIAUX POR R. AROLA

Unos meses después de la muerte de Louis Cattiaux, su esposa, Henriette Péré y un pequeño grupo de amigos publicaron un opúsculo que contenía los poemas de Louis Cattiaux. Se recogieron en un bello volumen editado por Le Cercle du Livre, que contiene desde las composiciones de su juventud, los Poemas de antes, (1) hasta los últimos que escribió, los Poemas alquímicos, un conjunto de cuatro aforismos (dos de estos últimos fueron introducidos más tarde como epígrafes de El Mensaje Reencontrado). Hemos querido reproducir aquí sus poemas tal y como fueron ordenados y publicados entonces, aunque es improbable que fuera este el orden concebido por el autor.

Los escritos que Cattiaux denominó «poemas» son pequeñas reflexiones en prosa en las que un pensamiento profundo es expresado de manera simple por medio de una imagen, de un instante cotidiano o de un fenómeno natural; en este sentido Jean Rousselot escribió: «Se trata de pequeños haikus (2) escritos en prosa, sentenciosos y cargados de evidencia, que un hombre de uñas limpias traza en el dorso de nuestra vida manchada por la codicia, el odio y el atropello inútil». (3) Pudiera ser que el estilo de Cattiaux naciera como una búsqueda de nuevas formas expresivas, siguiendo los esfuerzos del arte vanguardista. Sin embargo, poco a poco se convirtió en un estilo muy personal que se mantuvo a lo largo de todas sus obras posteriores, en especial en El Mensaje Reencontrado, escrito íntegramente en forma de sentencias. También influyó en el uso de esta forma expresiva su costumbre de «frecuentar regularmente las bibliotecas, donde podía estudiar las obras de los Maestros y los Filósofos […]. Llenó algunas libretas recogiendo todo tipo de observaciones y notas tomadas de aquí y allá en forma de versículos», (4) es decir, en forma de pequeñas frases sintéticas que resumían una operación, alejadas de los discursos especulativos.

Los poemas de Louis Cattiaux deben relacionarse necesariamente con El mensaje reencontrado, su obra más importante, sobre todo porque Cattiaux consideraba «poemas» determinados aforismos y ciertos «versículos» de El Mensaje Reencontrado. En esta distinción se halla una clave introductoria para su lectura.

La primera distinción está determinada por la cronología, puesto que la mayoría de los poemas fueron escritos con anterioridad a los primeros versículos. En ellos se refleja el largo y duro trabajo para encontrar las formas expresivas que le permitieran manifestar con precisión sus sentimientos y sus pensamientos. Así, lo que pudo comenzar como un intento de encontrar un sistema expresivo propio se convirtió en el soporte imprescindible para desarrollar su filosofía. En este sentido escribió en El Mensaje Reencontrado: «Si deseamos las artes empecemos por educar severamente nuestro espíritu y nuestras manos y continuemos dejándolas libremente». (5)

Pero la cronología no es suficiente para justificar la distinción entre poemas y versículos, puesto que algunos de ellos coinciden en el tiempo. La diferencia más importante se establece en relación con los aspectos temáticos; es decir, lo que Cattiaux considera un poema describe situaciones personales del autor, momentos vividos, sus sentimientos y reflexiones con relación a su esposa, a sus amigos, al país africano en donde cumplió el servicio militar, a su gato, etc., o bien expresa su opinión sobre diferentes artistas o sabios que admiraba, mientras que los versículos de El Mensaje Reencontrado se apartan completamente de la escritura en primera persona y se convierten en sentencias herméticas. Ello es especialmente evidente en los doce primeros capítulos o libros de El Mensaje Reencontrado, pues en este momento coincidió la redacción de los poemas y los versículos. Respecto a la elaboración de los doce primeros libros, Carlos del Tilo explica: «Trabajó durante seis años para escribir los doce primeros libros, (o sea unas cien páginas) editados en 1946; los versículos que aparecen en éstos están concentrados al extremo, cada palabra ha sido pesada con cuidado, al igual que una quintaesencia destilada pacientemente gota a gota, purificada a la perfección. El artista se ejercitó mucho hasta dominar su arte, que poseyó entonces perfectamente». (6) A partir de esta época, que se podría situar a finales de la década de los cuarenta, Cattiaux abandona casi totalmente la práctica poética y centra todo su esfuerzo en la escritura de El Mensaje Reencontrado. Es entonces, como continua explicando Carlos del Tilo, cuando: «los versículos parecen llegar a un ritmo más rápido. […] Escribía día tras día, versículo tras versículo como guiado, poseído por un dios secreto, no escuchando más que a éste, sin distracción en el tumulto de la gran ciudad. Los versículos surgían en cualquier momento del día, transcritos en el primer trozo de papel que encontraba». (7)

Cattiaux separaba claramente lo que correspondía al hombre y a su experiencia en este mundo y lo que era motivo de inspiración hermética, donde se refleja otra experiencia. Lo primero quedó reflejado en los poemas, lo segundo en los versículos de El Mensaje Reencontrado.

Los poemas están escritos en su mayoría en primera persona y el autor describe el proceso que le conducirá a encontrar su auténtico centro, alejándose del universo de sensaciones de aflicción o alegría; por ello escribe en el tercer fragmento de los Poemas de antes: «Pronto mi propia densidad me alejará de estos polos absurdos. Yo seré mi propio reflejo en la conciencia abstrusa».

Además de su innegable valor literario y filosófico, los poemas de Cattiaux son un ejemplo excepcional para comprender como, por medio del arte, se puede atravesar la conciencia personal y penetrar en la conciencia que se armoniza con el universo y su creador. Las dos son fruto de una experiencia, pero la primera es personal, mientras que la segunda es una experiencia iniciática en la cual el artista conoce los misterios de la realidad oculta y trascendente.

En esta clara diferenciación residen la grandeza y el interés de los poemas de nuestro autor que presentamos a continuación, pues llegan hasta el límite de la descripción de una experiencia personal. En el último poema, titulado «El invisible», Cattiaux escribe: «En esta eternidad del fuego trascendente, donde se alternan las vidas y los agujeros del silencio, he alcanzado el núcleo secreto de los límites y me río de las potencias de la muerte».

Muchos de sus poemas describen esta experiencia, en la que el yo individual se une con el ser universal, como en el titulado «La gratuidad»: «Incidentalmente, ese día me incorporé a la totalidad del Ser …». La totalidad del Ser incluye el macrocosmos y el microcosmos, por ello escribe en «Lo innominable»: «Me hizo ver lo más pequeño, me hizo tocar lo más grande, y conocí la identidad de su naturaleza profunda, que ningún límite encerrará jamás». Esta totalidad del ser es también los tres planos de la realidad, es decir, el físico, el psíquico y el espiritual: por ello en el poema titulado «A la pureza» Cattiaux escribe: «Habiendo examinado la inocencia primera, osé aventurarme en el fango de los tres mundos, sin temor a morir».

La experiencia, que en los poemas es descrita como una realidad que le ocurre a un individuo, se convierte en El Mensaje Reencontrado en una enseñanza universal, independiente del hombre que la ha escrito. En un versículo de El Mensaje Reencontrado podemos leer: «Quien domeña los estímulos del cuerpo, del corazón y del espíritu se vuelve dueño de lo de dentro y de lo de fuera». (8)

Los poemas de Cattiaux, especialmente los últimos, nos conducen al límite de la experiencia espiritual personal: más allá sólo existe la experiencia profética, es decir, cuando el hombre se convierte en un instrumento para la expresión de la divinidad; se trata entonces del Gran Arte que enseña el misterio divino. Por eso, al final de su vida Cattiaux abandona la poesía como forma de afirmación estética y su escritura se convierte en un testimonio profético.

Este proceso, al que todo arte auténtico aspira, lo describe un gran amigo del autor, el barón d’Hooghvorst, cuando escribe: «De entre todas las formas de arte, la poesía es ciertamente la más digna de admiración aquí abajo ya que tiene como materia la más noble función humana: la palabra. La poesía, la verdadera, se confunde con la profecía. Los Antiguos no dudaban de que los poetas estuvieran poseídos por un ser divino: la Musa. Sin Musa, no hay poeta. Los términos acompasados del decir poético eran los de un dios encarnado […]. Pero esta poesía anuncia un arte aún más noble que sólo encuentra su justificación en sí mismo, en la gratuidad de un eterno reposo: es la fiesta en la que el rey púber se divierte y ríe en el Olimpo, es el Gran Arte». (9)

Los poemas de Cattiaux son precursores y anunciadores en este mundo del mundo por venir. Son un pórtico a El Mensaje Reencontrado, su gran obra sin ningún genero de dudas, en la cual escribió: «Los defectos y las insuficiencias del Libro se han de imputar a nuestra debilidad y a nuestra indigencia excrementales, que pertenecen a la nada cenagosa. Las cualidades y las bellezas de la obra se han de atribuir a nuestra luz substancial y a nuestra inspiración esencial, que pertenecen a Dios. Así pues, nuestra individualidad temporal no ha de ser obstáculo para nadie, ya sea rechazándole, ya sea atrayéndole. Pues sólo la palabra de Dios y su salvación cuentan en definitiva, y sólo ellas han de ser objeto de todos nuestros pensamientos y de todos nuestros cuidados aquí abajo». (10)

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1. Fechados en el texto en 1930.

2. Los haikus son formas de la poesía clásica japonesa.

3. «Louis Cattiaux vu par son ami Jean Rousselot», en Louis Cattiaux, Physique et Métaphysique de la Peinture, Ed. Les Amis de Louis Cattiaux, Bruselas, 1991, p. 10.

4. R. d’Oultremont, «Versículos alquímicos recopilados por L. Cattiaux», en La Puerta. Textos alquímicos, Dialtt, Barcelona, 1997, p. 51.

5. El Mensaje Reencontrado, op. cit., XXIII, 55.

6. «Louis Cattiaux, un genio ignorado», en La Puerta. Sobre esoterismo cristiano, Ed. Obelisco, Barcelona, 1990, p. 109.

7. Idem. A partir de esta época todo su interés se centró exclusivamente en El Mensaje Reencontrado y utilizó el yo mayestático para hablar de sí mismo.

8. El Mensaje Reencontrado, op. cit., VI, 32’.

9. «Chromis et Mnasylus in antro», en La Puerta. Tradición latina, Ed. Obelisco, Barcelona, 1995, pp. 11-12

10. El Mensaje Reencontrado, op. cit., XXXII, 1-2.


DEDICATORIAS E INTRODUCCIÓN de la FÍSICA Y METAFÍSICA DE LA PINTURA

En alabanza de la
que nos ha dado la
facultad de sentir
y de amar.
A la gloria del
que nos ha enseñado a
ordenar la naturaleza
por el Arte.

La creación refleja al hombre y el artista tiene el arte que merece, ya que la obra no es más que el espejo de su nada, de su mediocridad o de su ser magnificado.

INTRODUCCIÓN

¡Ay del hombre de pobre deseo, pues su deseo
se realizará! Todo es lo que creemos que es,
nada ocurrirá fuera de lo que esperamos.

Péladan

Esta obra se ciñe voluntariamente a lo esencial que un artista pintor ha de conocer de la técnica y de la inspiración de su arte.

La estética que depende de la cultura del artista y del medio social que le baña no será aquí objeto de ningún juego analítico gratuito.

Reservamos para los únicos críticos cualificados el cuidado de comentar la obra que brota de las tinieblas del ser oculto.

Este libro tiene por objeto alentar a quienes poseen el don innato a realizar su obra, así como aclarar las cosas a quienes se obstinan en creer que se puede penetrar el Arte por la astucia, por la fuerza o por la mediocridad.

Los llamados tendrán que soportar, por amor a su Dios, la pobreza y la soledad, sin buscar otro consuelo que su arte, a fin de probar su vocación y mantenerse íntegros hasta el día incierto del triunfo electivo.

Incluso cuando la prueba toma el cariz de un exterminio, como es el caso en determinados períodos críticos de nuestras sociedades actuales, el artista ha de sobrevivir ante cualquier tentación del mundo, venga del abandono o de la gloria, de la miseria o de la opulencia; para ello sólo dispone de un medio: «el olvido de sí mismo» en el amor desinteresado por su arte.

Para el artista, la prueba de la vida encarnada es particularmente turbadora, pero esta jugarreta aparente es lo que le mantiene despierto en medio mismo de la muerte del mundo que le rodea; su rebeldía no tiene otra salida que la aceptación y el abandono en el mar de la vida sensible que le arrastra y le sumerge.

Cuando haya renunciado a todo, lo poseerá todo. Tal es la ley oculta y sabia, que sólo entrega el mundo a quien ya no podía seguir siendo víctima de esa asombrosa posesión.

Sólo hablaba para enriquecer a los hombres.

Libro desconocido (1)

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1. Este Libro desconocido, también llamado El mensaje extraviado, es de hecho El Mensaje Reencontrado. Louis Cattiaux aún no había acabado su redacción cuando escribía su Física y metafísica de la pintura. Los fragmentos provienen casi todos del libro XXII y muestran su primera redacción. La frase que aquí se cita no se mantuvo en el texto definitivo. (N. de la r.)